Al igual que Esteban, también nosotros estamos llamados a fijar la mirada en el Hijo de Dios, que en el clima gozoso de la Navidad contemplamos en el misterio de su Encarnación. Con el Bautismo y la Confirmación, con el precioso don de la fe alimentada por los Sacramentos, especialmente por la Eucaristía, Jesucristo nos ha vinculado a Sí y quiere continuar en nosotros, con la acción del Espíritu Santo, su obra de salvación, que todo rescata, valoriza, eleva y conduce a su realización.
Dejarse atraer por Cristo, como hizo san Esteban, significa abrir la propia vida a la luz que la llama, la orienta y le hace recorrer el camino del bien, el camino de una humanidad según el designio de amor de Dios que, encarnándose en el seno de María, se ha hecho hombre. Esta fiesta de san Esteban siempre se celebra inmediatamente después de la Navidad para que, siendo el protomártir, esté lo más cercana a la del nacimiento del Hijo de Dios de quien él es testigo entregando su vida. Esto nos hace mirar más de fijo al Hijo de Dios que en estos días contemplamos en el pesebre, custodiado por María su Madre y José. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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