Hoy viernes el Evangelio de san Marcos (7,31-37) en un pequeño fragmento, hablando de Jesús dice: «Todo lo ha hecho bien». Un consagrado, una consagrada, como dice el Santo Padre, no es, con los años, alguien que simplemente busca la «supervivencia», sino alguien que, como Jesús, busca «hacerlo todo bien» para glorificar al Señor con su vida, es decir, con su ser y su quehacer. La hermana Irene, ha mantenido su mirada fija en Jesús desde el primer día que llegó a la vida consagrada. Ella, como todo consagrado, ha buscado en todo momento tener abiertos los oídos para escuchar y los labios para hablar; para escuchar tanto a Dios como a los demás, sin hacerse sorda ni a la Palabra salvadora ni a la comunicación con el prójimo como buena misionera que es; para hablar tanto a Dios como a los demás, sin callar en la oración ni en el diálogo con los hermanos ni en el testimonio de nuestra fe.
Jesús ha sido el centro en la vida de la hermana Irene, quien tuvo la oportunidad de estar cerca de nuestra fundadora la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, otra alma que buscó siempre hacer todo bien... ¿Qué me queda de este valioso testimonio de perseverancia y fidelidad? Que procuremos también nosotros hacer todo bien: la oración; el trato con los familiares y las otras personas; el trabajo; el apostolado; la diligencia para formarnos espiritual y profesionalmente; etc., sabiendo que a Dios no le agradan las obras malas ni las obras mal hechas. La Sagrada Escritura afirma: «Las obras de Dios son perfectas» (Dt 32,4). Y el Señor, a través de Moisés, manifiesta al Pueblo de Israel: «No ofrezcan nada defectuoso, pues no les será aceptado» (Lev 22,20). Pidamos la ayuda maternal de la Virgen María. Ella, como Jesús, también lo hizo todo bien y así como ha ayudado a la hermana Irene a perseverar, nos ayudará también a nosotros. ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
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