¿Se dan cuenta de lo larguísimo del párrafo anterior? Es que como no escribí ayer, ahora repongo... Todos hemos escuchado hablar de san Agustín o lo hemos leído. Los sacerdotes lo tenemos de fiel compañero los 4 años que estudiamos teología, pues es uno de los grandes exponentes de los misterios de Dios. Él tiene, en el primer libro de las Confesiones, una plegaria que me da pie a la reflexión de este día: «Tú me incitas a que me deleite en alabarte, porque nos has hecho para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en Ti». Y en una de sus cartas afirma: «Amamos el reposo, pero si no es amando a Dios no lo encontramos». Aquí estoy en ese descanso. Descanso de la mente, del cuerpo... del ajetreo del mundo. Y aunque me esperas largas horas de confesión y orientación entre conferencia y conferencia, el tiempo aquí pasa de forma diversa. Pero, ¿quién entiende esto? Uno se da cuenta de que hay una búsqueda de la felicidad, de la verdad y del sentido de la existencia, pero no siempre la gente acierta a encontrarlos. El tiempo de ejercicios espirituales ofrece esta valiosa oportunidad para reformar la vida y seguir adelante en esta búsqueda de Dios.
El evangelio de este domingo (Mt 11,25-30) nos da la clave de interpretación de esta búsqueda. Jesús exclama: «¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendido, y las has revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien. Sí, estas cosas del valor de los ejercicios espirituales, de una charla religiosa, de la pertenencia a algún grupo o movimiento de iglesia, a un rato de meditación, no son comprendidas ni valoradas por cualquiera, y mucho menos por tanta gente que se ha enredado, como dice san Pablo en la primera lectura de hoy (Rom 8,9.11-13) en el desorden egoísta de este mundo. Les invito a que nos acompañen en estos días con sus oraciones que nos ayuden a abrir la mente y el corazón al Señor con la misma sencillez de María santísima. Que ella interceda para que estos días de profunda oración y reflexión, dejen huella en cada una de las hermanas religiosas y en las almas que se acerquen a ellas en los diversos apostolados que realizan. ¡Bendecido domingo!
Padre Alfredo.
Gracias padre por compartir esta reflexión que Dios le siga iluminando, lo admiro por su alegría si sencillez
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