En María santísima, el Hijo de Dios se hace hombre, cumpliéndose así la profecía de Isaías: «Miren, la virgen está encinta y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”» (Is 7,14). Jesús, el Verbo hecho carne, es el Dios-con-nosotros, que ha venido a habitar entre nosotros y a compartir nuestra misma condición humana. El apóstol san Juan lo expresa de la siguiente manera: «Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros» (Jn 1,14). La expresión «se hizo carne» apunta a la realidad humana más concreta y tangible. En Cristo, que se hizo en todo semejante a nosotros, menos en el pecado, Dios ha venido realmente al mundo, ha entrado en nuestra historia, ha puesto su morada entre nosotros, cumpliéndose así la íntima aspiración del ser humano de que el mundo sea realmente un hogar para el hombre.
El Papa emérito, Benedicto XVI, en una de sus homilías para esta fiesta expresa esto que nos anima: «Toda comunidad eclesial, como la Madre de Cristo, está llamada a acoger con plena disponibilidad el misterio de Dios que viene a habitar en ella y la impulsa por las sendas del amor» (25 de marzo de 2006). Así que cada uno de nosotros estamos llamados a abrir las puertas de nuestro corazón para recibir a Cristo pronunciando nuestro «sí». Dejemos entrar al Señor en nuestras vidas y regresemos después de este día de fiesta a la vivencia de la Cuaresma camino a la Pascua del Señor. ¡Bendecido viernes bajo la mirada dulce de María!
Padre Alfredo.
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