lunes, 12 de septiembre de 2022

«Jesús, el centurión, el enfermo y nosotros»... Un pequeño pensamiento para hoy


El evangelio de hoy nos presenta la escena del centurión romano que pide a Jesús la curación de uno de sus criados más queridos que tenía muy enfermo y a punto de morir (Lc 7,1-10). El pasaje nos muestra a un centurión —un suboficial de mayor rango en el ejército legionario de infantería— que era uno de aquellos paganos a los que ya no satisfacían los mitos politeístas, cuya hambre religiosa no se saciaba con la sabiduría de los filósofos y que, por consiguiente, simpatizaba con el monoteísmo judaico y con la moral que de él derivaba. Su fe en el Dios único, su amor y su temor de Dios lo manifestaba en el amor al pueblo de Dios y en la solicitud por la sinagoga que él mismo había edificado. Sus sentimientos se expresaban en obras.

La actitud de este centurión es de humilde respeto: no se atreve a ir él personalmente a ver a Jesús, ni le invita a venir a su casa, porque ya sabe que los judíos no pueden entrar en casa de un pagano. Pero tiene confianza en la fuerza curativa de Jesús, que él relaciona con las claves de mando y obediencia de la vida militar. Jesús alaba la fe de este extranjero. Después de tantos rechazos entre los suyos, es reconfortante encontrar una fe así: «les digo que ni en Israel he encontrado tanta fe».

La actitud de aquel centurión y la alabanza de Jesús son una lección para que revisemos nuestros archivos mentales, en los que a veces a una persona, por no ser «de los nuestros», la hacemos a un lado o no le damos la importancia que se merece. Ante esto hay que preguntarnos: ¿Sabemos reconocer los valores que tienen «los otros», los que no son de nuestra cultura, de nuestra raza, de nuestra lengua o de nuestra religión? ¿Sabemos dialogar con ellos, ayudarles en lo que podemos? ¿Nos alegramos de que el bien no sea una cuestión exclusiva nuestra? Por otra parte, podemos identificarnos con el criado enfermo para que también podamos ver que si nos humillamos ante nuestro Señor y Salvador, Él viene y se acerca a curarnos. Así, dejemos a Jesús penetrar nuestro espíritu, en nuestra casa, para curar y fortalecer nuestra fe y para llevarnos, de la mano de su Madre santísima, hacia la vida eterna. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

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