martes, 4 de julio de 2023

«En medio de la tempestad está el Señor»... Un pequeño pensamiento para hoy

Hace algunos años participé en un curso de renovación sacerdotal en Tierra Santa. Pasé allá tres maravillosas semanas de las cuales en algunas ocasiones he compartido algunas de las experiencias vividas. Incluso en aquel tiempo pude escribir el «pequeño pensamiento» desde allá. Recuerdo que cuando nos llevaron al lago de Genesaret —conocido también como lago de Galilea o de Tiberíades— nos explicaron que cada día en ese lago, se forman con frecuencia algunos temporales que a veces suelen ser grandes.

Seguramente, según nos narra el evangelio de hoy (Mt 8,23-27), los apóstoles estaban aterrorizados al enfrentar un suceso de esta magnitud, a pesar de estar avezados en su oficio de pescadores. El pasaje dice que despertaron a Jesús, que iba dormido —debía tener un gran cansancio, un sueño profundo y una salud de hierro— con una oración bien espontánea: «Señor, sálvanos, que nos hundimos». Y quedaron admirados del poder de Jesús, que calmó con su potente palabra la tempestad: «¿quién es éste? hasta el viento y el agua le obedecen». Seguir a Jesús no es fácil. El evangelio afirma brevemente que cuando él subió a la barca, «sus discípulos lo siguieron»; pero eso no les libra de que, algunas veces en su vida, haya tempestades y sustos. También en la de la Iglesia, que, como la barca de los apóstoles, ha sufrido, en sus dos mil años de existencia, perturbaciones de todo tipo, y que no pocas veces parece que va a la deriva o amenaza naufragio, hay temporadas en que flaquean las fuerzas, las aguas bajan agitadas y todo parece conducir a la ruina.

Cuando sabemos que Cristo está en la barca de la Iglesia y en la de nuestra vida, ¿cómo podemos pecar de cobardía o de falta de confianza? Es verdad que también ahora, a veces, parece que Jesús duerme, sin importarle que nos hundamos; pero él escucha siempre nuestras súplicas. La oración nos lleva a la confianza en Dios, que triunfará definitivamente en la lucha contra el mal. Y una y otra vez sucederá que Jesús increpará a los vientos y al lago, y vendrá una gran calma. Que María santísima nos ayude a sostenernos y a vencer el miedo. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

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