viernes, 17 de septiembre de 2021

«Las mujeres que seguían a Jesús»... Un pequeño pensamiento para hoy


El pequeño texto evangélico de hoy (Lc 8,1-3) nos muestra el realismo, la sencillez y el contexto en que se movía Nuestro Señor Jesucristo entre los suyos. Cristo actúa como quien es, verdadero Dios y verdadero hombre con todo lo que ello implica en su divinidad y en lo histórico, lo sensible, lo afectivo, lo social y lo económico. En esta condición él actúa como maestro-jefe-líder-profeta, para lo cual tiene que contar con la disponibilidad de sus apóstoles y sus discípulos, itinerarios de viajes, puntos de acogida, reconocimiento de las gentes, subsidios para adquirir el pan mínimo necesario, etc. Y a Jesús, según vemos en este relato, no sólo lo acompañaban los doce, sino también algunas mujeres, que ciertamente estaban entre sus discípulos. Por eso, a la luz de estas cuantas palabras evangélicas, todos, tanto hombres como mujeres, debemos tomar en serio la misión que el Señor nos ha confiado como discípulos–misioneros. Los apóstoles y aquellas mujeres, junto con otros discípulos, estuvieron con él en todo momento, compartieron su vida, fueron los testigos presenciales de lo que dijo y realizó durante su vida pública hasta su muerte. Ellos representan al discípulo–misionero de todos los tiempos. Como ellos, también nosotros estamos llamados a estar con Él, a mantener el interés por conocerlo cada vez más internamente para más amarlo y seguirlo.

La participación de las mujeres como discípulas–misioneras, es una realidad muy valiosa en la Iglesia y, como vemos, así ha sido desde los tiempos de Cristo. Con todo eso, hay mucho que hacer a favor de la mujer en la Iglesia y en la sociedad para ser continuadores de lo que Cristo quiere, puesto que en el Evangelio, por la cultura judía de aquellos tiempos, se habla poco, de hecho San Lucas es el único de los evangelistas que nos comparte este detalle. El Papa Francisco dice: «Aún no hemos entendido en profundidad cuales son las cosas que nos puede dar el genio femenino de la mujer en la sociedad. Tal vez haya que ver las cosas con otros ojos para que se complemente el pensamiento de los hombres. Es un camino que es necesario recorrer con más creatividad y más audacia» (Audiencia de S.S. Francisco, 15 de abril de 2015). Bendito Dios hoy vemos que muchas veces son las mujeres las que más colaboran en la evangelización y en la catequesis y gracias a Dios pueden acceder a diversos ministerios en la Iglesia como lectoras, acólitas y catequistas.

Jesús derriba todos los muros de separación entre los seres humanos: en su comunidad ya no hay distinción entre judío o gentil, esclavo o libre, hombre o mujer, porque todos son uno en Cristo Jesús (Gal 3, 28). Todos, sin distinción, estamos llamados a estar con el Señor. Lo importante es estar con Él. Por eso las mujeres eran auténticas discípulas, modelos del seguimiento de Jesús. Ellas se mantendrán firmes junto a Él en la pasión, mientras los demás discípulos dejándolo solo lo abandonen. Estarán con María junto a la cruz, llevarán a enterrar el cuerpo del Señor, volverán de madrugada a la tumba para embalsamarlo y serán las primeras testigos de la resurrección. Después las veremos en compañía de María y de los apóstoles en la espera orante de Pentecostés. Con los doce y con María, la Madre de Jesús, muchas otras mujeres constituyeron la primera comunidad cristiana, la primera Iglesia, que será modelo y referente obligado para la comunidad eclesial en todos los tiempos. Ellas supieron ser dóciles a su fe hasta dejarse transformar completamente por el Espíritu Santo. Pidámosle a la Santísima Virgen, la mujer más excelsa, que ella interceda por nosotros para que tanto los hombres como las mujeres de hoy experimentemos una gran necesidad del Señor y seamos discípulos–misioneros que propaguen tu mensaje de verdad y de caridad. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

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