jueves, 9 de febrero de 2023

Rosita Estrada, una misionera que inspiró a otras almas a vivir la consagración a Dios... Vidas consagradas que dejan la huella de Cristo LXXXVII

Hace ya muchos años, en mis tiempos de seminarista en nuestra congregación de Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal, conocí a una monjita excepcional, una mujer joven y llena de Dios que respiraba por los poros de su ser el amor a Dios y el anhelo de que muchos viviéramos la gracia de Dios. Hablo de la hermana Rosa María Estrada Flores de quien ahora quiero compartir la reseña de su vida misionera que inspiró a otras almas a vivir la consagración a Dios en plenitud.

La hermana Rosita —como mejor la conocimos muchos— nació en Atotonilco el Alto, Jalisco, México, el 7 de septiembre de 1951. El 12 de diciembre de 1967, decidida a donar su vida como misionera, ingresó en la congregación religiosa de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento en la Casa Noviciado, de Cuernavaca, Morelos. Allí mismo, el 20 de agosto del año siguiente, inició su noviciado y el 25 de agosto de 1970 emitió sus votos temporales. 

Después de su formación inicial, Rosita recibió su cambio a Italia, a la comunidad de Garampi y posteriormente, a una comunidad que había en aquellos años en la clínica de Villa Angela. En 1974 sus superioras le destinaron a Madrid, y posteriormente a Pamplona, donde colaboró en el Colegio Mayor Santa Clara. Allí realizó su profesión perpetua consagrándose para toda su vida al Señor el 8 de diciembre de 1977. Allí, en esa comunidad donde hay un colegio mayor, permaneció hasta 1980 en que regresó a México a la Casa Madre en Cuernavaca. 

Posteriormente, estuvo en la Casa de Guadalajara, donde estudió enfermería y donde yo la conocí y traté varias veces en mis visitas a la comunidad de Guadalajara en diversos veranos en que ayudaba yo a manejar desde Cuernavaca a Guadalajara para llevar a las hermanas que estudiaban, en la Perla Tapatía, cursos de verano de espiritualidad con los padres carmelitas. ¡Cuanto me edificaba su sonrisa y su testimonio de generosidad que conservó siempre, con un espíritu jovial.

En el año de 1988, ya con experiencia como enfermera, recibió su cambio a Dublín, en Irlanda y, en 1997, llegó a la misión de Hardag, en la India, donde fue superiora local y maestra de novicias. Diez años después, en 1998 fue nombrada vicaria de la Región Indocoreana que en aquel entonces englobaba las casas de Corea y de India. 

En el año 2003, regresó a Guadalajara, ejerciendo su profesión como enfermera y el Señor me permitió verla de nueva cuenta varias veces y disfrutar de sus edificantes pláticas de la experiencia que había adquirido en las misiones, especialmente de los años que pasó en India, a donde siempre quiso volver. Nuestros hermanos Vanclaristas de Guadalajara, disfrutaban escuchando sus edificantes experiencias misioneras.

Siguiendo con su generosidad misionera, en el año 2008, fue destinada a la misión de Mazatán Chiapas, en el sur de México, donde colaboró hasta el año 2017 cuando regresó a Ranchi, India como hermana mayor de las casas de India. 

A fines del año 2020, la hermana Rosita regresó a Guadalajara por motivos de salud, pues habían aparecido en su vida algunas dolencias que requerían tratamiento médico. 

La hermana Rosita, siempre llena de entusiasmo, se entregó, como misionera, a diferentes tareas que le encomendaban sus superioras buscando, en cualquier lugar y ocupación, dar a Cristo a los hermanos. Era normal verla siempre con una sonrisa en su rostro y con una perenne actitud positiva, aun ante las adversidades, con la confianza puesta en el Señor y en la intercesión de María Santísima, a quien encomendaba todo lo que debía realizar. 

Sus hermanas en religión, las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento, cuentas que fue una hermana que se esforzaba por animar a las demás religiosas, buscando obtener lo mejor de cada acontecimiento y hacer de la fraternidad un momento de gozo para el Señor. Muchas la recuerdan como una hermana cercana y muy humana con quienes convivía. Quería mucho a nuestra beata Madre Fundadora, la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, a quien conoció y buscó imitar y también mostró siempre un claro espíritu de pertenencia a la Familia Inesiana.

Ya en Guadalajara, en la Casa del Tesoro, donde residen las hermanas enfermas, se le veía colaborando en lo que estaba dentro de sus posibilidades y motivando a las hermanas a ofrecer con alegría su trabajo para la gloria de Dios y la salvación de las almas. Pero, a partir de ese mismo año, acompañó al Señor con la cruz de la enfermedad. Como consecuencia de los malestares que experimentaba, los médicos detectaron unos quistes malignos por lo que tuvo que dejar definitivamente la misión de la India para recibir el tratamiento oportuno para luchar contra el cáncer. Allí fue intervenida quirúrgicamente, y recibió quimioterapia y radioterapia. 

En octubre del año 2022, la hermana Rosita presentó algunos cambios neurológicos, se le detectó, además de los quistes, un tumor en el cerebro, del que también fue intervenida. Tuvo una ligera mejoría, pero al continuar con los estudios, estos revelaron que ya había una fuerte metástasis. 

Paulatinamente su salud se fue debilitando debido a la enfermedad, aunque fue atendida con mucha caridad por las hermanas de la Casa del Tesoro, en quienes dejó un testimonio de sencillez, gratitud y amor a la congregación. Se le veía entregar diariamente todos sus sacrificios al Señor por la salvación de las almas, particularmente por la misión de India, que llevó grabado en su corazón desde que pasó su primera etapa como misionera en esa querida misión que está en el ahora país más poblado del mundo con 1,428 millones de habitantes. Especialmente, allá en India, fue donde la hermana Rosita inspiró a otras almas a seguir a Cristo en la vida consagrada, pues con su ejemplo de vida y su testimonio, acompañó el caminar de postulantes y novicias de aquel lejano país.

Durante el tiempo de su enfermedad, la hermana Rosita se fue abandonando a la voluntad de Dios con mucha confianza, fortaleza, paz y serenidad para ir recibiendo lo que el Señor iba permitiendo en su vida que poco a poco, por los estragos del cáncer de iba minando. Así, poco a poco, esta edificante misionera entregó su alma a Aquél, a quien un día consagró su vida. 

El día 12 de enero de 2023, a las catorce horas con treinta y seis minutos, el Señor la llamó a su presencia a los 71 años de edad. Ahora, seguramente, el mismo Señor la ha recibido para celebrar, en su infinito amor y misericordia, las nupcias eternas.

Descanse en paz nuestra querida hermana Misionera Clarisa Rosa María Estrada Flores.

Padre Alfredo.

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