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Tobit, el autor de este cántico, guarda memoria de lo que el Señor ha hecho por su pueblo y explota de gratitud en este cántico de alabanza y lleno de esperanza a la vez. Él, a pesar de la situación de pobreza en la que ha caído y la vida incómoda que le añade la ceguera, no se aleja de Dios, sino que sigue siendo el hombre agradecido por lo que Dios ha hecho y por eso es fiel a los preceptos de la Ley, a la Palabra de Dios y a la práctica de la limosna con los necesitados. Y Dios, que no abandona nunca a los que le son fieles incluso en el sufrimiento y en la enfermedad, viene en ayuda del anciano padre Tobit por medio del árcangel Rafael, que guía a su hijo Tobías en el peligroso viaje que emprende, le trae de nuevo a la casa paterna, hace feliz a Tobit al ver la celebración de las nupcias de su hijo con Sara, hija de Ragüel, y, por último, le cura de la ceguera. Por tanto, el cántico dirige nuestra mirada, junto con la de Tobit al rostro de Dios, considerado como Padre providente, y nos invita a la bendición y a la alabanza con gratitud. En estas palabras se alude a la «filiación» especial que Israel experimenta como don de la alianza y que prepara el misterio de la encarnación del Hijo de Dios. En Jesús resplandecerá entonces este rostro del Padre y se revelará su misericordia sin límites.
Por su parte, el Evangelio de hoy (Lc 9,1-6 nos invita a nosotros a hacer memoria recordando que el Señor nos dice que lo más importante para llevar el mensaje de la Buena Nueva al mundo pagano, es no quedarse con los brazos cruzados sino poner por lo menos nuestro granito de arena. Unidos al Señor Él nos envía para que proclamemos ante los demás lo misericordioso que Él ha sido para con nosotros a lo largo de la historia de la Iglesia. Hemos de anunciar el Nombre del Señor; y lo hemos de hacer desde nuestra experiencia personal con el Señor y la vivencia fiel de las enseñanzas que se han quedado guardadas en el corazón. Pero no podemos quedarnos sólo en el recuerdo con los labios, sino que también nuestras obras deben convertirse en la proclamación de la Buena Nueva de salvación que va construyendo la historia. Sólo así, haciendo memoria de lo que Dios ha hecho por todos, podremos ser testigos del Señor que se preocupa de remediar los males tanto personales, como los que hay en el mundo actual. Un día nosotros y nuestros hechos también pasaremos a la historia y estaremos en las efemérides de la familia, del grupo de amigos, de la comunidad. Que la Virgen nos ayude en este caminar y que de su mano sigamos escribiendo la parte de la historia que nos toca. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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