viernes, 30 de diciembre de 2022

«La Sagrada Familia y nuestras familias»... Un pequeño pensamiento para hoy


Escribo estas líneas pensando, en este día en que celebramos la fiesta de la Sagrada Familia, en mi familia y en todas las familias del mundo. Imagino al Divino Niño en brazos de sus padres José y María en el pequeño establo de Belén y me transporto así, al corazón de cada una de las familias que a lo largo de mi vida he conocido y con muchas de las cuales he compartido momentos inolvidables de gozo, de alegría, de pena, de dolor; momentos de esperanza y de desilusión; momentos de triunfos y fracasos que me han compartido. Leo detenidamente el pasaje del Evangelio que la liturgia de este día nos deja (Mt 2,13-15.19-23) y me imagino la escena de la Sagrada Familia, muy unida frente a la adversidad de tener que huir a Egipto para escapar de las manos de Herodes.

Así, en este día, doy gracias al Señor, como digo, por estas familias que se han cruzado por mi vida en tantos lugares tan diversos: vuelo a recordar familias en las diversas partes de México en donde como misionero he estado, en los Estados Unidos, en Alemania, en España, en Italia, en Costa Rica, En Irlanda en Colombia y en Sierra Leona. Repaso sus rostros, los de todos los que me acuerdo y pido por cada una de estas comunidades de vida y amor. Pido al niño Jesús por la intercesión de María y José por todas ellas y en especial por las familias más frágiles; por las que han pasado o están pasando por momentos de crisis, por los esposos que no tienen trabajo, por las familias de madres que han sido abandonadas, por las familias de los inmigrantes, por las familias con enfermos y ancianos. Y aprovecho estos días en que tengo la oficina de la parroquia cerrada para estar más con la familia parroquial en un ambiente más de fiesta y gratitud y también con mi familia de sangre, compartiendo estos días con mi madre, con mi hermano y su familia.

Pero pienso también en la mundanidad, que ha decretado que familia, fidelidad, obediencia, virginidad, respeto a la vida... queden fuera de la bolsa de los valores de hoy. Pienso en cada padre, que debe ser en el hogar la autoridad que libera a los hijos de la debilidad, del desconcierto y de la indiferencia. Pienso de igual manera en cada madre, que es amor que no deja al hijo sin la figura más entrañable para madurar. Pienso en cada uno de los hijos, que, de la Iglesia doméstica que es el hogar, beben la fe que han de proclamar en medio de este mundo tan confundido y cuyo valor de la familia, como digo, busca hacer a un lado... No digo más, simplemente me brota exclamar: Jesús, José y María, comunidad de fe, comunidad de esperanza, comunidad de amor. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

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