«Creíamos soñar...» dice hoy el salmista (Salmo 125 [126]) en un bello poema que refleja la situación de alegría y gratitud para con Dios de los repatriados de la cautividad babilónica, los cuales, por un lado, están gozosos al ver que se han cumplido los oráculos de Yahvé sobre el final del exilio y por el otro lado, a la par de este gozo, sufren grandes penalidades y ansían que la nación recupere su plenitud política y económica, como en los tiempos antiguos. El retorno de la cautividad resultó tan insólito para el pueblo, que los que asistían al espectáculo no creían lo que veían, todo sucedía como si fuera un sueño. ¿No nos ha pasado así a nosotros alguna que otra ves cuando decimos también «me parecía como un sueño»? Con bellas metáforas, el autor de este salmo anuncia la futura transformación de la nación israelita porque ya empieza a ver signos. «Como cambian los ríos la suerte del desierto» dice él, así va cambiando la suerte del pueblo. Así como los caudales de los ríos están secos en verano y se llenan de agua en el otoño con las primeras lluvias impetuosas, así la nación israelita recuperará su plena vitalidad nacional. Los creyentes han confiado en el Señor y como los que siembran, que lo hacen con no pocas penalidades, saben que serán recompensados con la recolección de las ricas gavillas, al fin verán alegres coronada su obra y por eso mantienen viva la esperanza de un futuro mejor que reanimará al pueblo depauperado y desilusionado en el exilio que ahora ha terminado.
El célebre escritor uruguayo y Doctor en Medicina y cardiología Walter Dresel (Montevideo 1945), que es también homeópata y fundador del Centro de Medicina del Bienestar y del Centro de Liderazgo y Administración de la Vida Humana, obtuvo el Premio Cervantes de Literatura para Adultos del Uruguay y el Artigas de Pie, el premio del Mérito Oriental al Hombre Uruguayo, en 2003. Asimismo el Premio Quijote de tal país en 2003 y 2004 y en 2005 el premio Cristóbal Colón por el éxito obtenido por sus obras en España y, dos años más tarde, el Mérito Oriental a la Paz por su labor social. Galardoneado también en octubre de 2010 con la distinción del Hombre Uruguayo más destacado 2009-2010, en el apartado de Literatura, en uno de sus libros escribe: «La vida es difícil, pero a partir de creer que todos podemos soñar y a partir del momento en que tomamos conciencia de que somos capaces de fijarnos metas y objetivos realizables, también vamos a sentirnos mejor con nosotros mismos y las puertas se van a abrir para que podamos avanzar con pie firme, rumbo a la construcción de un futuro diferente» (Walter Dresel, “Apuesta por ti”). Parecería que Dresel hubiera leído y meditado este salmo lleno de esperanza que animaba al pueblo de Israel cuando había dificultades en el camino. El salmo cobraba un significado particular cuando se cantaba en los días en que Israel se sentía amenazado y atemorizado, porque debía afrontar de nuevo una prueba. De esta manera, el Salmo se transforma en una oración del pueblo de Dios en su itinerario histórico, lleno de peligros y pruebas, pero siempre abierto a la confianza en Dios salvador y liberador, defensor de los débiles y los oprimidos que nos depara un futuro diferente.
Pero para que los sueños se hagan realidad, hemos de colaborar nosotros, como dice el Evangelio de hoy (Lc 8,16-18) para que la luz esperanzadora llegue a todos. Jesús sueña, él entrevé el día en el cual el Evangelio será proclamado «a plena luz». La Palabra y la Vida que Dios ha sembrado en nosotros, no es para que se quede escondida, sino para soñar con la esperanza de que brote y produzca abundancia de frutos, pues el Señor espera que no seamos como terrenos inútiles, incapaces de hacer que la vida de Dios se haga vida nuestra, sino de que, a impulsos del Espíritu, realicemos obras que manifiesten la bondad, la salvación, la misericordia, la paz que Dios, por medio nuestro sigue ofreciendo al mundo. Es así, dando luz, como nosotros colaboraremos a la salvación de nuestros hermanos y podremos decir: «nos parecía soñar». Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, la gracia de ser soñadores como Jesucristo, que alcanza a ver la luz que iluminará el camino de quienes, viviendo en las tinieblas del pecado y del error, necesitan de quien les ayude a encontrar el camino de la salvación, del amor y de la paz... ¡Bendecido lunes y se vale soñar!
Padre Alfredo.
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