Pero en medio de esto quiero compartir con ustedes una breve reflexión sobre el pasaje de los Hechos de los Apóstoles que la primera lectura de la misa de hoy nos ofrece (Hch 8,26-40) y en la que hay que dejarse contagiar por el dinamismo del avance del evangelio que se encamina, ya en esta escena que les invito a leer —o que tal vez ya leyeron— hacia los «confines de la tierra» según la promesa que Jesús había hecho a los Apóstoles. El diácono Felipe convierte a un etíope, un alto funcionario de la Reina de Etiopía. Y con eso resulta que, cuando llegue a casa, habrá ya un primer cristiano en el Sudán actual, al sur del Nilo, en pleno corazón de África, sólo algunos meses después de la resurrección de Jesús... será promesa de la evangelización de éste y de otros continentes.
Este simpático pasaje nos abre el corazón y la mente para ver que el evangelio está en los caminos del mundo y no solamente en los templos cuando se proclama. ¡A Jesús se le encuentra por las carreteras! Por la calle que va de casa de mi madre a la casa de los demás. El etíope volvía a su casa, pero ahora volverá con Jesús. El evangelio está en todas nuestras casas, en todos nuestros ambientes de trabajo. Pidamos la compañía de María santísima, que seguramente llenó de ese entusiasmo a los primeros cristianos y no dejemos pasar ninguna oportunidad de compartir el dinamismo de la Buena Nueva. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!
Padre Alfredo.
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