Cada día que pasa el Señor nos da la oportunidad de vivir un nuevo hoy. El pasado ha quedado atrás súbitamente, no podemos cambiar lo que haya ocurrido y el futuro está por venir y lo que está por suceder es un misterio. Si en cambio pensamos en el hoy, seremos mucho más felices y daremos gloria y alabanza al Señor en el instante, por eso este día, el salmista con el salmo 95 [96] nos invita a cantar al Señor «un canto nuevo». Este salmo es, pudiéramos decir, un salmo corto, y hoy la liturgia nos lo propone completo como salmo responsorial. El salmista nos invita a cantarle al Señor que reina con esplendor y majestad, con poder y belleza desde lo alto del cielo. Con este salmo la Iglesia nos invita a alabar y a cantarle a Cristo un nuevo canto, el canto de hoy, es decir, la alabanza que este día y no ayer ni mañana, le debemos rendir con nuestro ser y quehacer. «Mañana empiezo la dieta». «La próxima semana le hablaré a mi mamá». «Cuando me gradúe tendré tiempo para hacer ejercicio». «Cuando tenga vacas te regalaré un queso»... Todas estas promesas de futuro y muchas más que se pueden cruzar por nuestra mente y por nuestro corazón, pueden ser incluso la excusa perfecta para no actuar hoy y para no vivir el momento.
Es cierto que los días tienen solamente 24 horas y que no podemos hacer todo lo que quisiéramos. Pero seguro que este es el momento de Dios, el tiempo que él nos está concediendo vivir. Este es el momento de analizar cuáles son mis prioridades para darles la importancia que requieren y, como debemos suponerlo, Dios y sus intereses van primero. Escribiendo en uno de sus ratos de meditación, la beata María Inés Teresa apunta: «Todos los intereses de Jesús han sido siempre, y lo serán con su gracia, el blanco de todas mis obras y oraciones; es lo que más poderosamente me mueve para mortificarme, vencerme y orar» (Consejos y reflexiones). Por eso el hoy es tan importante, y por eso el canto debe de ser nuevo, porque cada día hay una nueva manifestación del reinado del Señor en nuestras vidas. Tenemos siempre muchas cosas nuevas que celebrar, muchos regalos que Dios nos da y por lo tanto debemos de tener un nuevo canto para cada mañana que regresa, y para cada tarde que cae. Cada día trae algo nuevo, como hoy por ejemplo, que el Evangelio del día nos trae una novedad, y esta novedad está en el evangelio de san Lucas, ya que después de la lectura continua de los evangelios de Marcos y de Mateo, abordamos este lunes el evangelio según san Lucas, que nos conducirá hasta el fin de noviembre —de la 22ª a la 34ª semana del tiempo ordinario—. Jesús, que va viviendo cada momento como con un canto nuevo que glorifica a su Padre, nos habla del «hoy» (Lc 4,16-30).
«Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura, que ustedes acaban de oír» le dice al grupo de gente que escucha su primera predicación en la sinagoga de Nazareth. Jesús aparece como el Enviado de Dios, su Ungido, el lleno del Espíritu. Y aparece también como el que anuncia la salvación a los pobres, a los cautivos, a los ciegos, a los oprimidos en el «hoy». «Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura». Es lo que pasa cada día en nuestra escucha y meditación de la Sagrada Escritura. No se nos invita a ir a la Escritura —como sucede en la Misa de cada día— para que nos enteremos de lo que pasó, que eso lo solemos saber ya, sino porque Dios quiere renovar su gracia salvadora, la del Antiguo Testamento y la del Nuevo Testamento, «hoy», aquí y ahora, para nosotros. Es lo que nuestra meditación personal debe buscar: actualizar en nuestras vidas lo que Dios nos ha dicho en su Historia de Salvación. Por eso hoy entonamos un nuevo canto, como María que en el hoy, en el momento en que está visitando a Isabel, en el momento en que llega, portadora de Cristo para llevar su gracia, entona un nuevo canto: el Magnificat (Lc 1,46-55). ¿Cuál es tu nuevo canto para hoy? ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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