Sin sacerdotes no hay Eucaristía, eso es muy cierto. Así que da gusto encontrar a muchachos como Santiago Cárdenas Murillo, un joven seminarista a quien conocí el pasado domingo en la parroquia al celebrarse el día del Seminario. Por este motivo, cada fin de semana del mes de febrero, los pocos seminaristas que estudian en el Seminario de Monterrey, son enviados a hacer presencia en las parroquias a motivar a la comunidad para orar por su formación, para colaborar económicamente en su formación y para contagiar a otros jóvenes a seguir el llamado del Señor que a muchos hace y que, por razones obvias en nuestro mundo actual, no escuchan.
Santiago compartió su mensaje en cada una de las Misas y me edificó con su testimonio de alguien que, viviendo la alegría del Evangelio, quiere alcanzar el gozo de seguir y servir al Señor en la vocación sacerdotal. El Evangelio de hoy (Mc 7,24-30) nos presenta a Jesús que se compadece de la mujer sirio-fenicia y remedia su situación. Dios quiera darnos muchos jóvenes como Santiago, que, dejando penetrar el Evangelio en su corazón, calcan sus mismos sentimientos y anhelan ya el día de su ordenación sacerdotal. ¡Gracias Santiago y gracias jóvenes seminaristas por su «sí» al Señor! Oremos al Señor por intercesión de María, Madre de los sacerdotes que nos de muchas y muy santas vocaciones sacerdotales. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!
Padre Alfredo.
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