En el relato podemos ver que Dios pide cuentas a los dirigentes; envía dos grupos de criados, que pueden corresponder a los profetas de antes y después de la deportación a Babilonia. Los malos tratamientos que sufren por parte de los labradores marcan una progresión ascendente: apalear, matar, apedrear, mostrando el empeoramiento progresivo de las relaciones del pueblo con Dios. El segundo grupo de criados, más numeroso que el primero, sufre los mismos malos tratos. Los dirigentes tampoco responden a su mensaje. La historia de Israel está dominada por la infidelidad a Dios. Pasa un período de tiempo («por último»). El dueño está seguro de que a su hijo lo respetarán; Dios espera siempre una respuesta del hombre. La expectación del dueño se ve defraudada. Los labradores reconocen inmediatamente al hijo; no hay vacilación, pero deciden matarlo. Su crimen no es consecuencia de un error trágico; tienen plena conciencia de la gravedad de su acción.
Jesús expone esta alegoría a una «multitud de judíos y a los sumos sacerdotes», dándoles a entender claramente quiénes son los actores de la escena real «parabolizada» en esta alegoría. El viñador propietario es Dios Padre que planta como viña su Casa de Israel, Pueblo suyo. Los obreros de la viña o Pueblo son los judíos, principalmente sus responsables, sacerdotes... Enviados a ajustar cuentas son los profetas, mensajeros de la verdad en nombre de Dios. El último enviado es el Hijo de Dios, Jesús mismo, al que le darán muerte, expulsándolo fuera de la ciudad, del templo del pueblo. Pidamos al Señor, a la luz de esta enseñanza, que seamos capaces de dar cuenta de nuestras miserias e infidelidades y que en este tiempo de cuaresma, con ayuda de la Santísima Virgen trabajemos en nuestra conversión. ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario