miércoles, 15 de septiembre de 2021

«Nuestra Señora de los Dolores»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy en la Iglesia Católica celebramos la memoria de «Nuestra Señora de los Dolores». Esta celebración se tiene en el calendario en este día porque en casi todas las naciones el 14 de septiembre —no en México y algunos otros lugares— se celebra «La exaltación de la santa Cruz» y al día siguiente se contempla a María al pie de la Cruz como nos narra el Evangelio de hoy (Jn 19,25-27). La devoción a Nuestra señora de los dolores viene desde muy antiguo. Ya en el siglo VIII los escritores eclesiásticos hablaban de la «Compasión de la Virgen» en referencia a la participación de la Madre de Dios en los dolores del Crucificado. Pronto empezaron a surgir las devociones a los 7 dolores de María y se compusieron himnos con los que los fieles manifestaban su solidaridad con la Virgen dolorosa hasta llegar a esta celebración.

El pueblo cristiano —apoyado en su fe y en la expresión de su religiosidad popular desde muy antiguo— contempla con mucho cariño, devoción y gran veneración a la Virgen María como Madre de los Dolores; como Virgen y Madre de Dios, como mujer cercana al dolor y al sufrimiento humano; como aquella gran mujer a quien acudir confiadamente y con la seguridad de su veloz y generosa ayuda en los sufrimientos, dolores y dificultades de la vida; y como aquella a quién se puede mirar como modelo para enfrentar, sin perder la paz, la alegría y la confianza en Dios, las dificultades del diario andar y las cruces que el Señor permite en nuestras vidas. Sabemos que María se asoció estrechamente con su Hijo en su pasión y muerte en la Cruz, en sus dolores, soledad y sufrimientos. Por ello hablamos de María como aquella que unió sus dolores y sufrimientos a los de su Hijo Jesucristo para ayudarle en la obra de la Redención y salvación de los hombres. 

El dolor de la Virgen en el Calvario, fue más agudo que ningún otro sufrimiento en el mundo, pues no ha habido una madre que haya tenido un corazón tan entrañable y lleno de ternura y amor como el de María. Ella sufrió voluntariamente para demostrarnos su amor, pues el amor se prueba con el sacrificio. Al celebrar hoy esta memoria en honor a la Virgen de los Dolores, Jesucristo nos invita a ofrecer, por la salvación propia y por la de los demás, todos los dolores, casi siempre pequeños, de nuestra vida. La Virgen nos enseña a no quejarnos fuera de los límites de la normalidad ante los males que nos afectan, pues Ella jamás lo hizo; nos anima a unirlos a la Cruz redentora de su Hijo y a convertir nuestros sufrimientos en un bien para nuestra propia persona, para nuestros seres queridos, para la comunidad parroquial y para la Iglesia. Que María, Nuestra Señora de los Dolores, nos proteja, nos ampare a todos y nos mantenga siempre muy cerca de su Hijo Jesús. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

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