domingo, 22 de septiembre de 2019

«Lo que el dinero no puede dar»... Un pequeño pensamiento para hoy


En los tiempos actuales en los que mucha gente —sobre todo jóvenes y adolescentes— ha sacado a Dios de la escena de sus vidas, los temas de Iglesia y de religión tienen muy poca importancia en su vida diaria. Comparada con la escuela, los medios sociales, el entretenimiento popular, los deportes y demás diversiones, la Iglesia no les atrae ni les interesa. El Centro de Investigaciones Pew (en inglés: Pew Research Center), un «think tank» ¬—tanque de pensamiento, laboratorio de ideas, instituto de investigación, gabinete estratégico, centro de pensamiento y centro de reflexión— con sede en Washington D. C. que brinda información sobre problemáticas, actitudes y tendencias que caracterizan a los Estados Unidos y al mundo, ha hecho un estudio titulado «La religión entre los jóvenes del milenio» y entre los resultados encontró lo siguiente respecto de los adultos jóvenes de 30 años o menos: Uno de cada cuatro identifica su religión como «ateísmo», «agnosticismo» o «nada en particular». Uno de cada cinco dice que creció en una religión, pero que ahora no está afiliado a ninguna fe en particular. Solo el 64 por ciento expresa estar seguro de la existencia de Dios. Menos de la mitad —el 45 por ciento— indica que la religión es muy importante en su vida. Menos de la mitad —el 48 por ciento— señala que ora todos los días. De los afiliados a una Iglesia, casi tres de cada cuatro —el 74 por ciento— comenta que hay más de una manera correcta de interpretar las enseñanzas de su fe y menos de uno en cada cinco —el 18 por ciento— declara que asiste a los servicios religiosos semanalmente.

El progresivo y acelerado desarrollo económico de la sociedad, la secularización en Europa y América, los continentes que hacen punta de lanza, el paso de una economía tradicional a una moderna, donde el rol de la Iglesia y de la identidad religiosa como aglutinador de las comunidades pasó a un segundo plano, el efecto de la conectividad global y las nuevas tecnologías, en plena sociedad del conocimiento, hacen que en el corazón de muchos jóvenes y adolescentes se vaya anidando un anhelo de tener más y más dinero para ir en la vanguardia en esto, olvidando que dentro de nosotros hay un alma que necesita ser alimentada no sólo en el tiempo de la catequesis infantil sino durante toda la vida. No podemos negar que cuando termina la época de las primeras comuniones, en muchas parroquias se percibe un éxodo masivo de gente que abandona la iglesia porque «ya cumplieron». Este domingo, el salmo 112 [113] nos dice algo importantísimo que nos invita a recobrar la visión de Dios en la Iglesia para que esa gente, sobre todo joven, regrese y participe en la Misa Dominical. El salmista nos ayuda a ver que los creyentes alabamos a Dios porque nos sentimos sobrecogidos por su grandeza, que excede todos nuestros cálculos, y porque en su forma histórica de actuar se ha abajado hasta lo más profundo de nuestro barro, haciéndose en Jesús «uno de tantos», en todo semejante a nosotros menos en el pecado que ha venido a enseñarnos lo que la despreciada esterilidad humana con su materialismo y consumismo no puede brindar.

El autor del salmo afirma con profunda convicción: «Dios está sobre todas las naciones, su gloria por encima de los cielos... y sin embargo de esto, bajar se digna su mirada para ver tierra y cielo. Sí, en Jesucristo, Dios camina entre nosotros y conoce muy bien nuestras realidades. Hoy en el Evangelio Jesús, que conoce muy bien la mentalidad del hombre de mundo, nos cuenta una parábola, cuyo sentido no se entiende tan fácilmente (Lc 16,1-13), pero en ella nos deja una maravillosa historia que nos hace ver que siempre se necesitará astucia para dar buen uso al dinero y para ayudar a abrir el corazón de quienes se han quedado atorados, envueltos por el atractivo de tener más para gastar más. Muchos millones de personas en la Tierra pasan hambre, tienen que buscarse la vida emigrando a otros países en lanchas que se hunden en el mar. Dios toma partida por los pobres y como proclama el Salmo 112 «levanta del polvo al desvalido». ¿Pero a dónde quiero llegar con esta más que larga reflexión dominical? Mucha de nuestra gente, incluso de nuestros familiares y amigos, están cautivados por el dinero y lo material que con éste pueden obtener, esos son los «pobres y desvalidos de hoy» a los que les falta dar sentido al domingo para alimentar su vida interior dando a su ser descanso puro y no puro descanso, ánimo de vivir y no ansias de poseer. ¡Qué difícil resulta para muchos entender la lógica de Dios en este mundo atrapado por lo material! ¿Podrías hoy invitar a alguno de ellos a ir a Misa contigo? Contemplando a la Virgen María, le pido que ella impulse a todos los cristianos de hoy a ser prudentes y astutos... más que los del mundo para que seamos valientes discípulos—misioneros que podamos dar razón del por qué buscamos y alabamos a Dios en la Misa Dominical.

Padre Alfredo.

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