Para realizar el encargo que tenemos como discípulos–misioneros, Jesús encomienda a los Doce y en ellos a todos nosotros, un estilo de actuación que se vive en austeridad, sin demasiadas provisiones para el camino. Él avisa, a quien quiera estar con él y ser enviado en su nombre, que, además, en algunos lugares el mensaje se acogerá bien y en otros, no. Se puede decir que durante más de dos mil años se está cumpliendo la última afirmación del Evangelio de hoy: «Ellos se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes». ¡Cuánto bien corporal y social ha hecho la comunidad cristiana formada por los discípulos–misioneros de Cristo, además del bien espiritual, sacramental y evangelizador!
Hoy, Jesús continúa enviando a la comunidad cristiana para que viva junto a él y anuncie el Reino. La comunidad debe tomar esta invitación a estar con él y a anunciar la Buena Nueva con hechos concretos, como algo de lo cual depende su vida, pero debe, a la vez, recurrir a los medios adecuados. La evangelización no se puede realizar con perfiles de campaña publicitaria, como hace el mundo con muchos de sus productos. Quienes hablan del Dios providente, del padre bueno y cariñoso que nos ama, no deberán ir cargados de provisiones. El auténtico evangelizador lleva el mensaje del Señor «incorporado», con sencillez, en su vida. Por eso los discípulos–misioneros de hoy: laicos, sacerdotes, religiosos, lo que debemos tener siempre delante de los ojos, como lo fundamental, es que estamos trabajando por el Reino de Dios, no por nuestro propio Reino, y que este Reino se construye con el testimonio de la austeridad y de la sencillez de vida. Que María Santísima, que supo contemplar al Señor y actuar siempre en su nombre, nos ayude a vivir así. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario