martes, 22 de marzo de 2022

«La oración de Azarías»... Un pequeño pensamiento para hoy


Qué bonita y qué sentida oración penitencial nos ofrece hoy el libro de Daniel en la primera lectura de la misa (Dm 3,25,34-43). Es una oración en labios de Azarías, uno de los tres jóvenes condenados en Babilonia al horno de fuego por no querer adorar a los ídolos falsos y ser fieles a su fe. Me hace pensar en la valiosa oración de muchos jóvenes, como los de los grupos de nuestra parroquia de Nuestra Señora del Rosario y los de Van-Clar jóvenes, que sé que se mueven muchos de ellos en ambientes que muchas veces son ateos, como el escenario en donde se movía Azarías y sus compañeros. Esta oración reconoce el pecado del pueblo: «estamos humillados a causa de nuestros pecados»; expresa ante Dios el arrepentimiento: «acepta nuestro corazón arrepentido como un holocausto de carneros y toros»; y el propósito de cambio: «ahora te seguimos de todo corazón, buscamos tu rostro».

Estamos en Cuaresma, un tiempo litúrgico ideal para reconocer nuestros pecados, no solamente los personales, sino el pecado social de nuestro pueblo; un tiempo para vivir el arrepentimiento de todo corazón y un espacio para el cambio de vida. Vale la pena leer detenidamente este fragmento de la Sagrada Escritura que nos ayuda a todos, no solamente a los jóvenes, a ver cómo estamos viviendo nuestra tarea cuaresmal y le digamos al Señor: «no nos desampares, no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tu misericordia... trátanos según tu clemencia y tu abundante misericordia». La Cuaresma es el tiempo del perdón. De reconciliación en todas las direcciones, con Dios y con el prójimo. No echemos mano de excusas para no perdonar: la justicia, la pedagogía, la lección que tienen que aprender los demás. Dios nos ha perdonado sin tantas distinciones. Como David perdonó a Saúl, y José a sus hermanos, y Esteban a los que le apedreaban, y Jesús a los que le clavaban en la cruz.

Por eso nos conviene también hoy detenernos en el evangelio del día (Mt 18,21-35) en el que Jesús nos presenta otra consigna más, que sepamos perdonar nosotros a los demás. La pregunta de Pedro, en este trozo evangélico es razonable, según nuestras medidas. Le parece que ya es mucho perdonar siete veces. No es fácil perdonar una vez, pero siete veces es el colmo. Y recibe una respuesta que no se esperaba: hay que perdonar setenta veces siete, o sea, siempre. La parábola de Jesús, como todas las suyas, expresa muy claramente el mensaje que quiere transmitir. Nos deja una gran enseñanza: hay que perdonar porque nosotros hemos sido perdonados. Sigamos caminando en esta dinámica del perdón en la Cuaresma pidiéndole a la Santísima Virgen que nos ayude intercediendo por nosotros para transformar nuestro corazón de piedra en un corazón de carne. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

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