viernes, 10 de septiembre de 2021

«Con humildad»... Un pequeño pensamiento para hoy


El texto del Evangelio de hoy (Lc 6,39-42) se puede muy bien interpretar si se parte del tema de lo que es la humildad. Por supuesto, hay que leer el Evangelio de hoy para captar la esencia de lo que quiero compartir. Todo discípulo–misionero ha de buscar la humildad en el seguimiento de Cristo. Pero, ¿qué significa la humildad? Es una palabra que viene del latín «humilitas», de «humus», que significa tierra. Ser humilde es simple y sencillamente reconocer nuestra condición de criaturas hechas de barro, es decir de tierra. Pero humildad no quiere decir humillación, o desprecio a uno mismo o a los otros. El que es humilde reconoce su fragilidad y experimenta en su ser la necesidad de los otros para poder crecer. Somos tierra pero tierra sagrada porque ha sido modelada por Dios, el alfarero del hombre.

Ser humildes y valorar en más a los demás es consecuencia de un verdadero amor fraterno. Sólo entonces podremos contemplar el mal que se ha adueñado de muchos hermanos nuestros no para criticarlos, sino para inclinarnos amorosamente hacia ellos, y darlo todo con tal de remediar sus males. Esta es la misma actitud del Hijo de Dios, que se anonadó a sí mismo y tomo la condición de esclavo para librarnos del pecado y de la muerte mediante su Misterio Pascual. Quienes creemos en Cristo, y lo tenemos por Maestro y vamos tras sus huellas, no podemos dedicarnos a destruirnos entre nosotros mismos, poniendo en evidencia a nuestro prójimo ante los demás al descubrir sus miserias y pecados, sino que, llenos de amor, a la altura del amor que Dios nos manifestó en Cristo Jesús, hemos de anunciarles a Cristo como único camino de salvación y, en su Nombre, nos hemos de inclinar hacia ellos para fortalecerlos y ayudarles a convertirse de su mala vida, e iniciar un nuevo camino, tras las huellas de Cristo, hacia la Casa Paterna, para alabar al Señor eternamente.

Como dice el padre Esquerda en su reflexión para el día de hoy: «Los cálculos de Jesús son siempre el amor y el perdón. Juzgar a otros y criticar, equivale a “perseguir” a Jesús», por eso con humildad debemos examinarnos primero a nosotros mismos para ver lo que tenemos que corregir y luego ayudar al hermano. En el Evangelio de hoy Jesús nos advierte del peligro de guiar a los demás sin antes cuidar nuestra propia vida interior en humildad. El primer apostolado que todos tenemos es luchar por ser santos, ver con claridad el camino, quitar esos defectos que nos apartan de Dios. Luego, cuando nos veamos precisados a reprender a otros, debemos pensar primero si alguna vez hemos cometido aquella falta que vamos a reprender; y si no la hemos cometido, pensemos que somos hombres y que hemos podido cometerla. O si la hemos cometido en otro tiempo, aunque ahora no la cometamos. Y entonces tengamos presente la común fragilidad, para que la misericordia, y no el rencor; preceda a aquella corrección hecha con humildad. Jesús quieres apartarnos del peligro de juzgar a los demás, de señalar sus defectos y limitaciones, sin darnos cuenta de que nosotros tenemos también los nuestros, a veces incluso mayores que los de los demás. ¿Cómo vamos a guiar a los demás si nosotros vamos a tientas? ¿No caeremos los dos en el hoyo? Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de ser humildes reconociendo nuestra propia pequeñez para desde allí, ayudar a los demás. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario