Me detengo ahora a ver el tipo de personas que el pasaje describe como las de «corazón bueno y recto» que son las que «retienen la palabra y dan fruto con perseverancia». Esto nos enseña que si queremos que la palabra de Dios de fruto en nuestras vidas, tenemos que tener un corazón sencillo y una mente abierta para escuchar, comprender, asimilar y poner en práctica la palabra de Dios, aferrándose fuertemente a ella. Así que es importante que en nuestra vida haya mucha oración, para entender, tener paciencia y atesorar la palabra en nuestros corazones con el deseo de guardarla en el corazón —como María— y hacerla vida.
Vivamos abiertos a la palabra de Dios, alimentemos nuestro corazón hasta el grado de hacerlo buena tierra y, unidos al sembrador que sale a sembrar, hagamos fructificar esa semilla pues el mundo en que vivimos necesita alimentarse del pan de nuestra vida cristiana, del pan de nuestra fe. Seamos campo de cultivo al servicio del Reino de Dios y de esta humanidad hambrienta del verdadero pan de vida que no lo va a encontrar en ninguna otra parte. Que María, que es la primera en escuchar la Palabra y ponerla en práctica nos ayude. ¡Bendecido sábado!
Padre Alfredo.
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