En medio de su manifestación para promover la legalización del aborto este 28 de septiembre en la Ciudad de México, violentas feministas a favor del aborto, vandalizaron con pintas el exterior del cerco de la Catedral Metropolitana e intentaron incendiarla.
Claro está, si estas son mujeres que no aman la vida de un bebé recién concebido en el seno materno, no amarán ni su propia vida ni la de los demás. Me parece terrible esta exhibición de tanta falta de amor, hacia el prójimo y hacia ellas mismas y, como se cuestionaba alguien: ¿Qué clase de mamás serían estas mujeres? Seguramente han olvidado ya, perdidas en estrafalarias ideas que van y vienen en este mundo de confusión, que sus madres les dieron a ellas la oportunidad de vivir. Pobres mujeres, cuantas heridas tendrán y no necesariamente en su cuerpo sino en su alma.
Por fortuna, desde algunas horas previas al hecho, un grupo de católicos, se congregó delante de las puertas frontales del templo en el Centro Histórico de Ciudad de México. Gracias a la valentía de muchos laicos católicos comprometidos, entre ellos algunos hermanos Vanclaristas y miembros de Familia Eucarística, se pudieron resguardar y defender los templos, el Gobierno se dio cuenta de que con los templos católicos no se juega y enviaron la fuerza pública para defender Catedral y otros Templos del Centro Histórico de la Capital Mexicana. Los bomberos actuaron con rapidez para evitar que el fuego se propagara y la policía se hizo presente para evitar mayores agresiones de los promotores del aborto contra la Catedral.
Desde la mañana del día de hoy, un buen grupo de fieles se congregaron como muro humano frente a la iglesia de San Francisco y el Templo Expiatorio Nacional de San Felipe de Jesús evitaron que un colectivo feminista los vandalizara. Los católicos y los miembros de otras denominaciones cristianas, sabemos que la práctica del aborto no soluciona la violencia sexual contra mujeres y sólo promueve la llamada: "cultura de la muerte” al atentar contra cientos de miles de vidas inocentes.
Como sacerdote y misionero católico les invito a que nos sumemos a la garantía de respeto al derecho humano a la vida, que debe ser tutelado por un gobierno y por las diversas instituciones de la sociedad defendiendo los derechos humanos. El derecho a la vida, que no puede ser vulnerado por las circunstancias en que un ser humano fue concebido, buscará siempre defender la vida del recién concebido recordando que esto no es un asunto de dogmas religiosos, sino de derechos humanos.
La Iglesia católica ha entendido siempre que el aborto provocado es uno de los peores crímenes desde el punto de vista moral. El Concilio Vaticano II dice a este respecto: "Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la insigne misión de proteger la vida, que se ha de llevar a cabo de un modo digno del hombre. Por ello, la vida ya concebida ha de ser salvaguardada con extremados cuidados; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables" (Const. Gaudium et Spes). "Sólo donde se respeta, se defiende, se ama y se sirve a la vida humana, a toda vida humana, se encontrará justicia, desarrollo, libertad verdadera, paz y felicidad" (cf. Evangelium vitae, 5).
Los cristianos, entre los que nos contamos los católicos, sabemos que la dignidad de la persona humana tiene su más profundo fundamento en el hecho de ser hijos de Dios y hermanos de Jesucristo, que quiso ser hombre por amor a todos y cada uno de nosotros. No dejemos de orar y defendamos sin violencia alguna, nuestra postura como cristianos, como católicos comprometidos.
Con el auxilio de Jesús y de su Santa Madre, que lo concibió en su seno, y con el ejemplo de la vida de muchas mujeres heroicas que han rechazado el aborto, será posible seguir trabajando mejor en la defensa de la vida.
Padre Alfredo.
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