domingo, 30 de julio de 2023

«No concibo la vida sin la escritura»... Un pequeño pensamiento para hoy


Dice el escritor peruano Mario Vargas Llosa que no concibe la vida sin la escritura. Por supuesto yo no me considero un escritor, porque de entrada debo aceptar, que me falta mucho para llegar a escribir como se debe, pues lo que hago es plasmar, como decía la beata María Inés Teresa —«¡A vuela máquina!» los pensamientos que me vienen a la mente y al corazón sin tener tiempo para revisar y editar lo que va saliendo. Por eso, en lo que comparto con ustedes en este «pequeño pensamiento», a veces presenta errores garrafales, dado que no cuento con el tiempo de volver a leer o pasar lo escrito a alguien que me haga la caridad de corregir. Cada día, no sé si por lo viejo, por lo metiche o simplemente porque mi camino de santificación lo va marcando así, me enfrento a más ocupaciones que me impiden incluso sentarme a escribir y ser constante en el envío de mis reflexiones, cosa que causa que algunos se molesten porque no les llega el pensamiento, que otros me escriban de inmediato preguntándome si por mi endeble salud estoy más mal que ayer y que algunos más den gracias porque piensan que dejaré de atiborrarlos con mis envíos al WhatsApp. Lo cierto es esto... el tiempo me desborda y no doy para más.

A veces me he preguntado: ¿por qué seguir escribiendo si hay mucha gente que realmente escribe y lo hace muy bien? ¿Para qué poner en el dispositivo electrónico lo que nunca llegará a un papel y se esfumará al instante? ¿Para qué contar historias que tal vez solamente a mi me interesan, aunque pienso que pueden iluminar el contacto con la Palabra de Dios?... pero, creo que llego a la conclusión de que escribo para plasmar mi gozo por amar a Dios y a todos, porque, de alguna manera, además de empezar a escribir siempre con una pequeña invocación al Señor y bajo la mirada de su Madre, van apareciendo, de forma curiosa en mi mente y en mi corazón, los rostros de tantas y tantas gentes que, a lo largo de mis muchos años de sacerdote, que el próximo viernes 4 llegarán a 34 y que, al buscar plasmar mis pensamientos transformándolos en letras, me llevan a orar por cada uno y por todos. Pero, como he dicho no una, sino muchísimas veces desde que inicié este «pequeño pensamiento», que procuro escribir un día antes de la fecha en que mis doce lectores lo leen... a veces, no tengo, o no me doy el tiempo para escribir. ¡Mil perdones! Sé que no es una obligación y que algunos me dicen: «¡ni te preocupes, que al cabo nadie te paga ni un cinco por eso!» Sin embargo, considero que, además de que me mueve el amor a Dios y al prójimo, es una actividad que me ayuda a crecer y a acercarme más a la realización del proyecto que Dios tiene para mí.

Se darán cuenta de lo largo del pensamiento de este domingo, en el que por cierto, encontrarán, como cada día que escribo, tres párrafos... ¡que es bastante largo! No es para reponer los días que no he escrito, sino porque las cosas me vienen así sin pensarlo. Las ideas llegan al corazón —y al pedacito de cerebro que no se me ha secado por atiborrarlo de tantas cosas— y saltan al dispositivo electrónico. Este día, saboreando el evangelio (Mt 13,44-52), me encuentro con algo que me motiva a seguir escribiendo aunque sea con la inconstancia que ha caracterizado estos últimos meses de mi pequeño pensamiento: «El tesoro escondido y la perla preciosa». Una parábola preciosa en la que Jesús nos centra en la suerte incomparable y la ocasión única de ganar el Reino de los Cielos. Eso me reta a seguir escribiendo, porque, si san Mateo no hubiera puesto por escrito esto... no hubiera llegado a nuestras mentes y a nuestros corazones para aclararnos el sendero hacia la salvación. Y, al llegar a este punto, luego de tantas letras que ya sobrepasaron una cuartilla, creo que, al igual que Mario Vargas Llosa, yo también pienso que no puedo concebir la vida, incluso la vida de fe, la vida de la gracia, sin la escritura. María santísima no escribió, por lo menos nada de eso llegó al papel y era algo inaudito para la mujer de aquellos tiempos, pero de alguna manera, escribe siempre en mi corazón y en el de ustedes para animarnos a ganar el Reino de los Cielos y plasma en nuestro corazón unas cuantas palabras: «Hagan lo que Él les diga» ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.


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