Jesús, que experimenta la ternura y la misericordia infinita de su Padre, no soporta que su pueblo, que debía ser un pueblo de hermanos, ande sin rumbo, abandonado por los pastores que Dios les había dado desde antiguo. Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, tiene los mismos sentimientos de su Padre. Por eso se conmueve ante la gente cansada, decaída, que lleva en su rostro el signo de la desesperación. Su respuesta ante esta urgencia nace, pues, de un sentimiento hondo y va dirigida a responder a las expectativas de este pueblo.
La respuesta de Jesús es muy sencilla. Parte de una toma de conciencia de la realidad — «la cosecha es mucha y los obreros pocos»— y remite a la capacidad que tienen los seres humanos de transformar la realidad movidos por la fuerza de Dios —«rueguen al dueño»—. De este modo, forma una comunidad de discípulos–misioneros entre los que, por supuesto, estamos nosotros. Pidamos la asistencia de la Virgen para seamos las manos, los pies y el cuerpo del Señor que hoy continuemos la tarea y que la gente de nuestro tiempo no ande como ovejas sin Pastor. ¡Bendecido martes!
Padre Alfredo.
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