miércoles, 8 de septiembre de 2021

«En la fiesta de la Natividad de María»... Un pequeño pensamiento para hoy


La Iglesia celebra hoy una festividad que es toda ella una invitación a la alegría. Se trata de la Natividad de la Virgen María, una fiesta que nos llena de gozo precisamente porque con el nacimiento de María Santísima Dios dio al mundo como la garantía concreta de que la salvación era ya inminente: la humanidad que, desde milenios, en forma más o menos consciente, había esperado algo o alguien que la pudiese liberar del dolor, del mal, de la angustia, de la desesperación, y que dentro del Pueblo elegido había encontrado, especialmente en los Profetas, a los portavoces de la Palabra de Dios, confortante y consoladora, podía mirar finalmente, conmovida y emocionada, a María «Niña», como punto de convergencia y de llegada de un conjunto de promesas divinas, que resonaban misteriosamente en el corazón mismo de la historia. Esta fiesta, muy amada por la piedad popular, nos lleva a admirar en María niña la aurora purísima de la redención. Contemplamos a una niña como todas las demás, y, al mismo tiempo, única, la «bendita entre las mujeres» (Lc 1,42), la inmaculada «hija de Sión», destinada a convertirse en madre del Mesías.

El beato Alfredo Ildefonso Schuster, explicando el significado de esta fiesta, como eminente teólogo, expresa: «Como la primera Eva fue formada por Dios de la costilla de Adán, toda radiante de vida y de inocencia, así María, espléndida e inmaculada, salió del corazón del Verbo eterno, el cual por obra del Espíritu Santo, quiso modelar aquel cuerpo y aquella alma que debían servirle un día de tabernáculo y altar». ¡Qué hermosa expresión para resaltar la figura de María a quien contemplamos ahora como una niña pequeña elegida por Dios para ser su Madre y nuestra Madre! La elección de María se sitúa, efectivamente, dentro del plan de salvación que Dios Padre había pensado antes de la creación del mundo, para otorgar en Jesucristo toda clase de bendiciones espirituales a favor de la humanidad entera creada a imagen y semejanza suya. Y María respondió positiva y generosamente a la llamada y elección divina para que fuese la Madre del Hijo de Dios. Esta fue su respuesta: «Aquí está la sierva del Señor, hágase en mi según tu palabra». Y Dios la llenó de su gracia y de su amor: «Alégrate María, llena de gracia, el Señor está contigo». Y María correspondió a la petición del Señor, a este don tan particular, con una vida de fe confiada, con la máxima apertura de corazón y con una respuesta libre y generosa que implicó toda su existencia.

El Evangelio de esta fiesta (Mt 1,1-16.18-23) narrándonos la genealogía de Jesucristo y el modo en que este nació, nos hace ir a la sorprendente Fe de María a quien el Evangelio, en otro pasaje llama «bienaventurada», porque siempre creyó en el cumplimiento de la Palabra. Al celebrar la fiesta de su nacimiento, le suplicamos al Señor, que su Santísima Madre, interceda por nosotros para que sepamos escuchar a Dios como ella y creer en lo que hoy y cada día nos quiere decir. La fiesta de hoy nos debe recordar que, como dice el Papa Francisco: «La alegría del Evangelio brota de un corazón pobre, que sabe regocijarse y maravillarse por las obras de Dios, como el corazón de la Virgen, a quien todas las generaciones llaman “dichosa”. Que Ella, la Madre de los pobres y la estrella de la nueva evangelización, nos ayude a vivir el Evangelio, a encarnar las Bienaventuranzas en nuestra vida, a atrevernos a ser felices. (Mensaje del Santo Padre Francisco para la XXIX Jornada Mundial de la Juventud 2014). ¡Bendiciones en esta fiesta de la Natividad de María!

Padre Alfredo.

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