A la luz de este acontecimiento me topo con el evangelio de hoy (Mt 10,1-7), el llamado de Jesús a los apóstoles, de quienes el evangelista indica el nombre, santo y seña. Todos ocupamos un espacio único e irrepetible en el corazón de Dios. AL igual que a los apóstoles nos ha llamado para estar con él y para enviarnos a predicar (Mc 3,13-14) y eso puedo atestiguarlo con el ejemplo de vida de don Alfredo. A la fecha me sigo encontrando personas que agradecen que él los preparó ya adultos para bautizarse, que los ayudó económicamente a sacar adelante su carrera o a realizar su vocación. Gente que guarda recuerdos sencillos de una caridad exquisita que no hacía ruido pero que hablaba de ese envío a hacer a Cristo presente.
Todos tenemos seres queridos que se nos van adelantando en la senda hacia el cielo prometido. Todos vivimos de recuerdos maravillosos de personas que han sabido responder al llamado para estar con Cristo y para ser enviados. Cristo, como a los apóstoles al llamarlos, «les dio poder», un poder bien entendido que al pasar por el mundo los llevó a irradiar pequeños y grandes signos del amor de Dios. Que Dios le conceda a mi padre el gozo de contemplar su rostro y que todos nuestros difuntos tengan la misma dicha que pido para él junto a María Santísima, la beata María Inés a quien tanto quiso, y junto a todos los santos y nuestros seres queridos que nos han dejado. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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