Es que pensar en «tierra buena» es pensar en cada uno de nosotros, que hemos tenido la dicha de recibir el bautismo y de ser colaboradores de Dios en la obra de la evangelización. Sí, somos «tierra buena» y no lo podemos negar. Pero, ¿es en sí la tierra buena y puede conservarse así in aeternum? No. bien sabemos que para que una tierra se conserve en buen estado y sea así receptáculo que albergue semillas, ha de ser abonada, regada, removida. Pienso si me dejo abonar, regar y remover por el Señor o si me conformo con decir que soy «tierra buena».
Pidamos con sencillez la intervención de María, la mejor jardinera, para que ella colabore muy de cerca con su Hijo Jesús y nosotros, como «tierra buena», podamos recibir la semilla que florezca. No importa la cantidad de frutos que demos, no, sino que sigamos siendo siempre capaces de dar, de acuerdo al tiempo, a nuestra edad, a las circunstancias. ¡Bendecido domingo!
Padre Alfredo.
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