La segunda parte es corta, habla de la recompensa que el Señor dará a quien asista o cobije al prójimo. Jesús nos asegura que no quedará sin recompensa nada de lo que hagamos en bien de los demás, ni que sea sencillamente darles un vaso de agua; resuena ya lo que dirá al final: "me disteis de beber" (cf. Mt 25,35-46). En medio de la pandemia que vivimos en toda la humanidad hay mucho que hacer al respecto. Toda ayuda y todo servicio prestado por amor a Cristo, bien que sea al más humilde y pequeño de los hermanos, va a tener galardón cual si lo prestáramos a Cristo mismo.
La tercera parte tiene una palabras duras en contra del que escandaliza a los niños, o sea, a los débiles, a los pequeños, a los descartados; ¡cuántos modos hay de escandalizar hoy, con nuestro mal ejemplo en la vida familiar o social, o por los medios de comunicación -ahora por Internet-!; Esta es una de las veces que Jesús se pone más serio: "más le valdría que le encajasen una rueda de molino en el cuello y le echasen al mar". También en esta tercera parte es sorprendente la radicalidad que pide en su seguimiento: "cortarnos la mano, o el pie, o el ojo" si nos estorban en nuestro camino al Reino. Con esto nos quiere enseñar que se ha de renunciar a algo para conseguir lo principal. Acojamos la Palabra de Dios y reflexionemos en estas tres cosas en un ratito de silencio. Pidamos a la Santísima Virgen que nos ayude. ¡Bendecido domingo!
Padre Alfredo.
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