lunes, 13 de febrero de 2023

«Dios sigue preguntando: ¿Dónde está tu hermano?»... Un pequeño pensamiento para hoy


Desde las primeras páginas de la Biblia, que la primera lectura de estos días nos va presentando en el libro del Génesis que estamos leyendo (Gn 4,1-15.25), mucho antes de que Cristo Jesús nos diera la consigna del amor fraterno, ya Dios está pidiendo cuentas de la sangre de un hermano, o también, pudiéramos decir, de su fama, como nos hace decir el salmista en el salmo responsorial de este día: «Te pones a insultar a tu hermano y deshonras al hijo de tu madre. Tú haces esto, ¿y yo tengo que callarme? ¿Crees acaso que yo soy como tú? No, yo te reprenderé y te echaré en cara tus pecados» (Del salmo 49). Deberíamos al escuchar esto en nuestro interior como la voz de Dios que nos pegunte: «¿Dónde está tu hermano?». Es de esperar que no contestemos como Caín: «¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?»

Yo solamente tengo un hermano de sangre: Eduardo Antonio. Lalo, como le decimos de cariño es esposo, papá y abuelo. Gracias a Dios a pesar de la distancia kilométrica en territorio que en algunas épocas de la vida nos ha permitido el Señor vivir, por mi condición de misionero, estamos unidos en el corazón y nunca, hasta el día de hoy, gracias a Dios, ha habido un problema entre nosotros. «Hermano», «hermana», son palabras que el cristianismo ama mucho. Y gracias a la experiencia familiar, son palabras que todas las culturas y todas las épocas comprendemos, pero por desgracia, en medio de este mundo del que el materialismo y el consumismo va chupando lo que le estorba por el camino, muchos hermanos se distancian por diversos motivos y en algunos, el relato de Caín y Abel se vuelve a repetir.

¿Tienes hermanos o hermanas? Encomiéndalos a Dios desde tu condición de hombre o mujer de fe. Dale gracias al Creador por esta bendición. La hermandad es tan hermosa, que Jesucristo ha llevado a su plenitud también esta experiencia humana del ser hermanos y hermanas, asumiéndola en el amor trinitario y potenciándola para que vaya más allá de los vínculos de parentela y pueda superar todo muro de ajenidad. Cuántos de nosotros tenemos amigos que consideramos como hermanos. Volviendo al relato bíblico observamos con detenimiento que Dios pregunta a Caín: «¿Dónde está tu hermano Abel?». Esta es una pregunta que el Señor continúa repitiendo a cada generación. Pongamos, bajo la mirada de María, nuestra condición de hermanos y pidamos por ellos, nuestros hermanos de sangre y a quienes queremos como hermanos. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

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