Viene luego una pregunta más directa, muy directa —diría yo—, que va dirigida directamente a los discípulos: «¿Y ustedes, quién dicen que soy yo? Para Jesús es de vital importancia que sus más allegados le definan y se definan a sí mismos frente a su persona. Cada uno de los que nos sabemos discípulos–misioneros de Cristo, tarde o temprano, a lo largo de nuestro camino de fe nos topamos con esta penetrante cuestión: ¿Quién es Cristo para mí? Jesús quiere que hagamos la experiencia personal, que nuestro conocimiento sobre él no sea sólo de oídas, de habladas, lo que los demás dicen, quiere, en primer lugar, que cada uno haga su experiencia, lo busque, lo encuentre y afirme, como Pedro: «Tú eres el Mesías». Todo se juega en la profundidad de esta breve palabra: «Tú».
¡Tú eres…! Entonces, «tú» puede significar todo: el amor, el sentido de la vida, el interés prioritario, la felicidad encontrada finalmente, el gozo de estar vivos porque se está precisamente con ese «tú». En un instante, Pedro hace síntesis, no de sus conocimientos teológicos, porque no se trata de una respuesta teórica, sino de su vida misma y de lo que ésta ha cambiado desde que ese hombre que tiene delante, pasó a su lado, una mañana en la orilla del mar de Galilea, cuando él remendaba las redes. Para nosotros, decir, «tú eres el Mesías» significa reconocer que nuestra historia, nuestro pasado, ha sido un itinerario hacia Cristo y que, ese pasado, sólo tendrá sentido si el encuentro con Él se lleva efectivamente a cabo. En este domingo preguntémonos: «¿Quién es Cristo para mí?» y respondamos como Pedro, bien convencidos de que él, el Cristo, el Mesías, es nuestro Salvador. Que María Santísima nos ayude. ¡Bendecido domingo!
Padre Alfredo.
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