jueves, 23 de febrero de 2023

«El sacramento de la alegría»... Un pequeño pensamiento para hoy


¡Cómo no voy a estar feliz si este Miércoles de Ceniza, que empezó para mí a las 5 de la mañana, confesé en la mañana de 11:00 a 1:00 y en la tarde de 3:00 a 9:30!... ¿Se imaginan cuántas almas se pudieron acercar a gozar de la misericordia de Dios en este hermosísimo sacramento? Eran marejadas de gente que desde temprano abarrotaron nuestra parroquia. Por la tarde el padre Carlos me ayudó a confesar de 4:00 a 6:00 y el padre Israel de 6:00 a 8:00. Así, cada vez estoy más convencido de que el sacramento de la Reconciliación es el sacramento de la alegría y este día ofrece una oportunidad única para que muchos «peces gordos» se acerquen a la red de la misericordia y del perdón.

Ahora sigo viviendo este gozo y veo la primera lectura de la misa, tomada del libro del Deuteronomio (Dt 30,15-20) que nos presenta la historia de los dos caminos, que es la historia del hombre: bien y mal, maldición y bendición, fidelidad e idolatría, vida y muerte, obediencia y traición, la senda ancha y la estrecha... En la elección se juega el futuro del hombre y su vida. Y es que en la vida la pasamos eligiendo, haciendo opciones pequeñas o grandes. Ser cristiano no es una opción pequeña, sino de las fundamentales, o mejor, la fundamental y a veces el hombre, cautivado por miles de las cosas llamativas del mundo se olvida de su condición privilegiada de hijo de Dios. Por eso necesita reconciliarse con Él regresando al buen camino. ¡Qué alegría por tanta gente que se confesó y llenó de esta misma alegría su corazón!

 Ser discípulo–misionero de Cristo no es un cargo honorífico, ni un doctorado honoris causa. No hay clase business o premier. Hay condiciones claras que se resumen en tres líneas que el Evangelio de hoy (Lc 9,22-25) nos presenta y que, reconciliados con Dios por la gracia de la confesión, se pueden vivir: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar la vida, la perderá; pero el que pierda la vida por mi causa, la salvará». El tiempo de Cuaresma nos da la posibilidad de revisar nuestra vida y analizar lo que debemos cambiar o llevar a metas más altas de santidad. Agradezcamos al Señor, con María, siempre fiel a Dios, el regalo que el sacramento de la Reconciliación nos ofrece para retornar al buen camino. ¡Bendecido jueves eucarístico y sacerdotal!

Padre Alfredo.

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