Jesús no viene a discutir con los escribas y fariseos el sentido de la Gloria de Dios que se contemplaba con especial rigor en el descanso del sábado; pero, en lugar de considerarla una mera observancia legalista, va hasta el fondo de la razón que justifica el sábado; entiende que la Gloria de Dios es exaltada en primer lugar por el «bien» que se hace a los desgraciados, por la «vida salvada» a alguien. Si contraviene a una tradición, no es para destruir el sábado, sino para honrarlo en profundidad al poner a la persona en el centro del plan de salvación. Liberar a un pobre enfermo de su mal, es, para Jesús, un modo más verdadero de santificar el «día del Señor», que dejar a un hombre en el sufrimiento, por el pretendido honor de guardar el descanso para darle gloria a Dios. Jesús, como Hijo amado del Padre, tiene una idea de Dios distinta de la de los escribas y fariseos. Su Dios es el Dios de la misericordia, el Dios que se acerca a los hombres; el Dios de ellos es el inaccesible, que está sencillamente por encima de los hombres. Mediante la curación, Jesús muestra que le está permitido restaurar el sentido del sábado según la mente de Dios, ya que él mismo aporta la restauración de todas las cosas.
El sábado, en la cultura judía es figura del gran reposo sabático de Dios (Hb 4.8ss), que se iniciará cuando sean restauradas todas las cosas y todo haya alcanzado su acabada perfección. Para nosotros los cristianos, el sábado, por la gloriosa resurrección de Jesucristo, se ha traslado al domingo. Ese día debemos rezar con más intensidad y celebrar la Eucaristía con gozo en torno al Evangelio de la alegría. Y a la vez, precisamente ese día, nos deberíamos mostrar fraternos y sanantes, con detalles de caridad y buen corazón con las personas cercanas y necesitadas que, aunque no nos lo pidan, ya sabemos que necesitan nuestro interés y nuestro cariño. Que Dios, nuestro Padre, nos conceda por intercesión de la Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir conforme a la fidelidad a su Voluntad que nos enseñó Jesús, Hijo suyo y Hermano nuestro que pasó por el mundo haciendo el bien. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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