lunes, 5 de diciembre de 2022

«Angélica, Conchita y Juanita, tres mujeres maravillosas»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy comparto la dicha del cumpleaños de tres mujeres maravillosas que tienen que ver mucho en mi vida, mis tías Angélica y Conchita y la hermana Juanita. Sí, hay gente que por alguna razón especial ocupa un espacio especial en nuestro corazón y en nuestra alma. A mí estas tres mujeres me parecen admirables porque han mantenido en sus vidas el hilo conductor de la fe que les ha hecho llegar hasta esta época de su vida con un joven corazón. Pienso en la primera lectura de la Misa de hoy (Is 5,1-0) en esta palabra sencilla y fuerte que aparece en uno de sus fragmentos: ¡Ánimo! En primer lugar, reflexiono en lo que Dios me ha dado a través de mi tía Angélica, es hermana de mi madre y mi madrina de bautizo —junto con mi tío José, hermano de mi papá que, como él, ya murió— a quien tanto quiero y agradezco el cúmulo de oraciones que ha hecho hasta el día de hoy, a sus más de 80 años. Tía h estado siempre cerca de este su sobrino y ahijado a quien tanto consintió de pequeñito y ayudó a crecer y a quien ahora de sacerdote acompaña con su testimonio de vida y sus valiosas oraciones rogando por mi perseverancia y fidelidad en el ministerio sacerdotal y en mi consagración religiosa como misionero. Me acuerdo de muchos momentos agradables a su lado, algunas idas al cine con ella y su novio —ahora esposo— pero también revivo en mi corazón aquellos momentos en que me subía con ella al púlpito de la Basílica de Nuestra Señora del Roble para rezar el santo Rosario y que me mantienen ahora fiel en esta devoción. 

También en este día cumple años mi tía Conchita, conocida por algunos como Chita y por otros como Connie. Mi tía Chita es prima hermana de mi papá y crecieron juntos de niños, pues sus casas compartían una gran finca en el vecino estado de Coahuila. Así que esta maravillosa mujer es como si fuera hermana de mi padre y a través de ella reflexiono mucho en el regalo de la vida. Muchas veces ha compartido conmigo la historia de su vida, llena de la presencia de la Providencia Divina que nunca abandona, pues pasando por algunas etapas de la vida verdaderamente difíciles, siempre la he visto sonreír. Operada de corazón abierto hace años esa sonrisa no desparece ni se queda quieta, pues tía, a sus casi 90 años, sigue viajando desde su lugar de residencia en Minnesota, en los Estados Unidos para mantener unida a la familia que, por diversos motivos se encuentra dispersada por los Estados Unidos y el territorio mexicano. Ordinariamente desde las 5 de la mañana ya está frente a la computadora para hacer sus oraciones y conectarse con el mundo. ¡Cuántos recuerdos y momentos inolvidables he compartido con ella!

Finalmente voy a la persona de la Hna. Juanita Oropeza, misionera clarisa a quien mucha gente llama con cariño «madre Juanita», título que se ha ganado por vivir intensamente su vocación como religiosa de ser, como decía la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento «madre de las almas». Para mí también ella es como una tía. La conocí yo siendo adolescente, fue mi orientadora espiritual cuando estaba en el grupo de Van-Clar, de donde salí para ir al seminario. La hermana Juanita me ha acompañado en todo mi camino vocacional y el Señor, en su infinita bondad, me ha permitido, por diversos motivos y encomiendas, seguir caminando a su lado y aprender momento a momento de las maravillas que Dios hace en nuestras vidas compartiendo el hermoso carisma Inesiano. Esta maravillosa mujer, visitada por un sin fin de enfermedades y operada físicamente más de 20 veces camina siempre por la vida con una sonrisa en sus labios que parece imborrable y a sus más de 80 años sigue siendo un alma apostólica a quien es difícil frenar. Creo que me extendí mucho, pero como decía santa Teresita: «¡Amor con amor se paga!» Que María santísima siga siendo la fiel compañera de estas tres mujeres maravillosas. ¡Bendecido lunes y muchas felicidades a Angélica, Conchita y Juanita!

Padre Alfredo.

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