En la segunda comparación de este día, el Señor nos hace ir a pensar en el futuro de un edificio, cuestión que depende en gran parte de dónde se apoyan sus cimientos. Si sobre roca o sobre tierra o arena. En el primer caso, si la casa se construye sobre roca firme, aguantará embestidas y crecidas. En el otro, si es construida sobre tierra o arena, no. Lo mismo pasa en las personas, según construyan su personalidad sobre valores sólidos o sobre apariencias. Quien está cargado de buenas obras, pisa tierra firme; se parece a esa casa que ni la fuerza del caudal de un río desbordado puede echar por tierra porque ha sido construida sobre roca. Y sólo está bien construida la vida del cristiano si se cimienta en el amor sin medida, sin límites, hasta el enemigo, para romper la dinámica de la represalia y el odio. La vida del discípulo–misionero no se basa en la adhesión teórica al mensaje de Jesús, sino en la fidelidad al mismo día a día. El éxito del mensaje depende de la actitud que cada uno tome ante él.
Poner en práctica las palabras de Jesús es el fundamento más sólido de la vida del creyente y por tanto, el mejor criterio para distinguir al verdadero del falso discípulo, aquel que da buenos frutos del que da malos. Cuando se ponen en prácticas las palabras de Jesús, se cimienta sobre la roca y se tiene así el fundamento sólido para poner en práctica el mensaje de salvación. EL Evangelio de hoy nos invita a escuchar la Palabra, pero sobre todo a hacer de esta Palabra acciones concretas de vida. Que María interceda por nosotros para lo logremos. ¡Bendecido sábado!
Padre Alfredo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario