jueves, 31 de marzo de 2022

«El testimonio de Jesús»... Un pequeño pensamiento para hoy


No siempre me puedo centrar de inmediato en las ideas que quiero compartir desde mi pequeño pensamiento. Y cuando me topo con fragmentos del Evangelio como el de hoy, me sucede más. Me tardo en armar lo que quiero comunicar. Pero entrando en materia, quisiera empezar recordando que en el evangelio de san Juan, los judíos constantemente entran en conflicto con Jesús porque no comprenden que la Escritura es una mediación para entrar en comunión con el Dios de la vida y con la vida del pueblo, y no como ellos que terminan idolatrando la ley. Así paso a contemplar el pasaje de hoy (Jn 5,31-47) en el que Jesús sigue presentando su defensa como si estuviera ante un tribunal. Pero hay algo interesante, y es que de acusado él pasa a acusador, al demostrar con una serie de testigos la ceguera, la sordera y la falta de fe de sus adversarios que llevan una vida solamente con prácticas externas que no logran tocar el corazón para cambiarlo a la luz de la Palabra de Dios. 

Dan testimonio de Jesús, Juan el Bautista, sus obras realizadas, la Escritura y Moisés —a quien la liturgia de la Palabra de hoy contempla en la primera lectura (Ex 32,7-14)—. Jesús resalta la importancia de las obras al considerarlas como un testimonio mayor que el del Bautista. Las obras son los signos realizados. Así como el pueblo veía y era consciente de las obras realizadas por Dios en la historia de Israel, desde la liberación de Egipto hasta el momento mismo de Jesús, en la práctica de la vida cotidiana las olvidaba. De igual manera, aunque ha visto las obras de Jesús, el pueblo no se ha convertido a su Palabra. No hay duda de que para los cristianos las obras son la mejor manera de demostrar la fe en el Señor Jesús. 

Así, en este trozo del Evangelio, se habla del misterio de creer en Dios mismo. Pero ¿en qué Dios? Moisés hizo añicos el becerro de oro, porque confundían a su Dios con el oro o con un toro sagrado. Y contra esa iniquidad fulmina desde el cielo rayos incandescentes. El Dios de nuestra fe ha de ser un Dios puro, espiritual. Pero ¿qué nos sucede cuando Jesús nos revela el rostro verdadero de Dios en términos de amor, paternidad, misericordia, y nos da a su Hijo para nuestra salvación? ¿Le creemos de verdad y nos entregamos a él? Los signos de amor, paternidad, misericordia, compasión están ahí; pero muchos no creen. Les falta grandeza de mente y corazón. En nuestro camino cuaresmal con la intercesión maravillosa de la Virgen María, le pedimos al Señor que nos dé un corazón puro en el amor, una mente limpia en la verdad, una búsqueda constante de él. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 30 de marzo de 2022

«Jesús obra en nombre de su Padre»... Un pequeño pensamiento para hoy


Jesús «obra» siempre en nombre de Dios, su Padre. Igual que Dios da vida, Jesús ha venido a comunicar vida, a curar, a resucitar. Su voz, que es voz del Padre, será eficaz. El hecho de que hace milagros es una revelación cada vez más clara de su condición de enviado de Dios. Más aun, de su divinidad, como Hijo del Padre. El Evangelio de hoy (Jn 5,17-30) nos habla un poco de esto. Los que crean en Jesús y le acepten como al enviado de Dios son los que tendrán vida. Los que no, ellos mismos se van a ver excluidos. El regalo que Dios ha hecho a la humanidad en su Hijo es, a la vez, don y juicio.

Este pasaje de hoy se nos muestra otra faceta importantísima de Dios: su omnipotencia, que lo hace todo, pero se revela como trabajador en equipo con el Hijo; o mejor, muestra al Hijo que es enviado por el Padre a cumplir una labor, la de transmitir la Palabra de su parte. Este era un tema espinoso para la estructura religiosa judía que ve perder una de las características de Dios. Tema fundamental para la propuesta de Jesús, donde Dios es Padre, Abbá, siempre cercano.

Pero a ese Dios omnipotente hay que hablarle, relacionarse con él, conocer su palabra, aceptar su propuesta: la resurrección, como una propuesta de ser más humano con Dios y con su Hijo, como una propuesta de ser distinto, de lograr superar una simple condición, como una manera de llegar a ser con Dios algo diferente que creatura y creador, ser Hijo del Padre, enviado de él, trabajador con él. Así, en estos días nos viene muy todo esto para que sigamos el camino hacia la Pascua. María santísima nos ayude. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 29 de marzo de 2022

«Agua viva que cura y salva»... Un pequeño pensamiento para hoy


El tema del agua que cura y salva ocupa hoy un espacio muy importante en la liturgia de la palabra del día de hoy. En el marco de la Cuaresma, las lecturas y el salmo de hoy nos hacer ir al recuerdo de nuestro Bautismo, que tendrá su actualización más densa en la Vigilia Pascual. Las aguas que brotan del Templo en la primera lectura (Ez 47,1-9.12) , o sea, que vienen de Dios, purifican y curan todo a su paso, hacen que los campos produzcan fértiles frutos y que el mar muerto se llene de vida. Es un hermoso simbolismo que volveremos a escuchar en la Vigilia Pascual. Apunta, por una parte, con un recuerdo de añoranza, al paraíso inicial de la humanidad, regado por cuatro ríos de agua, y, por otra, al futuro mesiánico, que será como un nuevo paraíso.

Por su parte el Evangelio (Jn 5,1-16) nos habla de la piscina de Betesdá, que tenía aguas medicinales. Pero al pobre hombre paralítico que la escena nos presenta, nadie le ayudaba a llegar al agua. Cristo le cura directamente. No sin reacciones contrarias por parte de sus enemigos, porque este signo milagroso lo había hecho precisamente en sábado. El agua, tanto la que anuncia poéticamente el profeta como la del milagro de Jesús, estará muy presente en la Noche de Pascua. De Cristo Resucitado es de quien brota el agua que apaga nuestra sed y fertiliza nuestros campos. Su Pascua es fuente de vida, la acequia de Dios que riega y alegra nuestra ciudad, si le dejamos correr por sus calles. ¿Vamos a dejar que Dios riegue nuestro jardín? El agua es Cristo mismo. Baste recordar el diálogo con la mujer samaritana junto al pozo, en Juan 4: él es «el agua viva» que quita de verdad la sed. 

Finalmente quiero ir al salmo (Salmo 45), que se refiere a nuestra pequeña historia: «el correr de las acequias alegra la ciudad de Dios... teniendo a Dios en medio, no vacila». El agua salvadora de Dios es su palabra, su gracia, sus sacramentos, su Eucaristía, la ayuda de los hermanos, la oración. La aspersión bautismal de los domingos y sobre todo la de la Vigilia Pascual nos quieren comunicar simbólica y realmente esta agua salvadora del Señor. Este salmo alienta a la esperanza y la confianza en Dios; en su poder y la providencia, y su amable presencia, con su iglesia en el peor de los tiempos. El río alude a las gracias y consolaciones del Espíritu Santo, que fluyen alegrando el corazón de cada creyente. Pidamos, por intercesión de la santísima Virgen María, que sepamos aprovechar estos días que quedan de la Cuaresma para llenarnos de dicha con la Pascua de Cristo. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

P.D.  Quiero compartirles que estoy muy contento y agradecido con Dios. Mi madre cumple hoy martes 87 años y con ella, mi hermano y su familia agradecemos este don de una vida larga y fecunda en Blanca Margarita. Gracias a Dios, a su edad está muy bien y muy activa. Dios la llene de bendiciones.

lunes, 28 de marzo de 2022

«Un cielo nuevo y una tierra nueva»... Un pequeño pensamiento para hoy


Ayer celebramos en nuestro caminar de la Cuaresma el «Domingo Laetare», un día para reflexionar en que este camino de oración, sacrificio y limosna nos lleva a la alegría de la Pascua para resucitar a una vida nueva en Cristo Resucitado. Hoy, en el fragmento de la primera lectura de la Misa, el profeta Isaías nos habla de una nueva creación. Dios hace nuevas todas las cosas, colmando a su pueblo de vida, de alegría, de conciliación (Is 65,17-21). 

La Iglesia primitiva —es decir, los primeros cristianos— confiesa, como atestiguan los escritos del Nuevo Testamento, que con la muerte y resurrección de Jesús ha comenzado ya la nueva creación, los «cielos nuevos y la tierra nueva»; tal comienzo es imperceptible, pero no se detendrá. La creación antigua sigue existiendo, pero la nueva se ha impuesto y desplaza cada vez más a la primera. La historia humana sigue dominada, en gran parte, por el pecado, la corrupción y la muerte; pero algo va cambiando. La convivencia del lobo y del cordero significa que el odio y la hostilidad deben dar paso al amor; la injusticia, al derecho. De hecho, los «cielos nuevos y la tierra nueva» de los que habla Isaías consisten en una nueva relación con Dios y en una nueva justicia con los hombres. Esta existencia ha sido diseñada por el mismo Jesús. Quien sigue sus pasos es una nueva criatura: «El que está en Cristo es una nueva criatura; lo viejo ha pasado; mirad, existe algo nuevo» (2Co 5,17).

Dios está siempre proyectando un cielo nuevo y una tierra nueva, porque Dios quiere que el hombre y la sociedad vuelvan al estado primero de felicidad, equilibrio y armonía. La Cuaresma nos sirve, como tiempo propicio, a trabajar en la conversión para alcanzar esa novedad de vida. ¿Cómo estamos viviendo esto en este tiempo privilegiado con ayuda del ayuno, de la oración intensa y de la limosna que podamos ofrecer? Que María Santísima nos ayude a no perder de vista los cielos nuevos y la tierra nueva resucitando a una nueva vida en la Pascua. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 27 de marzo de 2022

«El padre misericordioso y los dos hijos»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy la liturgia de la palabra, en el Evangelio, nos presenta uno de los pasajes más sublimes de la Sagrada Escritura en el relato del hijo pródigo (Lc 15,1-3.11-32). Es un fragmento largo pero hermoso, una narración muy adecuada para este tiempo de Cuaresma que estamos viviendo. Vale la pena detenerse a leer con calma y adentrarse en cada uno de los personajes de esta encantadora parábola que es un canto a la Misericordia de Dios y una palabra de ánimo al pecador hundido que necesita enterarse de que su vida tiene solución y al pecador soberbio que se ha encerrado en sí mismo. Sí, y es que me refiero a los dos hijos, el que se va y malgasta todo y el que se queda como esclavo en casa de su padre ensimismado y quejumbroso. La Cuaresma está aquí: Buena Noticia y oportunidad, tanto para los pródigos que han de tragar con amargura sus lágrimas, como para quienes son llamados a convertirse de esclavos en hijos.

No hace falta mucha reflexión para reconocernos total o parcialmente en los rasgos con que Jesús define al hijo pródigo. Como él, todos nosotros, sin excepción, hemos aceptado la herencia de Dios y como él todos pretendemos vivir a nuestras anchas. Esa es la imagen del pecador, ésa la caricatura del pecado. Porque en eso consiste el pecado: en usar lo que hemos recibido de Dios sin contar con Dios, peor aún, contando con que Dios no se entere. Tampoco hace falta mucho esfuerzo para reconocernos, como en un espejo, en la actitud mezquina y calculada del hermano mayor. Su desprecio frente al hermano descarriado refleja muy bien la nuestra frente a los pecadores, los delincuentes, las mujeres de la mala vida, los maleantes o de vida dudosa. Nuestra arrogancia en creernos mejores que los demás, por el mero hecho de no ser descubiertos como ellos, nuestra hipocresía al ocultar nuestras faltas y exagerar las del prójimo.

La parábola, además de los dos hijos nos presenta al padre que es amor. Amor alegre. La alegría por el «perdido» encontrado y la alegría de salir a buscar al engreído que está en casa sin realmente estarlo. El padre es un Dios que, misteriosamente, ama más a los pecadores que «se dejan querer» y es un Dios que puede mostrar y expresar la inmensidad desconcertante de su amor. Los pecadores se ven perdidos y endeudados con Dios. Este padre es amor a lo grande, sin normas, cortapisas ni fronteras; amor en el que caben todos: buenos y malos, morales e inmorales. Ciertamente, como he dicho, en nosotros están los dos hermanos. Nosotros somos la síntesis del pródigo y del mayor. Pero, hay algo que debemos considerar: nosotros debemos ser más bien como el padre de la parábola, que es misericordioso y que sale al encuentro de los dos. En esta parábola está todo el Evangelio de Jesús, toda la historia de la salvación: la llamada de Dios y la respuesta del hombre. Sigamos caminando en Cuaresma vislumbrando la alegría de la Pascua con María. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 26 de marzo de 2022

«El fariseo y el publicano»... Un pequeño pensamiento para hoy


El evangelio de hoy (Lc 18,9-14) nos narra, en boca de Jesús, la parábola de dos hombres que subieron al Templo para orar diciéndonos que uno era fariseo y el otro publicano. Esos dos hombres entraron a orar, sin embargo, Jesús nos dice que su oración fue diversa. Mientras el fariseo era seguramente alguien muy íntegro ante los ojos de los demás, el otro era alguien carente de buena reputación. El relato nos hace ver que este último se mantenía a distancia de la gente, sin hacer elogios de su falta, sufriendo por el hecho de que los hombres le señalaran con el dedo. El fariseo centra su oración en él mismo sintiéndose superior a todos, ensimismado en que cumplía de pe a pa toda la ley. El publicano centraba su oración en Dios y en su infinita misericordia: «Dios mío, apártate de mí, que soy un pecador». 

Con esta parábola Jesús quiere ante todo decirnos que el pecador que reconoce su estado es amado por Dios... y tiene todas sus ventajas. Por el contrario, el orgulloso que se cree justo, se equivoca. Esta doctrina es esencial: es la que desarrolla san Pablo en la carta a los Romanos. El hombre no se justifica a sí mismo; su justicia, su rectitud, las recibe de otro, por gracia. El fariseo es, esencialmente, el que cree salvarse por sus propias obras, por el cumplimiento de la Ley. El publicano, por el contrario, es el pobre pecador que no llega a realizar su ideal, que tropieza incesantemente, que ya no cuenta con sus propias fuerzas. «Todos somos pecadores» nos recuerda con cierta frecuencia el Papa Francisco. Todo estamos necesitados de la misericordia de Dios.

Así, vale la pena ver en cuál de los dos personajes de la parábola nos sentimos retratados: en el que está orgulloso de sí mismo o en el pecador que invoca humildemente el perdón de Dios. Hay que ver que el fariseo, en el fondo, no deja actuar a Dios en su vida. Ya actúa él. El publicano se abre a la misericordia de Dios, que desea que cada hombre o mujer, lance un grito a esa su misericordia para poder inclinarse a su súplica y amarle. Dejémonos amar por Dios en esta Cuaresma y siempre. Con María sigamos caminando hacia la Pascua. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 25 de marzo de 2022

«La anunciación del Señor»... Un pequeño pensamiento para hoy


Celebramos hoy una de las fiestas marianas más hermosas del ciclo litúrgico, la solemnidad de la Anunciación del Señor. Por eso hacemos un alto en el camino cuaresmal y celebramos a la Reina de cielos y tierra agradeciendo que haya pronunciado el «sí» que nos trajo la salvación en Cristo. El evangelio de esta fiesta solemne nos narra el momento de la anunciación a María (Lc 1,26-38). La encarnación del Hijo de Dios es el misterio central de la fe cristiana, y en él, María ocupa un puesto de primer orden. Pero, ¿cuál es el significado de este misterio?

En María santísima, el Hijo de Dios se hace hombre, cumpliéndose así la profecía de Isaías: «Miren, la virgen está encinta y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”» (Is 7,14). Jesús, el Verbo hecho carne, es el Dios-con-nosotros, que ha venido a habitar entre nosotros y a compartir nuestra misma condición humana. El apóstol san Juan lo expresa de la siguiente manera: «Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros» (Jn 1,14). La expresión «se hizo carne» apunta a la realidad humana más concreta y tangible. En Cristo, que se hizo en todo semejante a nosotros, menos en el pecado, Dios ha venido realmente al mundo, ha entrado en nuestra historia, ha puesto su morada entre nosotros, cumpliéndose así la íntima aspiración del ser humano de que el mundo sea realmente un hogar para el hombre. 

El Papa emérito, Benedicto XVI, en una de sus homilías para esta fiesta expresa esto que nos anima: «Toda comunidad eclesial, como la Madre de Cristo, está llamada a acoger con plena disponibilidad el misterio de Dios que viene a habitar en ella y la impulsa por las sendas del amor» (25 de marzo de 2006). Así que cada uno de nosotros estamos llamados a abrir las puertas de nuestro corazón para recibir a Cristo pronunciando nuestro «sí». Dejemos entrar al Señor en nuestras vidas y regresemos después de este día de fiesta a la vivencia de la Cuaresma camino a la Pascua del Señor. ¡Bendecido viernes bajo la mirada dulce de María!

Padre Alfredo.

jueves, 24 de marzo de 2022

«Que bueno que tenemos la Cuaresma»... Un pequeño pensamiento para hoy


El libro de Jeremías, en la primera lectura de la misa de hoy (Jer 7,23-28) nos presenta un pasaje que es digno de reflexión en este periodo cuaresmal que estamos viviendo. El Dios que intima con su profeta, ha de confesarle su desánimo por un pueblo que rehúsa su amistad, que se aleja de él y de sus criterios, de sus mandamientos, de sus leyes. Esta lectura nos muestra el amargo reproche del Dios de la Alianza, que ha obrado misericordia, justicia y derecho sobre la tierra, y que se ve abandonado por su pueblo, a pesar de todos sus esfuerzos por hacerse escuchar.

El corazón del Pueblo elegido está herido, dividido, carcomido por bajos intereses, y los oráculos del profeta son tan duros que pueden dejar un mal sabor de boca. Pero conviene recordar que se producen en tiempos de un rey, el rey Joaquín, en que —como en nuestros tiempos— había muchos oídos sordos a la voz de Dios y mucha corrupción de corazones, sentimientos, justicia, religión, piedad. Por eso el profeta Jeremías, al que podemos ver como a una prefiguración de Jesús, lucha por desvelar esas interioridades hipócritas de personas autosuficientes. Éstas no se atienen a la verdad revelada por Dios y contradicen con hechos las buenas palabras; y bajo capa de fidelidades rituales se tragan sapos y mosquitos, grandes injusticias y detalles que afean cualquier rostro humano.

Que bueno que nosotros tenemos la Cuaresma, un espacio para provocar un cambio de corazones que hace posible el reencuentro de Dios con su pueblo en la verdad, en la justicia, en la paz. Es el tema en que vuelve a insistir Jesús en el evangelio de hoy (Lc 11,14-23) cuando le acusan de hacer maravillas en nombre del Belcebú que habita en su interior. Infelices mortales, les dice, ¿no saben que corazón dividido, reino dividido, pueblo dividido, están siempre amenazados de crisis y ruina? Sólo la armonía y unidad interior, la armonía y unidad familiar y social, la armonía de espíritu entre Dios y el hombre son fuente de bienestar. Pidamos todo esto por intercesión de María y sigamos aprovechando el tiempo de la Cuaresma. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 23 de marzo de 2022

«El valor de los actos de amor de cada día»... Un pequeño pensamiento para hoy


Sabemos que la Cuaresma es el tiempo de una vuelta decidida a Dios, o sea, a sus enseñanzas, a sus caminos, los que nos va mostrando cada día con su palabra. Vamos caminando hacia la Pascua sin seleccionar sólo aquello que nos gusta sino ofreciendo sacrificios, limosnas y ayunos que nos ayuden a purificar el corazón. Así que no nos quedamos en puras palabras. Cuaresma es tiempo de obras, de cambio de vida, de conversión. Es un tiempo en el que hay mucho que hacer para alcanzar la conversión a una vida mejor que muestre a los demás que estamos enamorados de Dios y por eso buscamos purificar nuestro corazón para darle mayor gloria con una nueva vida.

Hoy Jesús en el evangelio (Mt 5,17-19) nos habla del cumplimiento de la ley bien entendida, cosa que no es esclavitud, sino signo de una vivencia de amor y de libertad interior. La ley —los mandamientos de Dios, las normas de la vida familiar de la comunidad religiosa, o de la Iglesia— se puede cumplir sólo por evitar el castigo, o por un sentido del deber, o por amor. La Cuaresma nos enseña que el amor lo transforma todo y nos ayuda a ver, dentro de esta vivencia de la ley, el valor de las cosas pequeñas, de los detalles. El amor de cumplir las leyes de cada día está hecho de detalles, no tanto de cosas solemnes y heroicas. De hecho, los 10 mandamientos no piden cosas raras o complicadas, sino actos de amor.

Avanzamos en la vivencia de la Cuaresma a la luz de la palabra de Dios. Cada día nos miramos al espejo para ver si vamos conservando la imagen que Dios nos pide y seguimos trabajando en nuestra conversión. Cada día volvemos a la escuela, en la que el Maestro nos va ayudando en una formación permanente que nunca acaba. Es una de las consignas de la Cuaresma: poner más atención a esa palabra para contrarrestar otras muchas palabras que luego escuchamos en este mundo y que generalmente no coinciden con lo que nos ha dicho Dios. Pidamos la intercesión de María santísima para que nos ayude a que se note que algo cambia en nuestra vida porque nos preparamos a la Pascua, que es vida nueva con Cristo y como Cristo. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 22 de marzo de 2022

El Papa Francisco consagrará Rusia y Ucrania al Corazón Inmaculado el 25 de marzo de 2022...


El papa Francisco consagrará a Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María durante una celebración penitencial el 25 de marzo de 2022 en la Basílica de San Pedro en pleno apogeo de la guerra. El pontífice cumplirá un gesto de gran valor espiritual: durante una celebración penitencial en Cuaresma, unirá a los dos países de Europa del Este consagrándolos juntos a la Santísima Virgen.

El Papa Francisco ha pedido a los obispos del mundo que se unan él y lo acompañen en este solemne Acto de Consagración. Ya les ha enviado el texto de la oración mariana que es este:


«Acto de Consagración al Corazón Inmaculado de María de Rusia y Ucrania»:

«Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros, en esta hora de tribulación, recurrimos a ti. Tú eres nuestra Madre, nos amas y nos conoces, nada de lo que nos preocupa se te oculta. Madre de misericordia, muchas veces hemos experimentado tu ternura providente, tu presencia que nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe de la paz.

Nosotros hemos perdido la senda de la paz. Hemos olvidado la lección de las tragedias del siglo pasado, el sacrificio de millones de caídos en las guerras mundiales. Hemos desatendido los compromisos asumidos como Comunidad de Naciones y estamos traicionando los sueños de paz de los pueblos y las esperanzas de los jóvenes.

Nos hemos enfermado de avidez, nos hemos encerrado en intereses nacionalistas, nos hemos dejado endurecer por la indiferencia y paralizar por el egoísmo. Hemos preferido ignorar a Dios, convivir con nuestras falsedades, alimentar la agresividad, suprimir vidas y acumular armas, olvidándonos de que somos custodios de nuestro prójimo y de nuestra casa común.

Hemos destrozado con la guerra el jardín de la tierra, hemos herido con el pecado el corazón de nuestro Padre, que nos quiere hermanos y hermanas. Nos hemos vuelto indiferentes a todos y a todo, menos a nosotros mismos. Y con vergüenza decimos: perdónanos, Señor.

En la miseria del pecado, en nuestros cansancios y fragilidades, en el misterio de la iniquidad del mal y de la guerra, tú, Madre Santa, nos recuerdas que Dios no nos abandona, sino que continúa mirándonos con amor, deseoso de perdonarnos y levantarnos de nuevo. Es Él quien te ha entregado a nosotros y ha puesto en tu Corazón inmaculado un refugio para la Iglesia y para la humanidad. Por su bondad divina estás con nosotros, e incluso en las vicisitudes más adversas de la historia nos conduces con ternura.

Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros, tus hijos queridos que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión.

En esta hora oscura, ven a socorrernos y consolarnos. Repite a cada uno de nosotros: “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo. Ponemos nuestra confianza en ti. Estamos seguros de que tú, sobre todo en estos momentos de prueba, no desprecias nuestras súplicas y acudes en nuestro auxilio.

Así lo hiciste en Caná de Galilea, cuando apresuraste la hora de la intervención de Jesús e introdujiste su primer signo en el mundo. Cuando la fiesta se había convertido en tristeza le dijiste: «No tienen vino» (Jn 2,3).

Repíteselo otra vez a Dios, oh Madre, porque hoy hemos terminado el vino de la esperanza, se ha desvanecido la alegría, se ha aguado la fraternidad. Hemos perdido la humanidad, hemos estropeado la paz. Nos hemos vuelto capaces de todo tipo de violencia y destrucción. Necesitamos urgentemente tu ayuda materna.

Acoge, oh Madre, nuestra súplica.

Tú, estrella del mar, no nos dejes naufragar en la tormenta de la guerra.

Tú, arca de la nueva alianza, inspira proyectos y caminos de reconciliación. Tú, “tierra del Cielo”, vuelve a traer la armonía de Dios al mundo.

Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar.

Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear.

Reina del Rosario, despierta en nosotros la necesidad de orar y de amar. Reina de la familia humana, muestra a los pueblos la senda de la fraternidad. Reina de la paz, obtén para el mundo la paz.

Que tu llanto, oh Madre, conmueva nuestros corazones endurecidos. Que las lágrimas que has derramado por nosotros hagan florecer este valle que nuestro odio ha secado. Y mientras el ruido de las armas no enmudece, que tu oración nos disponga a la paz.

Que tus manos maternas acaricien a los que sufren y huyen bajo el peso de las bombas. Que tu abrazo materno consuele a los que se ven obligados a dejar sus hogares y su país. Que tu Corazón afligido nos mueva a la compasión, nos impulse a abrir puertas y a hacernos cargo de la humanidad herida y descartada.

Santa Madre de Dios, mientras estabas al pie de la cruz, Jesús, viendo al discípulo junto a ti, te dijo: «Ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26), y así nos encomendó a ti. Después dijo al discípulo, a cada uno de nosotros: «Ahí tienes a tu madre» (v. 27).

Madre, queremos acogerte ahora en nuestra vida y en nuestra historia. En esta hora la humanidad, agotada y abrumada, está contigo al pie de la cruz. Y necesita encomendarse a ti, consagrarse a Cristo a través de ti.

El pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que te veneran con amor, recurren a ti, mientras tu Corazón palpita por ellos y por todos los pueblos diezmados a causa de la guerra, el hambre, las injusticias y la miseria.

Por eso, Madre de Dios y nuestra, nosotros solemnemente encomendamos y consagramos a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la Iglesia y la humanidad entera, de manera especial Rusia y Ucrania.

Acoge este acto nuestro que realizamos con confianza y amor, haz que cese la guerra, provee al mundo de paz. El “sí” que brotó de tu Corazón abrió las puertas de la historia al Príncipe de la paz; confiamos que, por medio de tu Corazón, la paz llegará.

A ti, pues, te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y las aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo.

Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y el dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas. Mujer del sí, sobre la que descendió el Espíritu Santo, vuelve a traernos la armonía de Dios.

Tú que eres “fuente viva de esperanza”, disipa la sequedad de nuestros corazones. Tú que has tejido la humanidad de Jesús, haz de nosotros constructores de comunión. Tú que has recorrido nuestros caminos, guíanos por sendas de paz.

Amén».


Unámonos todos en oración este 25 de marzo de 2022.

«La oración de Azarías»... Un pequeño pensamiento para hoy


Qué bonita y qué sentida oración penitencial nos ofrece hoy el libro de Daniel en la primera lectura de la misa (Dm 3,25,34-43). Es una oración en labios de Azarías, uno de los tres jóvenes condenados en Babilonia al horno de fuego por no querer adorar a los ídolos falsos y ser fieles a su fe. Me hace pensar en la valiosa oración de muchos jóvenes, como los de los grupos de nuestra parroquia de Nuestra Señora del Rosario y los de Van-Clar jóvenes, que sé que se mueven muchos de ellos en ambientes que muchas veces son ateos, como el escenario en donde se movía Azarías y sus compañeros. Esta oración reconoce el pecado del pueblo: «estamos humillados a causa de nuestros pecados»; expresa ante Dios el arrepentimiento: «acepta nuestro corazón arrepentido como un holocausto de carneros y toros»; y el propósito de cambio: «ahora te seguimos de todo corazón, buscamos tu rostro».

Estamos en Cuaresma, un tiempo litúrgico ideal para reconocer nuestros pecados, no solamente los personales, sino el pecado social de nuestro pueblo; un tiempo para vivir el arrepentimiento de todo corazón y un espacio para el cambio de vida. Vale la pena leer detenidamente este fragmento de la Sagrada Escritura que nos ayuda a todos, no solamente a los jóvenes, a ver cómo estamos viviendo nuestra tarea cuaresmal y le digamos al Señor: «no nos desampares, no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tu misericordia... trátanos según tu clemencia y tu abundante misericordia». La Cuaresma es el tiempo del perdón. De reconciliación en todas las direcciones, con Dios y con el prójimo. No echemos mano de excusas para no perdonar: la justicia, la pedagogía, la lección que tienen que aprender los demás. Dios nos ha perdonado sin tantas distinciones. Como David perdonó a Saúl, y José a sus hermanos, y Esteban a los que le apedreaban, y Jesús a los que le clavaban en la cruz.

Por eso nos conviene también hoy detenernos en el evangelio del día (Mt 18,21-35) en el que Jesús nos presenta otra consigna más, que sepamos perdonar nosotros a los demás. La pregunta de Pedro, en este trozo evangélico es razonable, según nuestras medidas. Le parece que ya es mucho perdonar siete veces. No es fácil perdonar una vez, pero siete veces es el colmo. Y recibe una respuesta que no se esperaba: hay que perdonar setenta veces siete, o sea, siempre. La parábola de Jesús, como todas las suyas, expresa muy claramente el mensaje que quiere transmitir. Nos deja una gran enseñanza: hay que perdonar porque nosotros hemos sido perdonados. Sigamos caminando en esta dinámica del perdón en la Cuaresma pidiéndole a la Santísima Virgen que nos ayude intercediendo por nosotros para transformar nuestro corazón de piedra en un corazón de carne. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 21 de marzo de 2022

«¿Cuál es nuestra respuesta a Jesús en esta cuaresma?»... Un pequeño pensamiento para hoy


El evangelio de hoy (Lc 4,24-30) nos muestra que los milagros realizados por Jesús en Cafarnaúm suscitan la envidia de sus paisanos de Nazaret. Jesús —dando su interpretación de la primera lectura de hoy 2 Re 5,1-15— se sitúa en la línea universalista de los profetas que critican que la salvación sea vista como algo exclusivo de los judíos. San Lucas subraya en su narración, el acceso de todos los hombres a la salvación y el ofuscamiento de los judíos que quieren conservar sólo para ellos lo que Dios quiere para todos.

Las dos lecturas del día de hoy nos recuerdan que ya va siendo urgente que, casi a mitad de la cuaresma, hagamos caso de las insistentes llamadas de Dios a la conversión y al cambio en nuestras vidas. Podemos quedarnos ante esto con algunas preguntas para meditar: ¿Nos dejamos interpelar por la Palabra? ¿se está notando que hacemos camino con Jesús hacia la novedad de la Pascua? ¿O también podría Jesús quejarse de nosotros acusándonos de que otras personas mucho menos dotadas de conocimientos religiosos —el general pagano, la viuda pobre— están respondiendo a Dios mejor que nosotros en sus vidas?

El problema de los de Nazareth, lo mismo que el de nuestra sociedad actual, era creer que el proyecto de una sociedad alternativa sólo se podía realizar a base de milagros, sin el esfuerzo del convencimiento, de la conversión y del sacrificio de las personas. Hacer milagros para implantar la justicia, no es camino de Dios. Esta debe nacer, ciertamente con la ayuda de Dios, pero comprometiendo del todo al ser humano. La respuesta que los propios coterráneos le dieron a Jesús, fue la de intentar matarlo. ¿Cuál es nuestra respuesta en esta cuaresma? ¿En qué hemos mejorado para transformar nuestro mundo en uno mejor? Que María santísima nos ayude a reflexionar y a seguir en el camino de nuestra conversión. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

viernes, 18 de marzo de 2022

«Más que parábola, una alegoría»... Un pequeño pensamiento para hoy


Más que una parábola, en el evangelio de hoy (Mt 21,33-43.45-46) Jesús propone una alegoría que vale la pena ver para reflexionar. Este género literario, a diferencia de la parábola, ofrece tantos puntos de comparación cuantos personajes y acciones plantee el relato. Por eso hay que entender que Jesús, en su enseñanza, está haciendo un resumen de la historia del Antiguo Testamento: todos los enviados de Dios que quisieron plantear una sociedad nueva, libre de todas las situaciones viciadas, fueron condenados a muerte. Esto mismo era lo que ya estaba tratando de hacer con Jesús la oficialidad judía. De aquí las palabras de condenación tan claras de Jesús. Se trata, pues, de una alegoría en la que se subraya que la buena noticia de Jesús, dirigida en primer término al pueblo de Israel, será dada a todos los pueblos.

En el relato podemos ver que Dios pide cuentas a los dirigentes; envía dos grupos de criados, que pueden corresponder a los profetas de antes y después de la deportación a Babilonia. Los malos tratamientos que sufren por parte de los labradores marcan una progresión ascendente: apalear, matar, apedrear, mostrando el empeoramiento progresivo de las relaciones del pueblo con Dios. El segundo grupo de criados, más numeroso que el primero, sufre los mismos malos tratos. Los dirigentes tampoco responden a su mensaje. La historia de Israel está dominada por la infidelidad a Dios. Pasa un período de tiempo («por último»). El dueño está seguro de que a su hijo lo respetarán; Dios espera siempre una respuesta del hombre. La expectación del dueño se ve defraudada. Los labradores reconocen inmediatamente al hijo; no hay vacilación, pero deciden matarlo. Su crimen no es consecuencia de un error trágico; tienen plena conciencia de la gravedad de su acción.

Jesús expone esta alegoría a una «multitud de judíos y a los sumos sacerdotes», dándoles a entender claramente quiénes son los actores de la escena real «parabolizada» en esta alegoría. El viñador propietario es Dios Padre que planta como viña su Casa de Israel, Pueblo suyo. Los obreros de la viña o Pueblo son los judíos, principalmente sus responsables, sacerdotes... Enviados a ajustar cuentas son los profetas, mensajeros de la verdad en nombre de Dios. El último enviado es el Hijo de Dios, Jesús mismo, al que le darán muerte, expulsándolo fuera de la ciudad, del templo del pueblo. Pidamos al Señor, a la luz de esta enseñanza, que seamos capaces de dar cuenta de nuestras miserias e infidelidades y que en este tiempo de cuaresma, con ayuda de la Santísima Virgen trabajemos en nuestra conversión. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 17 de marzo de 2022

«El hombre justo»... Un pequeño pensamiento para hoy


En medio del dinamismo que la liturgia nos presenta en los textos bíblicos de estos días de la cuaresma, nos encontramos hoy como salmo responsorial de la misa con el salmo 1. Un salmo que, por ocupar el primer lugar en el salterio, es considerado como una introducción a toda la colección de salmos. Nos presenta dos temas centrales que vuelven a aparecer una y otra vez en otros muchos salmos y que en la cuaresma nos ofrecen mucha materia para reflexionar: El hombre «justo» y su contraste con el hombre «malo». Es una delicia orar con este salmo. Hoy se puede tomar como reflexión cada uno de sus versículos.

El autor sagrado nos presenta al hombre justo, aquel que tiene su delicia en cumplir la ley de Dios, en contraste con el hombre impío, el que sigue el camino de los pecadores. Y por supuesto, nos va a indicar también cuál es el fin de cada uno de ellos: bendición y vida el de los justos, y maldición y muerte el de los impíos. En cierto sentido, el propósito del salmista es colocarnos al comienzo de estos dos caminos a fin de que tomemos la elección correcta después de informarnos sobre ambos. Y evidentemente, cada hombre y mujer debe optar por uno de ellos y asumir todas las consecuencias de su propia decisión. Al fin y al cabo, sólo hay dos caminos en la vida: o reverenciamos a Dios y le amamos, o por el contrario vivimos de espaldas a él ignorando sus mandamientos.

El evangelio de hoy (Lc 16,19-31), con la escena de Lázaro y el rico epulón, nos lleva en la misma sintonía, pues Lázaro es el hombre justo que ha sufrido asumiendo la realidad de su pobreza y el rico epulón es el malvado egoísta que viendo solamente por él ha banqueteado sin contemplar la necesidad de Lázaro que yace fuera de su casa. Para ser justos no basta solamente no ser malos. El rico del que habla Jesús no se dice que fuera injusto, ni que robara. Sencillamente, estaba demasiado lleno de sus riquezas, en su egoísmo, e ignoraba la existencia de Lázaro. Era insolidario y además no se dio cuenta de que en la vida hay otros valores más importantes que los que él apreciaba. Con María Santísima de la mano, pensando en su sencillez, abramos bien los ojos en esta cuaresma y pidámosle a Dios que seamos justos. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 16 de marzo de 2022

Jeremías, el profeta sufriente y Cristo»... Un pequeño pensamiento para hoy


El profeta Jeremías sufriente, en la primera lectura de hoy (Jer 18,18-20) es una figura de Cristo. Lo que le ocurre al profeta Jeremías le ocurrirá a Cristo y a todo el que quiera seguir fielmente al Señor. Jeremías había denunciado los pecados del pueblo y, en especial, los pecados de los jefes del pueblo, de los representantes oficiales de la ley religiosa; era su deber como profeta, y lo hacía en nombre de Dios para suscitar la conversión.

Pero ahora, en este trozo de su libro, se ve envuelto en una persecución. Le acusan de «perturbador del orden» y espían sorprenderle en algo de qué acusarle, para acabar con él y desentenderse de su palabra. Por otra parte, no pueden dejar de reconocerlo como profeta, pero se dicen que si acaban con él, no van contra el profetismo, ni contra las instituciones religiosas que regían a Israel; y es que ellos querían esas instituciones, pero de modo que pudiesen utilizarles a su antojo teñido de religión.

Jeremías nos ayuda a entender lo que le sucedió a Jesús con la gente de su tiempo. Jeremías es consciente de haber trabajado y hablado en favor de sus compatriotas. Todo lo que obró y dijo era en beneficio de ellos. Y he aquí que se vuelven contra él. Resulta ser el misterio mismo de la Pasión de Jesús, vivido con anterioridad. Esas palabras de Jeremías, podrían ponerse en los labios mismos de Jesús en la cruz. Sigamos avanzando en esta cuaresma, de la mano de María, hacia la pascua con ayude de Jeremías y los demás profetas que nos llevan a Cristo. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 15 de marzo de 2022

«Una muy buena oportunidad»... Un pequeño pensamiento para hoy


Dentro del dinamismo de la cuaresma, este camino que nos lleva a la pascua de resurrección de Jesús, el evangelio nos sigue iluminando para que aprovechemos este tiempo privilegiado de la Iglesia. En el relato de hoy (Mt 23,1-12), el Señor condena duramente a los fariseos «que dicen y no hacen». La primera lectura (Is 1,10.16-20) nos hace ver que unos siglos antes, el profeta Isaías sacudía también duramente a sus contemporáneos para llevarlos a convertirse.

Jesús descubre la falsedad y la manipulación que los letrados y fariseos hacían de la ley y los combate con fuerza. Sobre todo enseña a la gente sencilla a no ser como aquellos que han cambiado el sentido de la Ley en Israel. Luego también da una lección a sus seguidores: la lección del servicio, un servicio que no busca sino que el hermano y la hermana se sientan dignificados. El servicio que Jesús plantea supera la falsedad de vida a la que había conducido el legalismo judío, que admiraba a cualquiera que vociferara la ley de memoria, de dientes para afuera. La grandeza en la nueva forma de vida inaugurada por Jesús se basaba en el servicio, en especial a los más pobres, a los sencillos, a los que no tenían ningún privilegio.

La cuaresma nos ofrece una muy buena oportunidad de hacer vida esta práctica a la que Jesús nos invita. Es un tiempo para ver por los hermanos, para hacer algo por los demás y no quedarse solamente con las prácticas externas que este tiempo litúrgico nos ofrece. Sigamos caminando en sencillez y generosidad en estos días. Vivamos la cuaresma con intensidad de la mano de María. Ella, la Madre de Dios que es especialista en la sencillez y el servicio nos ayudará. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 14 de marzo de 2022

«Ser misericordiosos»... Un pequeño pensamiento

UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY LUNES 14 DE MARZO DE 2022:



Nuestro tema de meditación de hoy gira en torno a la misericordia de Dios. En el evangelio de este día (Lc 6,36-38), que es muy breve, Jesús nos pide que seamos «misericordiosos», como él es «misericordioso» con nosotros. Por su parte, en la primera lectura (Dm 9,4-10), La plegaria de Daniel se apoya, por entero, sobre esa misericordia de Dios. Esto nos permite no «descorazonarnos» cuando pensamos en nuestros pecados. No podemos olvidar que estamos en cuaresma y como estamos trabajando en nuestra conversión para resucitar a una nueva vida en la Pascua, estamos examinando con más delicadeza nuestra conciencia y, ante la misericordia de Dios, la Palabra que reflexionamos nos ayuda a trabajar arduamente aprovechando los elementos que la cuaresma misma nos ofrece, como son la oración, el ayuno y la limosna.

La cuaresma es, entonces, un tiempo muy propicio para practicar la misericordia, que podemos traducirla perfectamente en compartir las penas de los demás, en ser indulgentes, en dejarnos conmover por las necesidades de los que se cruzan en nuestro camino, en excusar los errores de los demás, en participar de las tribulaciones de los que sufren, en olvidar las injurias, en ser sensibles a las situaciones que viven nuestros prójimos, en no guardar rencor a nadie, es decir... en tener un buen corazón.

Cada uno sabemos qué tan cerca o qué tan lejos estamos de alcanzar este ser misericordiosos. Reconocer nuestra debilidad es el mejor punto de partida para la conversión pascual, para nuestra vuelta a los caminos de Dios. Pero algo es muy cierto, el que se cree santo, no se convierte. El que se tiene por rico, no pide. El que lo sabe todo, no pregunta. Habrá que preguntarnos: ¿Nos reconocemos pecadores? ¿somos capaces de pedir perdón desde lo profundo de nuestro ser? ¿preparamos ya con sinceridad nuestra confesión pascual? Cada uno sabrá cuál es su situación actual desde la Pascua del año pasado. Ahí es donde la palabra nos quiere enfrentar con nuestra propia historia y nos invita a volvernos a Dios para ser misericordiosos como él es misericordioso. Es tiempo de mejorar en algo concreto nuestra vida en esta cuaresma. Aunque sea un detalle pequeño, pero que se note. Seguros de que Dios, misericordioso, nos acogerá como un padre. Con ayuda de María lo lograremos. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 13 de marzo de 2022

«En cuaresma hacia la pascua»... Un pequeño pensamiento para hoy


Seguimos en nuestro caminar de cuaresma y siempre, cada segundo domingo de cuaresma, se lee el evangelio de la transfiguración del Señor. Hoy san Lucas nos narra la escena (Lc 9,28-36) en la que Jesús se muestra glorioso, resplandeciente, lleno de triunfo ante sus apóstoles más cercanos. Esta escena nos anima a seguir caminando hacia la Semana Santa en la que acompañaremos a Jesús en su pasión y muerte para llegar a la gloria de su resurrección. En la cuaresma acompañamos a Jesús que sube a Jerusalén. Pero el sentido de la cuaresma es la pascua de resurrección, el sentido del camino que sube a Jerusalén no es la muerte sino la vida; pasar de la cruz a la luz. Para que no nos olvidemos nunca de ello nos detenemos en la montaña, y para que este sentido se realice descenderemos al valle y seguiremos adelante hasta que todo se cumpla.

Los cuarenta días de la cuaresma constituyen una invitación permanente a subir a lo alto de la montaña, junto con el Señor y en compañía de sus discípulos más cercanos. En cuaresma nos dedicamos más a orar, a dejarnos invadir por el poderoso resplandor de la presencia luminosa de Dios. En la soledad de la montaña —en la intimidad de nuestro corazón— es donde el Señor se manifiesta a los que le seguimos, donde nos descubre el resplandor de su rostro. Junto a Jesús, en la transfiguración, aparecen Moisés y Elías. Moisés nos recuerda los 40 años que pasó Israel en el desierto fueron cuarenta y también nos trae a la mente los cuarenta días y cuarenta noches que —como Jesús en el desierto— pasó en el Sinaí. Elías caminó hacia el monte Horeb también por espacio de cuarenta días y cuarenta noches. La coincidencia en el número cuarenta denota su densidad simbólica. Conviene saber que este número es símbolo de preparación, por eso nosotros también vivimos cuarenta días para prepararnos a la pascua. Además las seis semanas que contiene la cuaresma son imagen de la vida temporal; mientras la siete de las cincuentena pascual simbolizan la vida futura, la vida eterna. 

En la larga y a veces ardua caminata con Jesús en esta cuaresma, no nos faltará —como no les faltó a Pedro, Juan y Santiago— el sentimiento profundo de la presencia del Señor con nosotros; incluso, en medio de la niebla monótona de la vida o de las tempestades que nos hacen temblar, como la pandemia y la guerra entre Rusia y Ucrania que parece querer extenderse, descubrimos la luz que nos revela la realidad más profunda de nuestro mundo: Dios está con nosotros, Dios ha hecho alianza definitiva con los hombres. Este tiempo de cuaresma, ¿no podría ser un tiempo favorable para descubrir, mediante la oración, el ayuno y la limosna, además de un estilo de vida más atento al fondo de las cosas, que vale la pena seguir. Con María Santísima sigamos recorriendo este andar y llegaremos gozosos a la fiesta de la pascua del Señor. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 12 de marzo de 2022

«Con un corazón ancho para amar»... Un pequeño pensamiento para hoy


El día de hoy, en el espíritu de conversión que nos marca el camino cuaresmal, hemos de recoger, en concreto, la difícil consigna que Cristo nos da en el evangelio (Mt 5,43-48): amar a los enemigos. El lenguaje que utiliza nuestro Señor es muy claro y concreto —demasiado para el gusto de muchos católicos de hoy—: «si amas a los que los aman, ¿qué premio tendrán?... si saludan sólo a su hermano, ¿qué hacen de extraordinario?».

Este fragmento del evangelio nos ayuda a ver qué tan ancho es nuestro corazón. Nos ayuda a ver si con espíritu cristiano amamos a todos, o hacemos selección según nuestro gusto o nuestro interés. Hay que fijarnos que según el termómetro que nos propone Jesús podremos ver que tan dignos hijos de ese Padre que está en el cielo y que ama a todos somos.

Cierto que es arduo el programa. Pero la Pascua a la que nos preparamos es la celebración de un Cristo Jesús que se entregó totalmente por los demás: también a él le costó, pero murió perdonando a los que le habían llevado a la cruz, como perdonó a Pedro, que le había negado. Ser seguidores suyos es asumir su estilo de vida, que es exigente: incluye el ser misericordiosos entregados por los demás, y poner buena cara incluso a los que ni nos saludan. Que María Santísima con su sencillez y su gran corazón nos ayude. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 11 de marzo de 2022

«La abstinencia de los viernes de cuaresma»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy es viernes, y todos sabemos que en cuaresma, los viernes —al igual que el Miércoles de Ceniza, en el que también como en el Viernes Santo obliga el ayuno—son días de abstinencia. Y es que el Código de Derecho Canónico, que marca las leyes de la Iglesia, dice lo siguiente: «En la Iglesia universal, son días y tiempos penitenciales todos los viernes del año y el tiempo de cuaresma». (canon 1250). «Todos los viernes, a no ser que coincidan con una solemnidad, debe guardarse la abstinencia de carne, o de otro alimento que haya determinado la Conferencia Episcopal; ayuno y abstinencia se guardarán el miércoles de Ceniza y el Viernes Santo». (canon 1251). «La ley de la abstinencia obliga a los que han cumplido catorce años; la del ayuno, a todos los mayores de edad, hasta que hayan cumplido cincuenta y nueve años. Cuiden sin embargo los pastores de almas y los padres de que también se formen en un auténtico espíritu de penitencia quienes, por no haber alcanzado la edad, no están obligados al ayuno o a la abstinencia». (canon 1252). «La Conferencia Episcopal puede determinar con más detalle el modo de observar el ayuno y la abstinencia, así como sustituirlos en todo o en parte por otras formas de penitencia, sobre todo por obras de caridad y prácticas de piedad». (canon 1253).

En México —no sé si en otras naciones— hay una dispensa desde hace muchos años, de guardar la abstinencia todos los viernes del año debido a la situación de pobreza que se vive en gran parte de la población. Se tiene la concesión de Roma de que solamente en los viernes de cuaresma se guarde esa abstinencia. Todos los viernes de cuaresma son días de abstinencia de carne. Pero el Episcopado Mexicano ha dispuesto que: «se puede suplir la abstinencia de carne, excepto la del Miércoles de Ceniza y la del Viernes Santo, por: a) la abstinencia de aquellos alimentos que para cada uno significa especial agrado, sea por la materia o por el modo de preparación; b) o por una especial obra de caridad; c) o por una especial obra de piedad; d) o por otro significativo sacrificio voluntario". Esta abstinencia de carne obliga a todos los que han cumplido 14 años. Y la ancianidad, por sí sola, no exime de esta ley de abstinencia que se ha de guardar.

Para algunos católicos, esta práctica, en los últimos tiempos, no significa mucho y algunos no saben el por qué de esta abstinencia de carne. Ya en la época de San Jerónimo, en el siglo IV surgió una controversia con Joviniano, quien como los protestantes modernos veían innecesario el abstenerse de carne, así que no son nuevos los ataques que enfrentamos los católicos. La principal necesidad fisiológica del ser humano es el comer. Es algo tan vital que hasta cuando Jesús sintió hambre, fue tentado por el diablo. Así que la Iglesia ha querido en aras de mantenernos en un mismo espíritu de penitencia en esta época, el considerar que ofrezcamos el sacrificio de no comer carne en memoria de la muerte del Señor. Y es que la carne, por lo general a lo largo de la historia, en los banquetes, representaba la alegría y la abundancia. Como la cuaresma es tiempo de austeridad, por eso se sigue evitando el comerla en viernes, como un sacrificio. Esto quiere decir que lo importante de la abstinencia de carne, no es privarse de la carne en sí, sino rememorar la muerte del Señor, como señal de sacrificio. ¿Qué sentido le das tú a la abstinencia cada viernes de cuaresma? Que esa sea nuestra reflexión de hoy con ayuda de María Santísima. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 10 de marzo de 2022

«Dios es bueno»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy quiero invitarles a reflexionar en la bondad de Dios, ya que el evangelio de hoy (Mt 7,7-12) sigue repitiéndonos que Dios es profundamente bueno, que desea «dar» cosas buenas a sus hijos y que hay que rezar con ese espíritu, con una confianza total. Por su parte, la plegaria de Ester (Est 14,1.3-5.12-14.), que aparece en la primera lectura de hoy, tomada del Antiguo Testamento, es un ejemplo de ello. Dios es bueno. La bondad es uno de los atributos de Dios, así como una descripción de su esencia misma. Dios, por naturaleza, es intrínsecamente bueno. Él es el fundamento de la bondad y de todo lo bueno, él no lo recibió de ninguna otra fuente. Las personas pueden tener rasgos buenos o hacer buenas obras, pero la bondad no está en nuestro carácter. Nuestra bondad viene de Dios y por eso la cuaresma es un buen tiempo para profundizar en la bondad de Dios meditando en este regalo maravilloso.

Cierto que como afirman grandes teólogos, no necesitamos rezar para que Dios sea bueno, para que Dios nos ame como a hijos, para que Cristo que es imagen plena de la bondad del Padre muera por nosotros para salvarnos por pura generosidad. Es verdad que por esto no necesitamos rezar; porque Dios es bueno sin que tengamos que añadir nada nosotros, él es así de bueno también sin nuestra oración. Pero para creer esto, para aceptarlo, para admitirlo, para que empecemos a vivir de acuerdo con esta bondad, para que esto sea también verdad para nosotros, y para que creamos en esta bondad no sólo con nuestra cabeza y nuestros labios, sino también con nuestro corazón y con toda nuestra vida, para todo esto sí se necesita la oración. Nunca hombre alguno ha orado en balde para obtener la bondad de Dios. Porque cuando uno ora por esto, su oración está ya atendida y asimilada por Dios que es bueno y cariñoso dándonos lo que sabe que nos hará bien.

Jesús quiere, que como discípulos–misioneros suyos que somos, hablemos muchas veces con nuestro Padre bueno y cariñoso que nos ama como él y como el Espíritu Santo que nos fortalece y ora en nosotros. Cristo quiere que hablemos a nuestro Padre Dios en confianza, amor, con insistencia. Quiere que le confiemos lo que sentimos, pero poniéndolo todo en sus manos, pues Él es infinitamente bueno y sabe discernir lo que nos conviene, poniendo a prueba nuestra fidelidad. En esa actitud, nos acoge como a niños, débiles y necesitados; pero nos pide y desea que, al mismo tiempo, nos curtamos en la virtud: en la paciencia que incluye la espera, y en la aceptación de un modo de ver las cosas —el de Dios— que a veces no coincide con el nuestro. Sigamos reflexionando en esta cuaresma en la bondad de Dios y sin soltarnos de la mano de María, busquemos que la bondad de Dios sea conocida y vivida por todos. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 9 de marzo de 2022

«Señales»... Un pequeño pensamiento para hoy


El profeta Jonás —el único personaje judío que aparece en el libro que lleva su nombre y que aparece en la primera lectura (Jon 3,1-10) y en el Evangelio (LC 11,29-32) de hoy— no es precisamente un modelo de creyente ni de profeta. Si por fin va a predicar a Nínive es porque se ve obligado, porque él bien había querido escaparse de su misión. Nínive era una ciudad considerada frívola, pecadora, y Jonás teme un estrepitoso fracaso en su misión. Además, se enfada cuando ve que Dios, compadecido, no va a castigar a los ninivitas. No es tan buen profeta, pero alguna manera es una señal de que Dios perdona a aquel o aquellos que se arrepienten y cambian de vida.

No hace falta que consideremos como histórico este libro de Jonás. Es un apólogo a modo de parábola, una historia edificante con una intención clara: mostrar cómo los paganos —en este caso nada menos que Nínive, con todos sus habitantes, desde el rey hasta el ganado— hacen caso de la predicación de un profeta y se convierten, mientras que Israel, el pueblo elegido, a pesar de tantos profetas que se van sucediendo de parte de Dios, no les hace caso. Así, Jesús se queja de sus contemporáneos porque no han sabido reconocer en él al enviado de Dios. Se cumple lo que dice san Juan en su evangelio: «vino a los suyos y los suyos no le reconocieron». Los habitantes de Nínive y la reina de Sabá tendrán razón en echar en cara a los judíos su poca fe. Ellos, con muchas menos ocasiones, aprovecharon la llamada de Dios.

Nosotros estamos mucho más cerca que la reina de Sabá y escuchamos la palabra de uno mucho más sabio que Salomón y mucho más profeta que Jonás corremos el riesgo de quedarnos demasiado tranquilos y de no sentirnos motivados por la llamada de la Cuaresma: tal vez no estamos convencidos de que somos pecadores y de que necesitamos convertirnos. Hace una semana que iniciamos la Cuaresma con el rito de la ceniza. ¿Hemos entrado en serio en este camino de preparación a la Pascua? ¿está cambiando algo en nuestras vidas? ¿Estamos realizando en esta Cuaresma aquellos cambios que más necesita cada uno de nosotros? ¿Tendrá Jesús motivos para quejarse de nosotros, como lo hizo de los judíos de su tiempo por su obstinación y corazón duro? Pidamos por intercesión de María santísima, que nos acompaña en nuestro caminar cuaresmal que aprovechemos la oportunidad que Dios nos da. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 8 de marzo de 2022

«Orar con la sencillez del Padrenuestro»... Un pequeño pensamiento para hoy


El tema de nuestra reflexión del día de hoy gira en torno al evangelio de la misa, que habla de la oración del Padrenuestro (Mt 6,7-15), la oración por excelencia de todos los cristianos. La oración del Padrenuestro es sencilla y filial, es una oración que se contrapone a las largas plegarias de los paganos, que basaban, en el tiempo de Cristo —y aún en nuestros días—, en su eficacia en las palabras que pronunciaba el hombre. La plegaria cristiana, en cambio, recibe su eficacia del Padre celestial, ya que es una respuesta amorosa que acepta la voluntad salvífica de Dios sobre sí mismo y sobre la historia.

Es que no se trata de informar a Dios sobre algo que no sabe, ni de convencerle con argumentos de algo que no está seguro de concedernos, sino de hablarle con un lenguaje filial y confiado que hace que el creyente se sepa escuchado y atendido por el mismo Dios que es el centro de la oración, no nosotros. Cuando nosotros le dirigimos la palabra a Dios, él ya está en sintonía con nosotros. Lo que estamos haciendo es ponernos nosotros en onda con él, porque muchas veces estamos distraídos con mil cosas de la vida. En eso consiste la eficacia de nuestra oración. Por eso la oración del Padrenuestro empieza hablando del Padre... santificado sea tu nombre... hágase tu voluntad... venga tu Reino. Después de esto es cuando pide para nosotros: el pan de cada día... el perdón de las ofensas... que no caigamos en la tentación... que nos libre de mal.

Frente al virus de la palabrería que existe en nuestros días, los discípulos–misioneros de Cristo estamos llamados a inyectar sobriedad en nuestras oraciones presentando con sencillez, sin tapujos y con clarividencia nuestra vida. A Dios le basta con sabernos en su presencia, en que nos dejemos amar por él y experimentemos su presencia como Padre, como Amigo y como Compañero de camino. Una oración sencilla como el Padrenuestro, es ésta que vi por allí y que podemos hacer ahora: «Señor, impúlsanos con tu gracia en esta Cuaresma y haz que tomemos conciencia de lo que somos ante Ti, hijos amados, y te hablemos en oración; que esté viva en nosotros la conciencia de ser solidarios y comprometidos con nuestros hermanos; y que nos eduquemos con sensibilidad exquisita para saber vivir en justicia, amor y paz. Amén». Que sigamos caminando de la mano de María, supo orar con sencillez. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 7 de marzo de 2022

«Conmigo lo hiciste»... Un pequeño pensamiento para hoy


Durante el tiempo de Cuaresma, acompañamos a Jesús de una manera muy especial, muy íntima, rogándole que nos haga tener sus mismos sentimientos. EL Evangelio de hoy lunes (Mt 25,31-46) es muy conocido y nos ha de llevar, al reflexionarlo una vez más, a eso, a tener los mismos sentimientos de Cristo frente al hambriento, frente al sediento, frente a todo el que sufre. A la luz e estas palabras me vienen ante todo estas preguntas que nos podemos hacer:  ¿Soy selectivo para dar mi tiempo, dinero y bienes materiales o espirituales? ¿Pertenezco a la familia de Dios?

Jesús nos recuerda, al ir iniciando nuestro camino cuaresmal que, en el último día de nuestra existencia en este mundo, seremos juzgados sobre el «amor». «Lo que no han hecho a uno de esos más pequeños y humildes que son hermanos míos, me lo han negado a mí». Esta era ya la enseñanza del Levítico, libro del Antiguo Testamento. Así que en nuestra Cuaresma, el Señor nos invita a examinar, más allá de las palabras, el estilo de mis relaciones con todas las personas que trato. Debemos todos los discípulos–misioneros de Cristo detenernos en cada una de esas palabras que nos ofrece el Evangelio y ver cómo estamos viviendo. La Cuaresma es un tiempo para restaurarnos en la vivencia plena de nuestra fe en este dinamismo que Jesús nos llama a realizar.

Desde los primeros compases del camino cuaresmal, se nos pone delante este compromiso del amor fraterno como la mejor preparación para participar de la Pascua de Cristo. Es un programa exigente. Tenemos que amar a nuestro prójimo: a nuestros familiares, a los que trabajan con nosotros, a los miembros de nuestra comunidad religiosa o parroquial, sobre todo a los más pobres y necesitados. Tenemos que ir viendo al prójimo con los ojos de Jesús y a Jesús mismo en la persona del prójimo, pues sobre esto va a versar la pregunta del examen final. Al Cristo es al mismo a quien desde él mismo, debemos servir en las personas con las que nos encontramos durante el día. Será la manera de preparar la Pascua de este año. Pidámosle a la Virgen María que nos ayude. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 6 de marzo de 2022

«Las tentaciones en el desierto»... Un pequeño pensamiento para hoy



Estamos ante el primer domingo de Cuaresma de este 2022. El Evangelio de hoy (Lc 4,1-13) marca la pauta para nuestro recorrido cuaresmal diciéndonos que Jesús lleno del Espíritu Santo fue conducido por el mismo Espíritu al desierto en donde permaneció 40 días y fue tentado por el demonio al final de esa experiencia de cuarentena en que había ayunado. En san Lucas las tentaciones de Jesús en el desierto marcan el inicio del ministerio de Jesús en Galilea, por lo que las distintas estructuras propuestas para el evangelio según Lucas, sitúan nuestro texto en lo que llaman preparación del ministerio de Jesús. Las tentaciones que el demonio le pone a Jesús están hechas desde su perversidad y recurren a las cosas que le son conocidas a Jesús para tentarlo.

El enemigo quiere tentar a Jesús primeramente con lo referente al hambre que debe sentir después de 40 días de ayuno. Con esto quiere implicar un poder sobre la naturaleza (abajo/terrestre), que ciertamente Jesús lo tiene de por sí para transformar la piedra en pan, pero Jesús no cae en la trampa. Luego sitúa un nivel jerárquico en el medio, el poder político sobre los reinos del mundo, de los cuales Jesús sabe que es rey, porque como Dios es el rey del universo, lo lleva a un alto monte, a cambio de la idolatría, pero Jesús no se deja llevar por el ofrecimiento. La última tentación la pone en Jerusalén, llevándolo a la parte más alta del templo, desafiándolo a que se tire porque los ángeles lo protegerían, pero Jesús, ya sabe que su vida está en manos del Padre. Así llegamos a la cima de la jerarquía de las tentaciones, al poder sobre la vida y la muerte.

Sabemos que Jesús confiará hasta el fin y que en el último instante no dudará de su Padre: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu» (Lc 23,46). Mientras que el Diablo le incita, apoyándose en las Escrituras, a forzar la mano de Dios reclamando una intervención espectacular que constituyera la prueba de la filiación divina, Jesús se niega a ello. Se niega a «tentar a Dios»; quiere ser nada más aquel que sabe esperarlo todo filialmente de Dios. Así y sólo así ha demostrado ser en verdad «el Hijo de Dios». Conviene llevar a nuestro terreno estas tentaciones que sufrió Jesús, hacer una lectura de nuestra realidad y ver cuáles son nuestras tentaciones hoy. Tenemos 40 días para trabajar en ello y vencer como venció Jesús. En la soledad del desierto de nuestras responsabilidades, pidamos a la Santísima Virgen que nos acompañe en nuestro caminar de esta Cuaresma. ¡Bendecido domingo, día de la familia!

Padre Alfredo.

sábado, 5 de marzo de 2022

«Sígueme. La llamada a la santidad»... Un pequeño pensamiento para hoy


El martes terminé de leer un libro que me regalaron Juan Manuel y Tere Flores el día de la amistad. El libro me lo devoré en unos cuantos días, se llama «Polvo enamorado», es de Mauricio Sanders y es un ensayo sobre todos los santos de América. ¡Qué deleite navegar por la vida de los ciento doce santos americanos que nos han dejado la huella de Cristo en sus vidas! Eso me ha animado mucho a pensar en la gran tarea que tenemos todos de alcanzar la santidad. En la lista hay gente de todas las edades y que vivieron en diferentes partes de nuestro continente americano. Se los recomiendo ampliamente y le agradezco mucho a Juan y a Tere este regalo maravilloso. Y viene a colación esto porque me quedé prendado de la frase que la liturgia pone como estribillo para el salmo responsorial de hoy: «Señor, enséñame a seguir fielmente tus caminos» (Sal 85 —86 en la Biblia—).

El itinerario hacia la santidad es un camino que está abierto a todos aquellos que se dejen enseñar por el Señor a vivir siguiéndole en fidelidad en la vida ordinaria haciendo cada momento extraordinario. La santidad está al alcance de todos, como podemos ver en este libro. Hay santos de toda clase y condición, de diversas nacionalidades y de distintas edades. Basta estar atentos a la voz del Señor que dice «Sígueme» como dijo a Mateo, según el evangelio de hoy (Lc 5,27-32) y caminar sin desfallecer en los caminos de la voluntad del Señor.

Jesús ha llamado a su seguimiento a Mateo mostrándole su misericordia e invitándolo a seguirle. Seguir a Jesús y aceptar su proyecto, es aceptar la invitación que el Padre nos hace a través de su Hijo, el amado a ser santos. El Padre en su plan amoroso continúa mostrando su amor misericordioso por todos los hombres y mujeres de la tierra y nos llama a ser su presencia en el mundo. Cada uno de los santos que Mauricio Sanders nos presenta en su libro son perfectamente imitables en sus vidas, en sus acciones, en sus determinaciones, porque son, como diría la beata María Inés Teresa, un retrato fiel de Jesús que invita a todos a seguirle. Jesús le propone a Mateo —y en él a cada uno de nosotros— que se deje amar por Dios. Que deje que el Padre bueno le muestre su amor y se deje cautivar. Pidamos a María Santísima, Madre de todos los santos, que aprovechemos este tiempo de Cuaresma para crecer en santidad y engrosar esta lista de ciento doce santos americanos. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 4 de marzo de 2022

«El ayuno que Dios quiere»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hemos apenas pasado un día de ayuno de los dos anuales que marca la Iglesia hacer por obligación, que son el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. Pero el ayuno, aunque no sea obligatorio los demás días, se puede hacer, en especial los viernes de Cuaresma como una práctica de mortificación que nos ayude a purificar el corazón. Leyendo el evangelio de hoy, que es muy breve (Mt 9,14-15), puede resultar sorprendente la actitud de Jesús ante esta cuestión del ayuno. Parece como si no le diera importancia. Pero es que el estilo de vida que Jesús enseña es sobre todo un estilo de alegría: Él se compara a si mismo con el novio, y esto nos recuerda espontáneamente la fiesta y no precisamente el ayuno. Pero también anuncia Jesús que «se llevarán al novio y entonces ayunarán».

Los judíos habían llevado la práctica del ayuno a exageraciones externas que no reflejaban la conversión interior. Ponían caras tristes y externaban el gran sacrificio que les marcaba el ayuno, por eso Jesús viene a marcar el verdadero sentido de esta práctica que sigue vigente y que mucho bien puede hacer a nuestras almas. No tenemos nosotros que conformarnos con un ayuno —o con unas prácticas cuaresmales— meramente externo. Sería muy superficial que quedáramos satisfechos por haber cumplido todo lo que está mandado en la Cuaresma —colores de los vestidos litúrgicos, cantos sin instrumentos musicales, supresión del aleluya, las pequeñas privaciones de alimentos— y no profundizáramos en lo más importante, de lo que todos los ritos exteriores quieren ser signo y recordatorio.

El ayuno es algo que nos debe conducir a una apertura mayor para con Dios y para con los demás. Ayunar para poder dar a Dios toda la gloria y compartir con los más pobres. Si la falta de caridad continúa, si la injusticia está presente en nuestro modo de actuar con los demás, poco puede agradar a Dios nuestro ayuno y nuestra Cuaresma. ¿Nos podremos quejar, como los judíos del tiempo de Isaías, de que Dios no nos escucha? (ver la primera lectura de hoy Is 58,1-9). Será mejor que no lo hagamos, porque oiríamos su contraataque como lo oyeron ellos por boca del profeta. Tenemos al Novio entre nosotros: el Señor Resucitado, en quien creemos, a quien seguimos, a quien recibimos en cada Eucaristía, a quien festejamos gozosamente en cada Pascua. Nuestra vida cristiana debe estar claramente teñida de alegría, de visión positiva y pascual de los acontecimientos y de las personas y por eso nuestro ayuno cuaresmal tiene sentido, porque vamos hacia la alegría de la Pascua. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 3 de marzo de 2022

«Como un árbol plantado junto al río»... Un pequeño pensamiento para hoy


Apenas hemos iniciado la Cuaresma, un camino que nos lleva a celebrar la Pascua del Señor y hoy me detengo a reflexionar en el salmo responsorial que la liturgia de la palabra nos ofrece y que está tomado del salmo 1. Me llamó la atención para reflexionar y por eso voy directamente a él. De entrada vemos que el salmo comienza con una bendición a todo aquel que esta apartado del pecado. Por lo tanto, se trata de alguien que es «dichoso», «bienaventurado» o «doblemente feliz». Es decir, aquella persona que vive bajo el agrado y el favor de Dios. Me detengo hoy en este salmo porque yo creo que la Cuaresma es un tiempo privilegiado para ser dichosos, bienaventurados o doblemente felices viviendo las prácticas que giran en torno al ayuno, a la limosna y a la oración, tres elementos imprescindibles en este tiempo de camino hacia la Pascua.

Desde nuestra mirada de fe, el hombre que es feliz es aquel que no practica el pecado, ni participa de las cosas que hacen los pecadores, sino que se aleja de los malos caminos. Y si por algún motivo, comete algún pecado se arrepiente porque quiere alejarse del mal y agradar a Dios. Por esta razón, el hombre sabio es aquel que aprovecha la Cuaresma para crecer en el temor de Dios guardando sus mandamientos con más fidelidad. El discípulo–misionero de Cristo que viva en plenitud la Cuaresma será feliz y bienaventurado, será doblemente dichoso. Aunque el salmo, al final habla del hombre malvado, no quiero ir a esa parte, sino al segundo párrafo, como lo acomoda el salmo responsorial y con eso termino la reflexión.

El salmo dice que este hombre dichoso es «como un árbol plantado junto al río, que da fruto a su tiempo y nunca se marchita». El salmista afirma que «en todo tendrá éxito». Esto es para ponerse a pensar que de igual manera que un árbol junto al río, nutre sus raíces del agua que absorbe para su crecimiento, lo mismo ocurre con el creyente que se alimenta de la Palabra de Dios, crece en su vida espiritual y da frutos para Dios. ¡Qué gran oportunidad en esta Cuaresma de llenarnos de la Palabra de Dios! En este tiempo de Cuaresma, una de las prácticas para crecer en la oración que podemos hacer es tomar el libro de los salmos, meditar y deleitarse en la Palabra de Dios y no en tanta palabrería del mundo de hoy que nos bombardea con todo de tipo de información que muchas veces nos aleja e Dios. Pidamos a María, que siempre fue «dichosa» que nos ayude a caminar con fe en esta Cuaresma. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 2 de marzo de 2022

«Miércoles de Ceniza»... Un pequeño pensamiento


Iniciamos el día de hoy la Cuaresma, este tiempo privilegiado que está compuesto por 40 días que nos llevan a la semana más intensa espiritualmente para los católicos: la Semana Santa que culmina con la celebración de la Vigilia Pascual. El gesto simbólico propio de este día, que es la imposición de la ceniza, es uno de los que ha calado en la comunidad cristiana, y ciertamente resulta muy pedagógico si se hace con autenticidad, con sobriedad, pero expresivamente. La imposición de la ceniza comunica con facilidad un mensaje de humildad y de conversión que debe tocar lo más hondo del corazón. Es el momento ideal para hacer un alto en el camino, para mirar nuestro corazón e identificar en él todo aquello que hace que sea un corazón de piedra, es hora de entregarle todo eso a Dios para que nuestro corazón sea de nuevo un corazón de carne, dispuesto a disfrutar la vida y a vivir en paz con quienes nos rodean.

En la primera lectura del día de hoy (Jl 2,12-18) el profeta Joel llama al pueblo de Israel a una jornada de penitencia. Les urge a que se conviertan de su mal y se pongan con decisión en la línea del seguimiento de Dios. Esto sucedía unos cuatro siglos antes de Cristo pero la Iglesia nos dice que ahora, en nuestros tiempos, nosotros también tenemos que sumergirnos en un ambiente de conversión personal y comunitario. Joel convoca en asamblea general a pequeños y mayores, sacerdotes y laicos, para que todos juntos pidan perdón a Dios. Para él, la causa fundamental de la situación es que se han olvidado de Dios y hoy, lo sabemos, mucha gente también se ha olvidado de Dios. La cuaresma es una llamada vigorosa a la santidad y esto exige por lo menos una vez al año un balance de salud espiritual, una revisión de vida que, llevándonos hasta lo más profundo de nuestro ser, nos lleve hasta Dios.

El profeta Joel nos ayuda a ver que como Iglesia, nos podemos contentarnos con un ayuno oficial que se nos marca realizar, ni con el signo visible de la ceniza que se impone sobre nuestras cabezas. La conversión tiene que ser algo interior: volverse de corazón a Dios, buscar sinceramente su voluntad y cumplirla y para eso tenemos todos estos días de Cuaresma que no podemos desperdiciar. Recordemos que tenemos los tres elementos que el evangelio de este día (Mt 6,1-6.16-18) nos invita a practicar durante estos cuarenta días: la limosna, la oración y el ayuno. Iniciemos nuestro caminar cuaresmal de la mano de María para llegar a celebrar con gozo la Resurrección de Nuestro Señor en la Pascua. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 1 de marzo de 2022

«El ciento por uno»... Un pequeño pensamiento para hoy


Todos sabemos, como hombres y mujeres de fe, que no hay manera de vivir el Evangelio sin morir a sí mismos. Eso nos lo recuerda el evangelio de hoy (Mc 10,28-31) a un día de iniciar el camino cuaresmal. En el pasaje, Pedro, que sí que ha seguido al Señor y se ha esforzado por serle fiel, luego de haber visto lo que pasó al joven rico le recuerda a su Maestro: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido»... ¿qué recibiremos en cambio? Y es que los discípulos han renunciado a las riquezas de este mundo para estar en total disponibilidad para asumir los valores del Reino planteado por Jesús. El Señor les asegura que recibirán el ciento por uno a cambio de todo lo que hayan dejado.

Jesús exige romper con las estructuras que generan apegos para vivir los principios de una nueva vida que lleva a sus seguidores a que descubran que donde se deja uno —posesiones—, se recibe ciento por uno y se construye una nueva familia, amplia y extensa que no está unida por los vínculos de la sangre y de la carne, sino por la comunión con el proyecto del Reino, donde se deben compartir los bienes de la tierra en solidaridad y comunión fraterna. De esta forma, la ruptura —dejar el modo viejo de vivir: el egoísmo y la acumulación— se vuelve para Jesús en un principio nuevo de vida porque, paradójicamente, la donación total se convierte en espacio de abundancia de bienes y familia.

Los miembros de la comunidad cristiana o discípulos–misioneros de Cristo, recibirán en la tierra mucho más de lo que dejaron: un nuevo hogar y una nueva familia entre cuyos miembros no habrá desigualdad ni dominio. Esta sobreabundancia a la que solamente se llega por medio del compartir lo que se tiene y lo que se es no librará al discípulo–misionero de las persecuciones, de la hostilidad por parte de la sociedad, que no acepta este nuevo modo de ser y de vivir en el que el valor supremo no es el dinero sino el amor solidario; los seguidores de Jesús, además, heredarán la vida definitiva. ¿Nos creemos esto? Pidamos a María Santísima que nos ayude a desprendernos de nuestros apegos para seguir fielmente a Jesús. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.