Por lo pronto yo disfruto en grande de momentos especialísimos de un silencio que envuelve en la voz de Dios, porque él suele hablar en el silencio. Gran parte del día se me va en las conferencias y en la escucha atenta de las hermanas que participan, pero siempre hay espacio para el ejercicio físico al amanecer, la meditación personal, la oración más pausada que en el correr de cada día en el ministerio ordinario y la deliciosa, frugal y equilibrada comida que preparan nuestras hermanas. Como hoy es jueves sacerdotal y eucarístico, he celebrado la Eucaristía pidiendo por la santificación de todos los sacerdotes, y es un gusto hacerlo aquí, porque las Misioneras Clarisas cada día piden por esto. Como los otros días de este retiro tendremos nuestras conferencias y demás, iluminados por la palabra de Dios que hoy, en el evangelio (Mt 10,7-15) nos interpela para ser hombres y mujeres portadores de la paz.
Realmente no necesitamos nada para llevar la paz de Cristo a los demás si no es que nuestra propia persona. El mundo ansía esta paz pero se confunde buscándola en una serie de ideologías que van y vienen, según la moda, y que solamente logran distraer al ser humano de lo que realmente ha de buscar para ser feliz, que es la paz de Cristo. Para ser portadores de esa paz confiemos más en la fuerza de Dios que en nuestras cualidades o medios técnicos; nos irá mejor si llevamos poco equipaje y si trabajamos sin demasiados cálculos económicos y humanos, como María y como los santos... portadores de paz. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!
Padre Alfredo.
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