San Francisco Javier estuvo en tierras de Asia llevando esa esperanza en el Salvador al que esperamos de nueva cuenta. Él nació el 7 de abril de 1506 en el Castillo de su familia en Navarra. Aún recuerdo la impresión que me provocó, cuando yo era novicio y pasé por España unos días y visité aquel castillo con sus torres y sus almenas, su puente levadizo, un castillo como de cuento. Decidido a entrar en los jesuitas, gracias al testimonio de san Ignacio, Francisco Javier hizo sus primeros votos en Montmartre el año 1534, ordenándose sacerdote tres años después en Venecia. Murió en 1552, siendo declarado Patrón de las misiones.
El salmo responsorial de hoy, tomado del salmo 6, tiene un fragmento que dice: «El Señor sana los corazones quebrantados y venda las heridas. Tiende su mano a los humildes». Como misionero, en este día de san Francisco Javier y en este tiempo de Adviento, pienso en tanta gente que aún no conoce a Dios y no puede gozar conscientemente de su misericordia, de su perdón, de su gracia, y le pido a este ínclito misionero que interceda por todos los misioneros para que no decaiga nunca el ánimo en nosotros y llevemos gozosos el nombre de Cristo a todos los rincones del mundo. Que María, Reina de las misiones, nos ayude. ¡Bendecido sábado
Padre Alfredo.
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