Para Cristo era importante el tiempo y su uso, él también fue de prisa recorriendo poblados y ciudades anunciando eso, la llegada del Reino. Hoy en el Evangelio (Lc 5,1-11) lo contemplamos urgiendo a los apóstoles a llevar la barca mar adentro, aunque Pedro le alega que ya han tratado de pescar toda la noche y no han logrado nada. Parece que han perdido el tiempo y este avanzó con inmensa lentitud... ¡tiempo perdido! Pero Jesús les hace ver que el tiempo sigue corriendo y la pesca resultará todo un éxito. Seguramente ese momento sí les pasó muy de prisa.
Es que no es lo mismo vivir el tiempo a solas o lejos de Dios y sus disposiciones, que hacerlo con él y siguiendo lo que nos invita a realizar. Me parece que a los que vamos caminando en este dinamismo del Reino el tiempo pasa rápido porque vamos de la mano de Cristo. Cierro esta breve reflexión con una oración: «Señor, dueño del tiempo, Tú nos has seducido porque eres un Dios de ternura, con la solicitud por nosotros y nuestro tiempo. Tu amor se ha hecho pasión para revelarnos tu proyecto: prendernos en las redes de tu benevolencia. Haz que sepamos abandonarnos a semejante pasión: danos aprovechar, acompañados de tu Madre santísima, el tiempo que nos das. Amén». ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!
Padre Alfredo.
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