domingo, 19 de febrero de 2023

«La Misa con niños»... Un pequeño pensamiento para hoy


Cada domingo, desde fines de diciembre que se enfermó el padre Luis Gerardo —mi vicario, que no ha regresado al Templo por cuestiones de salud— celebro la Misa con niños cada domingo a las 11 de la mañana. A esta celebración e la Eucaristía asisten muchos de los niños del catecismo y de los grupos Heaven y Conquista con sus catequistas, dirigentes, papás y familiares. Esta celebración es un gozo y representa para mí, a mis 61 años de edad, todo un reto para ponerme a la altura de los pequeños, para lo cual me ayuda mucho, en primer lugar, sentarme junto a ellos en los escalones del presbiterio para que no se tuerzan el pescuezo mirando a lo alto, aunque haga peripecias para pararme. Además de que hay que tener la suficiente destreza y agilidad para seguir los cantos con movimientos en los que se me enreda la mano izquierda con la derecha. A la hora de la predicación, hay que enfrentarse a los más atrevidos, que interrumpen inocentemente el sermón para participar activamente con algún comentario una que otra vez subido de tono, en el sentido de que es difícil sacar del atolladero teológico en que se meten los niños al escuchar las difíciles y desconocidas palabras para ellos o a los que sin pelos en la lengua denuncian situaciones concretas de injusticia ante las que uno queda mudo.

Sin embargo, es una bendición el que el Señor nos dé a los sacerdotes la oportunidad de llegar al corazón de estas almitas inocentes que, como esponjitas, captan mucho más que algunos adultos despistados, las cosas de Dios. Este domingo hay que vérselas para explicar que Dios va mucho más allá de nuestros criterios humanos en la cuestión el amor. El pasaje de san Mateo de hoy (Mt 5,38-48) nos presenta el rostro de un Dios amoroso que nos habla de la perfección del amor... Un Dios que invita a no hacer resistencia al mal, un Dios que invita a poner la mejilla izquierda al que golpea primero la derecha, un Dios que pide dar no solamente la túnica sino también el manto, un Dios que camina dos mil pasos para el servicio del prójimo, un Dios que indica que al que pide hay que darle y al que quiere que se le preste no se le niegue tal bondad... pero... aquí viene lo peliagudo... ¿Qué ve la mayoría de nuestros niños a su alrededor, empezando algunos de ellos en los que tienen cerca? ¿Cómo pedirle a alguien algo que no alcanzan a ver con claridad en un ambiente osco en done no hay caridad? ¿Qué tiempo se les dedica para que vivan estos valores desde pequeñitos?

Apenas hace poquito, un cartel de una maestra en Argentina, causó polémica entre los papás de una escuela que se indignaron por lo que puso y el asunto se hizo viral. El escrito decía así: «Queridos papitos: Atiendo a su solicitud de no enviar tareas para la casa, porque es de nuestra “responsabilidad” como profesores enseñar las materias y no de ustedes, es por eso que quiero pedirles que no manden más a la escuela niños irresponsables, faltos de respeto, sin bañarse, deshonestos, flojos y prepotentes, porque esa es su “responsabilidad” y no la deben delegar en nosotros. Gracias papitos». Tal vez indigne también a algunos papás lo que yo anoto aquí, pero, en la Iglesia también los sacerdotes, catequistas y dirigentes esperamos niños que ya traigan los valores del reino inculcados desde su casa, niños que en el hogar han aprendido lo que es compartir, lo que es perdonar, lo que es obedecer con alegría, lo que es servir, los que es amar al estilo que Cristo ha venido a traer a nuestras vidas. ¿Ustedes que piensan? ¿Están de acuerdo conmigo? Que María santísima y el justo y casto José, que seguro sembraron los valores que luego Cristo desarrolla en sus predicaciones intercedan por los formadores. ¡Bendecido domingo y bienvenidos todos los niños a Misa!

Padre Alfredo.

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