Hoy Jesús, en el Evangelio (Lc 9,46-50), recalca esto con un ejemplo sencillo: «El que reciba a este niño —un niño que puso en medio de todos— en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe también al que me ha enviado. En realidad el más pequeño entre todos ustedes, ése es el más grande». El niño era, en la sociedad de su tiempo, el miembro más débil, indefenso y poco representativo, era el que servía a todos los de casa, por eso a ése le pone Jesús como modelo.
El llamado de Jesús pone de manifiesto que las aspiraciones de todo discípulo–misionero no deben imitar las aspiraciones de los seguidores de los fariseos. Éstos sólo buscaban el reconocimiento y la popularidad manipulando a la gente para ganar posición social. El discípulo–misionero de Jesús no se debe montar en ese tren, sino que, siguiendo el ejemplo del niño sirviente, se pondrá en el último lugar para servir y animar a los hermanos. Sólo la actitud de servicio le dará una nueva dimensión al ser humano. Pidamos a María Santísima que nos eche una manita con su ayuda y protección para ser siempre servidores al estilo de Jesús. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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