Jesucristo es difícil de admitir en la propia vida, si se entiende todo lo que comporta el creer en él. Es pan que tiene que ser partido. No sólo consuela e invita a la alegría de quien lo recibe, sino de quien rodea a todo aquel que lo recibe en su vida. Muchas veces es exigente, y su estilo de vida está no pocas veces en contradicción con los gustos y las tendencias de nuestro mundo. Creer en Jesús, y en concreto también comulgar con él en la Eucaristía —que es una manera privilegiada de mostrar nuestra fe en él— puede resultar difícil.
Pero nosotros, gracias a la bondad de nuestro Padre Dios, somos de los que han hecho opción por Cristo Jesús. No le hemos abandonado. Como fruto de cada Eucaristía, en la que acogemos con fe su Palabra en las lecturas y le recibimos a él mismo como alimento de vida, buscamos imitar la actitud de san Pedro: «¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna». Que María, nos ayude a nunca separarnos de su Hijo Jesús. ¡Bendecido sábado!
Padre Alfredo.
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