Jesús nos está señalando aquí una de las verdades que debemos entender; un odre de alguna manera representa nuestra vida. El temor, con los odres viejos, era que el odre se rompiese y se perdiese el vino nuevo. El problema de los odres viejos es que van perdiendo la elasticidad a los cambios, son como odres viejos les decía a los fariseos y escribas. Y es que aquellos hombres como odres viejos, estaban endurecidos, y no estaban preparados para recibir la Buena Nueva, no estaban preparados para recibir lo bueno de Dios, la alegría del Evangelio y creían que la revelación que habían tenido en el Antiguo Testamento, era todo lo que necesitaban saber hasta ese entonces.
Los apóstoles, por ejemplo, tenían una formación religiosa propia del Antiguo Testamento. Seguro les costó ir madurando en la nueva mentalidad de Jesús. Nosotros ahora estamos rodeados de una ideología y una sensibilidad neopagana y también tenemos que ir madurando: el vino nuevo de Jesús nos obliga a cambiar los odres. El vino nuevo implica actitudes nuevas, maneras de pensar propias de Cristo, que no coinciden con las de este mundo. Son cambios de mentalidad, profundos. No de meros retoques externos. En muchos aspectos son incompatibles el traje de este mundo y el de Cristo. Por eso cada día leemos o escuchamos, estudiamos y reflexionamos la doctrina nueva de Jesús para recibir su vino nuevo. Pidámosle a María que como ella, sepamos descubrir el vino nuevo y así seamos un signo claro del Señor para todas las personas. ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
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