Para el mediodía, ya estábamos, también el padre Pepe y yo en la Curia Arzobispal de aquí de Monterrey para arreglar varios asuntos. Dios nos regaló la bendición de uno de los obispos auxiliares y el saludar a otros más. De allí, entre el ir y venir de vehículos que se sumergen en un tráfico que ahoga, llegamos a casa de mi madre a pedir un taquito y continuar las correrías del día a ir por el rumbo de Las Cumbres a otro asunto pendiente... ¡El tráfico vehicular allí es inimaginable hasta no vivirlo, tanto de ida como de regreso! Dejé al padre Pepe en nuestra Casa Fundacional y el resto de la tarde fue para vivirlo en la oficina parroquial atendiendo varios pendientes y rezando Hora Intermedia y Vísperas a como Dios me dio a entender, además de estar tomando agua y más agua para completar los dos litros que pidieron por el Angiotac, para desechar el líquido de contraste que nos inyectaron en la mañana. De allí siguió la Santa Misa, un oasis encantador en medio del trajín experimentando la paz que da el Señor en el altar y terminar el día en la parroquia en junta con el equipo del proyecto de Pastoral Familiar casi a las 9:30 de la noche.
El día aún no acaba. Llegué a casa a cenar y luego Dios nos regaló a mi madre y a mí la refrescante visita de unos amigos muy queridos que compartieron un rato, de esos que no se olvidan fácil, en una amena plática familiar. Hace rato recé el Rosario en Facebook, como todos los días trato de hacerlo y ahora escribo este pequeño pensamiento que es para el sábado y que ordinariamente a las 3 o 4 de la tarde ya está listo para el día siguiente... ¿Y saben qué? No he comentado nada del Evangelio de mañana y la hoja se me termina... El evangelio de este día es un fragmento (Lc 6,1-5) que se va repitiendo en unos y otros evangelistas con mensaje idéntico: Cristo está por encima de la Ley, y el hombre está sobre el sábado. Leyendo esto uno ve que no vale la pena hacer caprichos funestos sino poner la Ley del Espíritu como norma de vida, verdad y amor. Esa Ley que se graba en nuestro corazón y que nos hace amar a Dios en cada momento, en cada pequeño espacio de tiempo de todo lo que hacemos en un día bajo la mirada de María, la Virgen. Bueno, se me acaba la página para seguir escribiendo, pero lo más importante es que han visto que en la vida de un sacerdote misionero y Misionero de Cristo para la Iglesia Universal y Misionero de la Misericordia hay de todo, y todo va regido por la Ley del amor de Dios. Los dejo para rezar el Oficio de Lecturas y mis Completas ¡Bendecido sábado!
Padre Alfredo.
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