jueves, 29 de septiembre de 2022

«Los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy en la Iglesia celebramos a los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. El Evangelio ilumina con el pasaje de la liturgia de la palabra de la misa la realidad de la existencia de los ángeles (Jn 1,47-51). El Catecismo de la Iglesia católica afirma: «La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición» (n.° 328). El nombre de «ángel» no es nombre de naturaleza, sino de oficio, de función. Por su naturaleza es «espíritu», por su función es «ángel» (cf. San Agustín: Psal. 103, 1, 15).

La palabra «ángel» proviene del latín angelus, que significa «mensajero de Dios». El latín proviene del griego ἄγγελος ángelos, que es una traducción del hebreo mal’ākh, que significa «mensajero», «delegado» o «embajador». Cuando se trata del término «arcángel», la palabra incluye el prefijo «arco», que se usa para denotar algo como «jefe» o «principal». Un «arcángel», por lo tanto, es un «mensajero principal» de Dios. Los arcángeles reciben los mensajes más importantes que deben entregarse a los humanos. Tal fue la tarea de san Gabriel, por ejemplo, cuando le dio la noticia a María de que ella iba a dar a luz al Mesías. A san Miguel lo encontramos en la sagrada Escritura sobre todo en el libro de Daniel, en la carta del apóstol san Judas Tadeo y en el Apocalipsis con su función de defendernos de las garras del enemigo. San Rafael se nos presenta, sobre todo en el libro de Tobías, como el ángel a quien está encomendada la misión de velar y curar.

Hoy es un buen día para ver y agradecer lo que los arcángeles hacen por nosotros también. Ellos tienen un papel importante en nuestro camino hacia la salvación y hay que preguntarnos: ¿Cuál es mi relación personal con los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael? Acostumbrémonos a encomendarnos a los arcángeles y honrémoslos para que no dejen de asistir a la Iglesia como defensa y protección, como alegre anuncio de la presencia de Dios en nuestras vidas y como luz que sana nuestros ojos. Agradezcamos a Dios el don de estos poderosos amigos e invoquémosles como protectores celestiales, juntamente con aquella que es Reina de los Ángeles, para nuestro bien y el de toda la Iglesia. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

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