Pero el día de hoy, en nuestro itinerario de Cuaresma, el Evangelio de hoy (Mt 9,14-15) nos dice que los Apóstoles, cuando estaban con Jesús, no ayunaban, porque ciertamente, como dice el mismo Jesús: «¿Cómo pueden llevar luto los amigos del esposo, mientras él está con ellos?» De esta manera Jesús nos hace ver que antes del «ayuno», antes del sacrificio, debe estar la alegría de estar «con el Esposo», con Dios. Este texto nos ayuda a ver que con la venida de Jesús ha empezado la gran fiesta de los esponsales de Dios con la humanidad; por eso hemos de rehuir a la tristeza y vivir en el clima alegre de la nueva alianza, que debe impregnar las necesarias prácticas penitenciales. El ayuno está relacionado con el tiempo de la espera. No hay que olvidar que Jesús mismo ayunó en el desierto, resumiendo en sí la larga preparación de la humanidad en la instauración del Reino. Pero, cuando comienza el ministerio público, Jesús puede decir con toda razón que el Reino está ya allí; ha llegado el esposo, y no conviene que los «amigos del esposo» ayunen mientras el esposo está con ellos; el ayuno no tiene si no se relaciona con la espera de Jesús. Nosotros también deseamos entrar a la presencia de Dios que se nos manifiesta en Jesús y por lo mismo, es que ayunamos.
De esta manera, la Iglesia ha permanecido fiel a este concepto del ayuno y su reciente legislación depende de él. El ayuno cristiano es, en la Cuaresma especialmente, ocasión para un encuentro con Dios que nos ha enviado a Jesucristo que, muriendo en la cruz, nos ha alcanzado la salvación y nos invita a resucitar con él. La Iglesia no está aún sino parcialmente en los últimos tiempos: camina todavía y espera una plenitud sin duda todavía lejana; en este sentido el ayuno —y sobre todo la penitencia que éste refleja— se celebra en determinados períodos del año en que la Iglesia se encuentra de manera particular en estado de vigilia, como es Cuaresma. Por eso podemos decir que lo que importa en el ayuno no solamente la privación de alimento, sino también, y sobre todo, la seriedad de la fe en las tareas de la vida para que sean la expresión más viva del servicio de Dios y de los hombres con un espíritu penitencial de ofrenda a Dios para purificar el corazón y recibir así la gracia de Dios. Que María nos siga ayudando a entender en plenitud, el sentido del ayuno en nuestra Cuaresma. ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
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