San Mateo afirma que Jesús no ha querido ofrecer, a los escribas y fariseos que sutilmente le pedían una señal de su poder por fuera o por encima de aquello que está realizando con su gesto de evangelio, nada más. Su propia vida, como gesto de encarnación al servicio de los demás, es el auténtico signo de Dios para todos los hombres y no una serie de milagros «a la carta». Por tanto, en esta línea debemos entender el contenido de la negativa de Jesús a dar un nuevo signo y ofrecer como única señal la del profeta Jonás que todos conocemos y que destaca la figura de este hombre por anunciar el mensaje de conversión a los ninivitas y no por el hecho de haber estado en el vientre de la ballena.
De esta manera, Jonás se convierte en un milagro, cuya existencia es en sí misma un signo de la misericordia de Dios para un pueblo pecador que se convierte y cree en Dios. Privados de los signos que piden, los judíos no se arrepentirán y serán aventajados por los paganos, como la reina de Sabá, en el juicio final. Encomendémonos al cuidado de María, la Madre de Jesús quien, por 33 años no vio señales prodigiosas en su Hijo y fue siempre fiel. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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