Hoy, al celebrar a San Joaquín y a Santa Ana, quiero recordar y pedir por todos nuestros abuelos, abuelas, personas mayores que viven su ancianidad en circunstancias diferentes. recuerdo a muchos de ellos y agradezco su vida, especialmente, como sacerdote, no puedo olvidar a tantos sacerdotes mayores —más mayores que yo— que siguen al pie del cañón dando gloria a Dios con cada instante de su vida, como mi padrino Mons. Juan Esquerda y mi querido amigo el padre Abundio Camacho. En ellos, que son «abuelos espirituales» con una vejez muy especial, y en muchos otros abuelos y abuelas se hace realidad lo que se reza en el versículo 15 del Salmo 92: «En la vejez seguirán dando fruto».
En el evangelio de hoy (Mt 13,1-9) el evangelista san Mateo nos presenta a Jesús «sentado a la orilla del mar». Pienso en los ancianos de aquel tiempo, tal vez más jóvenes que los de ahora porque el promedio de vida ha subido mucho, aún para las personas enfermas como yo y contemplo a cada uno de ellos escuchando esta parábola, que sin duda la hemos orado y reflexionado muchas veces a lo largo de nuestra vida. ¿Cómo puede una persona mayor meditar con las tres figuras que destacan en ella, el sembrador, la semilla y los diferentes terrenos? El sembrador, ha querido necesitar de nosotros, para que crezca la semilla. Sentados a la orilla del lago, en la soledad de una habitación, en la iglesia, en el metro, los abuelos y las personas mayores podemos tomar conciencia de la calidad de «nuestra tierra» y agradecer lo que el Señor, hasta ahora, nos ha permitido vivir. Que los padres de María, y ella misma, intercedan por nosotros para que sigamos dando fruto. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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