Desde nuestra mirada de fe, el hombre que es feliz es aquel que no practica el pecado, ni participa de las cosas que hacen los pecadores, sino que se aleja de los malos caminos. Y si por algún motivo, comete algún pecado se arrepiente porque quiere alejarse del mal y agradar a Dios. Por esta razón, el hombre sabio es aquel que aprovecha la Cuaresma para crecer en el temor de Dios guardando sus mandamientos con más fidelidad. El discípulo–misionero de Cristo que viva en plenitud la Cuaresma será feliz y bienaventurado, será doblemente dichoso. Aunque el salmo, al final habla del hombre malvado, no quiero ir a esa parte, sino al segundo párrafo, como lo acomoda el salmo responsorial y con eso termino la reflexión.
El salmo dice que este hombre dichoso es «como un árbol plantado junto al río, que da fruto a su tiempo y nunca se marchita». El salmista afirma que «en todo tendrá éxito». Esto es para ponerse a pensar que de igual manera que un árbol junto al río, nutre sus raíces del agua que absorbe para su crecimiento, lo mismo ocurre con el creyente que se alimenta de la Palabra de Dios, crece en su vida espiritual y da frutos para Dios. ¡Qué gran oportunidad en esta Cuaresma de llenarnos de la Palabra de Dios! En este tiempo de Cuaresma, una de las prácticas para crecer en la oración que podemos hacer es tomar el libro de los salmos, meditar y deleitarse en la Palabra de Dios y no en tanta palabrería del mundo de hoy que nos bombardea con todo de tipo de información que muchas veces nos aleja e Dios. Pidamos a María, que siempre fue «dichosa» que nos ayude a caminar con fe en esta Cuaresma. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!
Padre Alfredo.
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