jueves, 7 de noviembre de 2024

«¡Nos hemos reestrenado!»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy hemos tenido el último día completo de nuestra Experiencia Jubilar Sacerdotal. De verdad tengo que volver a decir lo que he expresado varias veces a mis hermanos sacerdotes: ¡Han sido unos días de adelanto de cielo! ¿Imaginan ustedes lo que puede llegar a ser una comunidad en la que 42 hermanos sacerdotes que celebramos 7, 14, 21, 28 y 35 años de ordenación sacerdotal y compartimos el júbilo de estos aniversarios? No podemos más que agradecer al Señor el gran don del sacerdocio que nos ha concedido inmerecidamente y que hoy, al llegar la noche, podemos decir: ¡Nos hemos reestrenado!

La oración colecta de la misa que hemos celebrado al atardecer, junto al rezo de vísperas, nos llevó a dirigirnos a Dios nuestro Padre contemplándolo como Aquel que ha llevado acabo la obra de la redención humana por el misterio pascual de su hijo Jesucristo para pedirle que, siendo benigno, nos conceda, a los que anunciamos llenos de fe, por medio de los signos sacramentales su muerte y su resurrección, experimentar un continuo aumento de la gracia de la salvación. 

Díganme ustedes si estas palabras no nos caen como anillo al dedo para volver el día de mañana nuestras comunidades y seguir salvando almas, muchas almas, infinitas almas, como decía la beata María Inés Teresa. Nuestro corazón desborda de alegría porque, sabiéndonos desprendidos de los bienes materiales, de la dicha del hogar y de sí mismos para hacernos «pan partido» como Cristo en la Eucaristía, nos sabemos más en el corazón de la humanidad. Juntos hemos vuelto a descubrir el gozo que da el haber encontrado el único Bien, lo hemos disfrutado en toda su riqueza interior y lo llevamos ahora a repartir en la palabra y en la acción. Que María, Madre de todos los sacerdotes, nos mantenga en nuestro júbilo. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 6 de noviembre de 2024

«Como San José, custodios de Jesús y de la Iglesia»... Un pequeño pensamiento para hoy

Cuando llega el miércoles yo creo que todos pensamos: ¡ya estamos en el ombligo de la semana! Y yo creo que, entre más viejo estoy, más rápido se me pasa la vida, pues ya casi llegamos al final de estas tres semanas inolvidables de mi Experiencia Jubilar Sacerdotal en esta preciosa casa de El Refugio, el oasis de paz de la arquidiócesis de Monterrey enclavado en las montañas de la Sierra Madre. Esta mañana hemos gozado con la visita de nuestro queridísimo amigo el señor obispo don José Lizares Estrada quien, a sus noventa años, sigue tan sensacional como siempre. Un hombre de fe lleno de Dios, un hombre de oración que irradia el gozo de su vocación, un hombre que, con su sola presencia es ya un regalo de Dios y que nos ha compartido tanto a lo largo de su fecunda vida episcopal.

La visita de don José y su espléndida conferencia sobre el sacerdote y su ministerio, coincide con que la liturgia propone la celebración de la misa en honor de San José y nos invite a pedir la intercesión del fiel esposo de la Virgen María y custodio de Jesús en sus primeros años de vida. Al ver esta oración, pienso en la tarea tan comprometedora que los sacerdotes tenemos como custodios, porque, así cómo San José fue elegido por Dios para custodiar la vida de Jesús y al mismo tiempo la misión de custodiar la vida del Cuerpo de Jesús, que es la Iglesia, el sacerdote debe cumplir con alegría y sencillez esta misma misión. San José –expresa el Papa Francisco en uno de sus discursos en el año 2021– es un padre que custodia, y esa es una tarea que vivió «con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad total». También con «atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto, y no tanto al propio».

Esos temas, salidos también esta mañana de la boca de monseñor Lizares, se convierten en palabras de aliento para reestrenarse en la vocación. Y es que, escuchando la charla de la mañana, meditando la oración colecta de hoy y leyendo al Papa Francisco, concluyo que siguiendo el ejemplo de San José, el «padre que sueña», en el sentido no solo literal de esta expresión, sino de que «sabe mirar más allá de lo que ve», también para nosotros los sacerdotes es necesario saber soñar no limitándonos a querer conservar lo que existe, puesto que «conservar y custodiar», como advierte el Papa, «no son sinónimos». Siento, pues, una fuerte invitación a tratar de seguir mirando con mirada profética, después de estos 35 años de vuelo, sabiendo reconocer el plan de Dios donde todavía no se ve nada, con una meta clara hacia la cual tender que es la propia santificación y la santificación del pueblo de Dios encomendado. No dejen de encomendarnos a san José y a su bendita esposa María. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 5 de noviembre de 2024

Corazones que sintonizan... la Encíclica del Papa Francisco «Dilexit Nos» y la beata María Inés

«Que te alaben, Señor, todos los pueblos». Estas palabras del salmo 66, en las que el que el escritor sagrado se hace portavoz de los que anhelan la misericordia del Señor, nos vienen muy bien para recordar una vez más a la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento y compartir algo más sobre ella, su ser y quehacer como misionera sin fronteras.

Dios, que nos ha elegido para permanecer en su amor, como dice el Evangelio y también san Pablo a los Efesios (1,4), actúa como quiere, cuando quiere y con los instrumentos que quiere. Ordinariamente se vale de la colaboración libre y responsable de hombres y mujeres que captan sus designios para con ellos y para con toda la humanidad. El ser humano, tan limitado en sus posibilidades, tan pequeño, cuando se le compara con la omnipotencia del Señor; cuando vive y trabaja por Dios y unido a Dios, logra cosas verdaderamente inimaginables. Ésta ha sido la experiencia de muchas de nuestras hermanas misioneras clarisas que vivieron al lado de la beata María Inés y es ahora la experiencia de todos nosotros que celebramos su fiesta.

La beata María Inés Teresa Arias Espinosa, vivió siempre sumergida en el amor de Dios y concretizando su respuesta de amor en la fundación de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento, de Van-Clar y casi al final de su vida terrenal, llena de ese ardor misionero que siempre le caracterizó, y llevada por la vía de la caridad sin fronteras, con la fundación de los Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal. Al recordarla damos gracias a Dios por la vida y el ejemplo de ella como nuestra fundadora; una mujer siempre enamorada de Dios y adelantada a los proyectos de la nueva evangelización de los que hoy se habla en el mundo de los creyentes.

A lo largo de los años de la vida de Madre Inés, Jesús fue plasmando sus huellas de amor en la sencillez de su corazón, que se hacía las mismas preguntas que se hizo el apóstol de las gentes: «¿cómo van a invocar al Señor, si no creen en él? ¿Cómo van a creer en él, sin no han oído hablar de él? ¿Cómo van a oír hablar de él, si no hay nadie que se lo anuncie? ¿Y cómo va a haber quiénes lo anuncien, si no son enviados?»  

La beata María Inés, con su misma vida, forjada en un corazón sin fronteras, nos ha dejado la tarea de vivir la caridad cristiana enraizado en el Corazón de Jesús. Ella, con su testimonio de vida, nos ha alentado a que la caridad cristiana, el ambiente de amor, se haya hecho casa y hogar para todos. La beata nos ha enseñado, con su doctrina y sus consejos en cartas y circulares leídas una y otra vez, que la caridad cristiana que brota de ese Sagrado Corazón de su amado Jesús, se ha de hacer ternura para los que sufren y para los enfermos. Nos ha animado a hacer de la caridad cristiana perdón, paz, gozo, alegría, presencia. 

Su recuerdo y la súplica de su intercesión, nos debe reafirmar a todos en la maravillosa vocación a la que hemos sido llamados: «Ser santos e irreprochables por el amor» enraizados también nosotros en el Sagrado Corazón de Jesús. 

Apenas hace unos días, el Papa Francisco nos ha regalado su cuarta Encíclica titulada «Dilexit nos» sobre el amor humano divino del Corazón de Jesucristo. 

Ciertamente me ha sorprendido la sintonía entre lo que el Papa escribe y lo que la beata María Inés, en torno al Sagrado Corazón de Jesucristo y a la caridad que brota de Él nos ha dejado en herencia. En cada miembro de la Familia Inesiana y de quienes comparten sus ideales misioneros, por la propia y específica vocación, la beata María Inés quiere que la caridad cristiana se haga sencillez y alegría, testimonio del amor del Señor que permanece en una vida de santidad que hace de cada uno «una copia fiel de Jesús».

Su figura de santidad, nos deja ver claramente un corazón que fue dócil a la acción de Dios, un corazón que desde que ella era pequeña, fue descubriendo el valor de amar al «estilo divino», como ella misma decía. Ella nos hace descubrir el «Corazón traspasado de Cristo» que ha dejado huella en el suyo y una huella imborrable que le hizo latir sólo para Él, salvando almas. En una de sus anotaciones, la beata escribe: «Hubiera querido que Él me metiera por la herida de su adorable Corazón y no salir más de allí». 

En el número 87 de esta Encíclica, el Papa muestra algunas de sus preocupaciones en el momento actual: el avance de un mundo libre de Dios, religiosidades sin referencia a una relación personal con Dios, desencarnar el mensaje del cristianismo... En una de sus cartas, Madre Inés escribe: «El corazón de Dios es para los pequeños y miserables que nada pueden, que nada tienen, pero que reconocen alegremente su necesidad, y... todo, ¿lo oyen? todo, lo esperan de su Padre Dios, tan bueno, tan misericordioso, tan cariñoso, y que está dispuesto a dar sus gracias a sus hijos pequeños que confían ciegamente en él y saben que únicamente cuentan con él... para todo. Dios quiera que seamos siempre así. No dejaré de decírselos ni después de muerta. Por eso: Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío.» (Cfr. “Cartas Colectivas”, f. 3163). Ella, al igual que el Santo Padre, vivía con el mundo en su corazón, pendiente de que su misericordia llegara a todos. En su diario, escrito entre los años de 1932 a 1934 anota: «Mi oración consiste sólo en jaculatorias, en la aceptación de todo eso que le ofrezco a Nuestro Señor, y en cortas peticiones con el corazón. Una que me es muy familiar y me ayuda muchísimo, a vaciar, por así decir mis aspiraciones es esta: «Sagrado Corazón de Jesús en ti confío». Porque al decirla le manifiesto todo lo que quiero, todo lo que de él espero y todo lo que en él confío. Me quedo muy satisfecha, y él también. ¡Le agrada tanto la confianza de sus pobres criaturas!»

En medio de las ocupaciones habituales de una fundadora que era al mismo tiempo superiora general, tuvo acceso al misterio «escondido desde los siglos, en Dios» (Ef 3, 9): Jesucristo, que es el Salvador de la humanidad y se dio a la incansable tarea de salvar almas para Él en este mundo, porque este, el misterio de la revelación del amor del Padre en Jesucristo, debe ser considerado como el acontecimiento decisivo de la historia humana. Esta afirmación central de la fe, la llevó ella en el corazón de su existencia. Fue, de verdad, la luz que iluminó su camino bajo la viva compañía de santa María de Guadalupe.

Ella, en perfecta sintonía con lo que ahora el Papa escribe, forjó su vocación en el Corazón de Jesús, ese corazón que construye, que une, que permite superar la fragmentación y el individualismo de nuestro mundo. Solo desde allí, sumergida en ese sagrado recinto, ella fue encontrando respuestas a sus anhelos misioneros más acuciantes. Allí su corazón se fue haciendo semejante al Corazón del Señor y desde allí  nos invita a vivir un caminito espiritual que tiene consecuencias que trascienden todo tipo de fronteras. Por algo Madre Inés es conocida como «La Misionera Mexicana sin Fronteras».

Madre Inés comprendió, desde muy joven, que la condición normal del cristiano es la de ser discípulos- misioneros entre los demás hombres y mujeres sin perder de vista que el Evangelio es ante todo una Persona, Alguien, un Corazón que late de amor por la humanidad. Es el corazón «que tanto amó». Quienes convivieron a diario con ella expresan que era habitual escucharle decir: «Sagrado Corazón de Jesús en ti confío» y encomendarle a ese misericordioso corazón al mundo entero. En un escrito que forma parte de sus experiencias espirituales anota: «Cabe tu corazón sagrado, como Juan en el día de la cena, nuestros corazones se inflamarán; al escuchar tus latidos de amor nuestras almas se abrasarán y sabrán transmitir a otras almas los sentimientos que embargan tu corazón; la sed de almas que lo devora y cómo tú solo quieres que los corazones se inflamen en el fuego que has venido a traer a la tierra».

Hoy, que la Iglesia está un poco por todas partes en estado de misión, cristianos y no cristianos nos encontramos a diario y el Concilio Vaticano II, en la constitución dogmática sobre la Iglesia —entre otras cosas— nos recuerda que todos los hombres, de una manera o de otra, pertenecen al Pueblo de Dios. 

En verdad, decía la beata madre, la única realidad propia del cristianismo tiene un nombre: «Jesucristo». En Él y solo en Él tienen consistencia los designios divinos de salvación. El Sagrado Corazón, del que el Papa Francisco deja ahora esta bellísima y comprometedora encíclica, nos invita a profundizar en este dato fundamental para ver lo que se deduce de él para la vida cristiana y el contenido del testimonio de la fe. 

Desde toda la eternidad, Dios tuvo el designio de crear por amor y de llamar a los hombres y mujeres a ser sus hijos. Nuestra beata madre captó que la iniciativa divina de la salvación, que tiene lugar en la creación, es la misma que se manifestará en Jesús de Nazaret.

El misterio oculto desde todos los siglos ha sido, por fin, revelado. La historia de la salvación comienza verdaderamente en Cristo nuestro Señor y el amor de su Corazón debe ser revelado a todas las naciones. El mundo no cambiará, si no es teniendo un corazón que vaya latiendo al mismo ritmo del Corazón de Jesús, como sucedió con el corazón de Madre Inés. El Cuerpo resucitado de Cristo, vivo y presente en el mundo en la Eucaristía,  es ya para siempre el «sacramento» primordial del diálogo de amor entre Dios y la humanidad. 

El origen de esta dinámica del banco de las almas en el corazón de nuestra querida beata Madre Inés, como ella expresaba, fue el Espíritu Santo. Sus dones, infinitamente variados, encontraron en el corazón de Manuelita de Jesús —su nombre de pila— la base firme para la edificación del Reino, porque ese corazón, se había arraigado en el amor de Cristo. Es preciso amar como Cristo ha amado, sin que nos detenga ninguna frontera, amar hasta el don total de sí mismo como hizo ella, hasta el don de la vida. 

Con un acceso muy especial a la revelación del misterio oculto en Dios desde los siglos, esta amada madre fundadora se vio empujada por el dinamismo irresistible de su fe a anunciar a sus hermanos la Buena Nueva de la salvación, que de una vez para siempre nos ganó Jesucristo. San Pablo expresa el objeto de la Buena Nueva con estas palabras: «es la incomparable riqueza de Cristo».

Misionar fue para ella ofrecer en participación una riqueza que no se posee y de la que no tenemos ni la exclusividad ni el monopolio. El misterio de Cristo trasciende toda expresión particular. Cualquiera que sea la diversidad y la profundidad, los caminos espirituales de todos los hombres y de todas las culturas encuentran en su Corazón, y solo en Él, su punto de cumplimiento y de convergencia. Por tanto, anunciar a Cristo a todos los que no le conocen y no le aman aún, es estar uno mismo esperando también un nuevo descubrimiento de su misterio en el corazón de los hombres y de los pueblos que se han de convertir a Él; es hacer posible el que la acción del Espíritu, que está obrando en el mundo pagano, fructifique en Iglesia y adquiera una expresión inédita hasta entonces. Misionar, para la beata Madre María Inés, fue vaciarse de sí, hacerse más pobre que nunca para llenarse de los intereses del Corazón de Jesús y así acompañar a las almas en su propio camino, participando en su búsqueda y, en esta participación fraterna, hacer aparecer a Cristo como el único que puede dar sentido a esta búsqueda y llevarla hasta su meta.

El corazón misionero de Madre Inés, unido al Corazón Sacratísimo de Jesús y sumergido en el Corazón Inmaculado de María, se hace hoy, para cada uno de nosotros, invitación a poner manos a la obra, a explotar recursos personales, a hacer que la tierra sea cada vez más habitable para el hombre, a dar todo su valor a la riqueza de la creación de Dios en un mundo que se desgarra entre el egoísmo y el placer, entre el consumismo y la ceguera espiritual. Nuestra beata viene a gritar a nuestro corazón a veces mezquino y triste, que el amor que edifica el Reino es inseparable del amor que hace que progresivamente la humanidad acceda a su verdad definitiva, y que esta verdad no se consigue sino más allá de la muerte, pero se va construyendo en este mundo sobre un terreno en el que sin cesar encontramos a la cizaña mezclada con el buen trigo. La separación no se hace hasta después de haber pasado por la muerte.

El desarrollo de la historia de la salvación va unido al desarrollo de la sacramentalidad. El templo del reencuentro perfecto de Dios y de la humanidad debe crecer, y los momentos privilegiados de este crecimiento están marcados por la celebración del bautismo y de la Eucaristía. Por eso Madre Inés llevó a plenitud su bautismo, viviendo las virtudes en grado heroico y por eso puso en el centro de su vida a Jesús Eucaristía y tanto el significado del bautismo como el de la Eucaristía hacen referencia al sacrificio de la cruz. 

Estamos agradecidos por este don, estamos contentos por este regalo, pero más que nada, estamos comprometidos con la beata Madre Inés porque algo tenemos que ver con ella y su amor a Dios y a las almas;  y ella no tuvo tiempo de teorizar. La Palabra de Dios poco a poco, seguirá labrando nuestro corazón como hizo con el de ella y el de su amada María, para que también nosotros, nos convirtamos en compañeros de Cristo en el cumplimiento de los designios de la salvación. 

Quiero terminar esta mal hilvanada reflexión, invocando el cariño del Inmaculado Corazón de María porque donde su corazón maternal late, allí está el de Jesús y transcribiendo el número 220 de la Encíclica «Dilex Nos» —el último— precedido de unas palabras de la Beata Madre María Inés Teresa. La beata María Inés nos dice: «No se fíen mucho, en sus propias fuerzas y en su propia habilidad. Confíen sí, inmensamente, que Dios estará con ustedes; que el sagrado Corazón de Jesús será su fuerza, su sostén, en todo cuanto necesiten, en la seguridad que él obrará por ustedes y en ustedes, por el bien de las almas que se les ha confiado. Necesitan amar mucho a las almas, inmolarse por ellas, aceptando y recibiendo con amor, pequeños y grandes sacrificios que la misericordia Divina les depare; de lo contrario todo se vendrá abajo, y ante todo hay que ver por la propia santificación, que redundará en bien de todas las almas que tienen bajo su cuidado. Oración y más oración por ellas. Y el apostolado que se cumpla íntegro, y con sumo cuidado, en las horas prescritas, sin perder un minuto de tiempo». (Cfr. "Cartas Colectivas”, f. 3185)

Y el Papa Francisco, en el número 220 de la Encíclica escribe: «Pido al Señor Jesucristo que de su Corazón santo broten para todos nosotros esos ríos de agua viva que sanen las heridas que nos causamos, que fortalezcan la capacidad de amar y de servir, que nos impulsen para que aprendamos a caminar juntos hacia un mundo justo, solidario y fraterno. Eso será hasta que celebremos felizmente unidos el banquete del Reino celestial. Allí estará Cristo resucitado, armonizando todas nuestras diferencias con la luz que brota incesantemente de su Corazón abierto. Bendito sea».

P. Alfredo Delgado, M.C.I.U.

«Por una buena muerte»... Un pequeño pensamiento para hoy


Entre broma y hablando en serio, antes de venir a esta Experiencia Jubilar Sacerdotal en la que estamos en la última semana, les decía a algunos de mis hermanos sacerdotes de la pastoral sacerdotal que seguramente a mí me serviría mucho, a estas alturas de 35 años de vida sacerdotal y a mis 63 años de edad, venir a oír unas conferencias sobre el buen morir. Y no es que me sienta viejo, aunque la ONU marca que la ancianidad empieza a los 60 años. Si bien la edad cronológica es uno de los indicadores más utilizados para considerar a alguien viejo o no, ésta por sí misma no nos dice mucho de la situación en la que se encuentra una persona, de sus sentimientos, deseos, necesidades, relaciones y más si uno es hijo de la beata María Inés Teresa, que hablaba más bien de «juventud acumulada». Pero, fuera de esto, sí veo con más claridad que conforme pasa el tiempo yo estoy, por lógica, más cerca del encuentro con el Señor en el juicio final y hay que estar alerta, viviendo en alegría a la espera de la llegada del novio, como dice el Evangelio.

Precisamente hoy me topo con que la Oración Colecta de la misa habla de la muerte, de la muerte de Cristo y de la nuestra, suplicando al Buen Dios nos conceda permanecer vigilantes en la oración para merecer salir de este mundo sin mancha de pecado y descansar llenos de gozo en el seno de su misericordia. La cultura occidental, sobre todo en las últimas décadas, ha llegado a valorar que la buena muerte es aquella que tiene lugar sin que el que la padece se de cuenta de lo que está ocurriendo, incluso habla del recurso a la eutanasia, para despedirse de este mundo sin sufrir. La fe, a nosotros, que somos hombres y mujeres de fe, nos dice lo contrario: la enfermedad y la agonía se convierten para muchos en una ocasión de gracia para preparar el encuentro con el Señor; son uno de los momentos cumbres de nuestra vida. El vigor físico decae muy pronto, la agilidad psicológica entra en declive un poco más tarde, pero la salud espiritual alcanza en la agonía su corona. 

La verdad yo he disfrutado mucho de la vida hasta el día de hoy, a pesar de que, como dice el salmista en el salmo 87, desde niño he sido enfermo. Quienes me conocen saben que cada día lo vivo intensamente con la conciencia de que cada momento puede ser el último sobre la faz de la tierra. En especial, estos días, rodeado de padrecitos que, como yo, han elegido esta maravillosa vocación y gozando de un paisaje maravilloso, se han convertido en un espacio de gratitud por el don de la vida y de la vocación. Hay una oración muy hermosa a San José, el patrono de la buena muerte que estoy seguro que nos hace bien recitar y por eso la comparto aquí: «Oh San José, que dejaste esta vida en brazos de tu Hijo adoptivo Jesús, y de tu dulce Esposa María, socórreme, ¡oh Padre!, junto con María y Jesús, cuando la muerte marque el fin de mi vida; obtenme la gracia —es lo único que pido— de morir también en los mismos brazos de Jesús y de María. ¡En sus manos, Jesús, María y José, encomiendo mi espíritu en la vida y en la muerte! Amén». ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 4 de noviembre de 2024

«En el día de San Carlos Borromeo»... Un pequeño pensamiento para hoy


Al celebrar hoy la memoria de San Carlos Borromeo, la Oración Colecta nos lleva a agradecer el espíritu de renovación que inundó el corazón de este santo obispo que, sin cesar, acatando el llamado insistente de Dios, alcanzó la renovación espiritual de una Iglesia que, en su tiempo, se había acomodado mucho a los criterios del mundo, haciendo a un lado tareas que él sabía eran primordiales para la Iglesia. 

San Carlos fundó más de 40 escuelas de catequesis con 3,000 catequistas y más de 40,000 alumnos en Milán y sus alrededores, allá en Italia. Estableció 6 seminarios para formar sacerdotes bien capacitados para la época. Él quería que todas la personas se dieran cuenta de que la Iglesia se e ocupaba por ellas, por eso us cambios y reformas, cambiaron la manera en que la Iglesia escuchaba a las personas, a todas, no solamente a los pequeños círculos que, por diversos motivos, se habían hecho.

Este hombre maravilloso, abogado, cardenal, pastor, maestro, hombre santo y reformador, puede hacer ahora mucho por nosotros si lo invocamos con fe, sobre por nuestras comunidades parroquiales hoy tan necesitadas de estar atentas a la voz del Papa.Que éste gran hombre junto a María santísima nos alienten a crecer en la escucha. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 3 de noviembre de 2024

«Mientras hagan estas cosas, no tropezarán»... Un pequeño pensamiento para hoy


Este domingo, nos topamos con una Oración Colecta que nos lleva a pedir al Señor que nos conceda caminar sin tropiezos hacia los bienes que nos tiene prometidos. Contemplando estas palabras, me viene a la mente lo que san Pedro nos dice en su segunda carta: «mientras hagan estas cosas nunca tropezarán» (2 Pe 1,10). Pero, ¿cuáles son esas cosas? Creo que todas esas cosas de las que habla san Pedro las conocemos. Bien que sabemos, los bautizados, que cosas debemos hacer para mantenernos firmes en el camino, así como el que compite en una carrera de caminata y sabe todo lo que tiene que hacer. Sin embargo, como otras veces lo he expresado, nos hemos despistado y nosotros mismos, como creyentes, vamos poniendo obstáculos para hacer eses cosas que sabemos nos llevan alcanzar la salvación.

Apenas acabamos de celebrar la solemnidad de Todos los Santos y el día de todos los fieles difuntos. Sin embargo, sobre todo nuestra gente joven —casados, solteros incluso muchos niños y adolescentes— se engolfaron celebrando el Halloween y llegaron desguanzados a estas dos grandes celebraciones que en el fondo, nos hablan de vida, de esa visa eterna que nos espera y que, como tarea y conquista, por la misericordia de Dios hemos de alcanzar. Antes se hablaba de la «santidad de vida», como una meta anhelada echando manos de una serie de virtudes para llegar. Haciendo a un lado esto hoy se habla de alcanzar una buena «calidad de vida», pero como algo ilusionante, es decir poder disfrutar de todo lo que el cuerpo pida: ocio, salud, nivel económico, medios tecnológicos, sexo... Y todo ello para disfrute propio y sin tener en cuenta a los demás. Es el claro testimonio de que nos hemos despistado influenciados por la mundanidad y el «todo vale» si a mí me beneficia.

San Juan Pablo II llamaba a todo esto «cultura de la muerte». Esta cultura ha avanzado con paso acelerado desde finales del siglo XX hasta nuestros días. Las consecuencias pueden verse en los altos índices actuales de depresión, angustia, drogadicción, abortos, conducta autodestructiva, suicidios y masacres. Este domingo podemos, con la esperanza puesta en el Señor —porque esa nunca muere— echar mano de esas cosas que tenemos que hacer para caminar sin tropiezos. Termino la reflexión recordando a san Agustín que, al contemplar en sus tiempos la caída del Imperio Romano en el Norte de África ante el empuje de los vándalos de Genserico dijo: «no teman, este no es un mundo que termina, sino un nuevo mundo que comienza». Que María santísima nos ayude. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 2 de noviembre de 2024

«El día de los Fieles Difuntos»... Un pequeño pensamiento para hoy


La ordenación general del Misal Romano estipula que la Iglesia ofrezca por los difuntos, el Sacrificio Eucarístico de la Pascua de Cristo para que, por la comunicación entre todos los miembros de Cristo, lo que a unos obtiene ayuda espiritual, a otros les lleve el consuelo de la esperanza. (OGMR 379). La tradición de rezar por los muertos se remonta a los primeros tiempos del cristianismo, en donde se ha descubierto que ya se honraba su recuerdo y se ofrecían oraciones y sacrificios por ellos. Cuando alguien muere, ya no es capaz de hacer nada para ganar el cielo; sin embargo, los vivos sí podemos ofrecer nuestras obras para que el que nos ha dejado alcance la salvación. Con las buenas obras y la oración se puede ayudar a los seres queridos a conseguir el perdón y la purificación de sus pecados para poder participar de la gloria de Dios. A estas oraciones se les llama «sufragios». Y sabemos que el mejor sufragio es ofrecer la Santa Misa por los difuntos. Por eso, desde tiempos ancestrales, la Iglesia dedica un día especial para orar por ellos.

Ayer celebramos la solemnidad de Todos los Santos. Seguramente algunos de nuestros familiares, amigos y conocidos ya estarán gozando de la visión beatífica de Dios, pero eso nosotros no lo sabemos, no nos consta. Por eso, al día siguiente, la Iglesia nos convoca para orar por todos los difuntos. De esta manera, nuestra oración por ellos, puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión a nuestro favor. Porque los que ya están en el cielo interceden por los que están en la tierra para que tengan la gracia de ser fieles a Dios y alcanzar la vida eterna y los que están en el purgartorio, necesitan de nuestras oraciones para alcanzar la purificación y terminar de preparar «el traje de fiesta» necesario para gozar de la gloria de Dios. Para aumentar las ventajas de esta fiesta litúrgica, la Iglesia ha establecido que si nos confesamos, comulgamos y rezamos el Credo por las intenciones del Papa entre el 1 y el 8 de noviembre. No olvidemos que «podemos ayudarles obteniendo para ellos indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados». (CEC 1479).

La Conferencia Episcopal de algunos países, como México, ofrece para hoy el esquema de tres misas diferentes. Esto se debe a que, en 1915, Benedicto XV concedió a todos los sacerdotes el derecho a celebrar tres Misas en este día, con la condición de que: una de las tres se aplique libremente, con la posibilidad de recibir una oferta; la segunda Misa, sin ninguna oferta, se dedique a todos los fieles difuntos; y la tercera se celebre según la intención del Sumo Pontífice. Por lo tanto hoy tenemos tres oraciones colectas que se pueden utilizar. La de la primera Misa nos invita a afianzar nuestra esperanza en la resurrección, la de la segunda Misa nos invita a pedirle a Dios que le conceda, a nuestros difuntos, alcanzar los gozos de la eterna bienaventuranza y, la tercera Misa, nos lleva a rogar al Señor que puedan contemplarle por toda la eternidad. Roguemos hoy, bajo el amparo de María santísima por todos los que ya no están entre nosotros y no olvidemos hacer una oración por quienes no tienen quien ore por ellos. Dales, Señor, el descanso eterno y brille para ellos la luz perpetua. Descansen en paz. Amén. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 1 de noviembre de 2024

«En el día de Todos los Santos»... Un pequeño pensamiento para hoy


Empezamos este nuevo mes, el penúltimo del año, con la festividad de Todos los Santos, hombres y mujeres que la Iglesia ha declarado beatos y santos y los ha incluido en su lista de personas ejemplares que han seguido a Jesús en este mundo de un modo heroico. Además, celebra también a esos otros que nos han precedido en la vida o que han vivido con nosotros y disfrutan de la gloria de Dios en el cielo con santa María, pero no están en la lista oficial de santos y beatos. La Oración Colecta nos invita a acogernos a la intercesión de estos numerosos intercesores.

De esta manera podemos decir que hoy nos acogemos a la intercesión de todos aquellos que intentaron hacer realidad en su vida las Bienaventuranzas, que son una demostración de cariño por parte de Dios para aquellos que las tienen como norma de vida. Porque no podemos negar, de ninguna manera, la intercesión de tanta gente santa que está viva y comparte con nosotros el ser y quehacer de cada día; los santos de la puerta de al lado, como dice el papa Francisco. Bienaventurados de éstos los conocemos todos, en nuestra familia, en nuestro grupo de amigos, en la parroquia, en el trabajo, en la escuela. Son todos los que viven con honradez, con dignidad, con generosidad y desde la conciencia de que lo que tienen les ha sido dado por la largueza de un Padre que cuida de cada uno de nosotros con misericordia y perciben con claridad la invitación a ser y estar para los demás. Bienaventurados que trabajan por la paz, en este mundo violento, injusto y cruel sobre todo con los más débiles. Bienaventurados de corazón limpio que ama al estilo de Cristo. Bienaventurados que son misericordiosos, los que en principio aguantan la ofensa y son capaces de perdonar. Bienaventurados que, al dejar este mundo, seguramente no estarán en las listas oficiales en las que hay más de 10,000 hombres y mujeres.

Hoy pedimos al Señor que nos de fuerzas para llevar a nuestra vida lo que significan las Bienaventuranzas recordando a quienes las hicieron vida, a quienes las ponen en práctica y por que no... a quienes queremos vivirlas en esta hermosa comunión e los santos. Se lo pedimos al Señor, sintiéndonos hoy, los que todavía estamos en camino, muy cerca de estos grandes intercesores con María, sabiendo que, con la visión puesta en el futuro, aún no se ha manifestado lo que seremos, en el cielo. Que ellos acompañen nuestro ser de «peregrinos guiados por la fe», como dice el prefacio de la Misa de hoy hasta llegar a gozar de la contemplación de Dios. ¡Bendecido viernes, fiesta de Todos los Santos!

Padre Alfredo.

jueves, 31 de octubre de 2024

«La fiesta de Holywins»... Un pequeño pensamiento para hoy


Halloween, cuyas raíces son, como sabemos, de carácter ocultista, es ahora la festividad más celebrada del año en los Estados Unidos y en donde se sigue el estilo de vida de esa nación como modelo. Una mirada superficial a sus orígenes nos revelará que su trasfondo se remonta a las prácticas paganas de las tribus celtas de la antigua Escocia e Irlanda. Para nuestros hermanos protestantes, este día cobra otro significado, ya que el 31 de octubre de 1517, Martín Lutero, en un acto decisivo, clavó sus 95 tesis en la puerta de una iglesia en Wittenberg, cuestión que marca el inicio del protestantismo. Pero, los católicos, celebramos la víspera de la fiesta de «Todos los Santos».

En el año de 2002, en la arquidiócesis de París, para contrarrestar el auge de la fiesta de Halloween, importada sobre todo por el comercio —hay que ver todo lo que se gasta en disfraces entre otras cosas— que iba creciendo, tuvo la iniciativa de celebrar una fiesta llamada «Holywins», reforzando así la fiesta de Todos los Santos. Este nombre de «Holywins» es un juego de palabras que significa «la santidad vence» y se celebra la tarde y noche del 31 de octubre. En Holywins, en diferentes parroquias —entre ellas la que yo tengo a mi cargo como párroco— los niños y adolescentes se disfrazan de santos y santas para participar en Misa, juegos, canciones, testimonios e incluso una Hora Santa. El objetivo es conocer más las vidas de los santos y recordar el llamado a la santidad que Dios hace a todos.

No me parece coincidencia, sino «diosidencia» que la Oración Colecta de este jueves nos invite a dar gracias a Dios por todos los beneficios de su inmensa generosidad y a amarlo con un sincero corazón y con todas las fuerzas. ¿Qué no fue eso lo que hicieron los santos? ¿Qué no es eso lo que puede hacernos plenamente felices en comunión con Dios? ¡Qué lindo sería que esta tarde-noche, en ves de ver brujas, zombis, monstruos o fantasmas, viéramos las calles inundadas por niños y adolescentes con disfraces de santos de Holywins! Creo que esta iniciativa nos ayuda sobremanera a recuperar el sentido católico de la fiesta, cada vez más relegada. Que la Virgen y todos los santos, desde el cielo, se unan a nuestra fiesta. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico y feliz Holywins!

Padre Alfredo.

miércoles, 30 de octubre de 2024

PARA LOS CONSENTIDOS DE MARÍA... HOMILÍA PARA LOS ALUMNOS DEL SEMINARIO MAYOR DE MONTERREY EN LA SEMANA MARIANA:


Queridos hermanos en el gozo de la misma vocación en y hacia el sacerdocio:

Siempre es un gusto compartir la Eucaristía con quienes vamos por la vida sostenidos por el mismo ideal y en particular estos días de la semana mariana reestrenándonos en el «sí» que, como María, queremos dar siempre al Señor. Quisiera iniciar esta mal hilvanada reflexión, con las palabras que san Pablo, el Apóstol de las gentes, nos comparte en la primera lectura que hemos escuchado: «Dios —dice Pablo— me había elegido desde el seno de mi madre, y por su gracia me llamó. Un día quiso revelarme a su Hijo, para que yo lo anunciara entre los paganos». (Primera Lectura Gál 1,13-24).

He elegido esta frase inicial de la Escritura porque antes que nada quiero compartirles que soy un sacerdote misionero (MCIU) que además, ha sido nombrado por el santo Padre, desde el año 2016, misionero de la misericordia. Así que, además, quiero decir que no me parece casualidad que hoy se sugiera celebrar la misa de la Divina Misericordia. Porque, como misionero, sé que eso debe ocuparme en todo tiempo y lugar, dando continuidad a mi ministerio sacerdotal de 35 años.

La palabra de Dios, que es siempre viva y eficaz (Heb 4,12) nos invita, con este pequeño segmento paulino, a agradecer la elección que el Señor ha hecho de nuestras vidas y a dirigir nuestra mirada a la Madre de Dios quien, después de haber sido elegida, se dejó conducir en los diversos misterios de la vida por la mano misericordiosa de Dios.

En uno de los encuentros que, como misioneros de la misericordia tenemos con el Papa casi cada dos años, nos dijo con énfasis que el sacerdote de hoy debe ser alguien que tenga la boca chiquita y las orejas grandotas, para poder así ser portador de la misericordia que salva al mundo. Y, pensando en la elección que Dios hizo de María y de cada uno de nosotros, invitándonos a pronunciar un «sí» sostenido, creo que nuestra respuesta vocacional debe ser como la de María, alguien que más que grandes discursos, abrió su corazón y sus oídos a la voz de Dios y de los hermanos. Basta pensar en el «He aquí la sierva del Señor» (Lc 1,38) y en el «Hijo, no tienen vino» (Jn 2,3). María sigue siendo la mujer que está atenta a la escucha del Señor y atenta a la escucha de quien algo necesita.

Nosotros, queridos hermanos, somos los hombres que, habiendo querido hacer a un lado los intereses del materialismo y del consumismo reinantes, nos hemos querido concentrar en los intereses de Jesús —como decía la beata María Inés Teresa: «yo me ocuparé de tus intereses y tú te ocuparás de los míos»— y María, quien muchas cosas guardaba en su corazón (cf. Lc 2,19) se convierte en guía y modelo para ello.

A lo largo e nuestra existencia, en el devenir de nuestra vida, los misterios que rodean la vida del Señor y que se convierten también en los misterios de la vida de María, por esto de ocuparse en los intereses de Dios; se hacen también nuestros, porque en lo longitudinal de la coexistencia que como hijos del Padre Misericordioso compartimos en las diversas edades, tiempos y espacios que atravesamos en nuestras vidas entrecruzadas, mientras llega el día anhelado de nuestro encuentro con el Creador, los misterios de gozo, de luz, de dolor y de gloria, se van entrecruzando en nuestro camino.

Hace tres años, llegué por segunda vez a la comunidad parroquial de Nuestra Señora el Rosario en San Nicolás de la que, en el 2001 fui el primer párroco. Me he encontrado nuevamente con una comunidad cuya existencia está plenamente enraizada en el amor a la Virgen, una comunidad en la que además de la santa Misa, todos los días se reza el Rosario y se invita a los 10 sectores, a los 47 grupos parroquiales, movimientos y familias, a no dejar nunca esta devoción que ha sostenido la vida de los santos. La beata María Inés, que acompaña espiritualmente de manera particular esta comunidad parroquial, decía que: «El santo rosario es el pararrayos en las familias y que por ese medio la Madre de misericordia derrama torrentes de gracias, preserva del mal, y nos ayuda a ser cada día más semejantes a su divino Hijo». (cf. Carta a su hermana María Teresa el 31 de mayo de 1952.)

No dudo, ni un segundo, de que la floreciente vida de esta comunidad, se debe a ese apego a María que es palpable desde los abuelos hasta los niños pequeños que la integran. Cada vez que celebramos la Santa Misa, al despedirnos de ella le pedimos que no nos deje, que su vista de nosotros nunca aparte.

Hermanos míos, no quiero ni puedo hablar mucho. Yo aplaudí a Francisco —como le gustan que le llamen—, cuando pidió que las homilías fueran cortas. Solo quiero dejar un pequeño mensaje sobre todo en el corazón de los seminaristas... porque los sacerdotes bien que tenemos ya atravesado esto en el corazón:

El rol de la Madre de Dios en nuestras vidas en las que se entrelazan los misterios del rosario, es fundamental. Y esto a título doble: por ser seminaristas y por ser alumnos de este seminario en cuyas casas, la primera que sale a nuestro encuentro es ella, en esa hermosa escultura mariana que nos recibe. Yo soy exalumno, como MCIU de este seminario, aunque en aquel entonces no existía esta hermosa casa. Por eso resulta muy importante el ahondar su devoción personal y comunitaria hacia la Madre de Dios y rendir cada vez más su discernimiento vocacional en santo abandono en los brazos de tan excelsa Madre.

Queridos seminaristas: Ustedes son los consentidos de María. En cada uno de ustedes ella ve a su Hijo que, en Nazareth, crecía en gracia, sabiduría y edad (Lc 2,52). No olviden nunca que gozan del inefable y dulcísimo privilegio de ser los predilectos de la Virgen. Bajo su mirada amorosa busquen asemejarse más a Jesús repasando entre sus manos las cuentas del rosario; con Ella prepárense para la misión de proclamar, testimoniar y dar a Cristo al mundo. Que María, la “forma Dei”, también forme a Cristo en sus almas con esos toques misteriosos e intangibles de amor materno. Que su intercesión convierta el agua de sus vidas en vino y les alcance la gracia de recibir el don del sacerdocio, siguiendo su ejemplo de Virgen fiel junto con la gracia de un amor ardiente y misericordioso a la luz de su testimonio de Madre de misericordia.

Padre Alfredo, M.C.I.U., octubre 8 de 2024.

«El Señor es clemente»... Un pequeño pensamiento para hoy


La Oración Colecta de hoy está tomada de la misa que el Misal Romano pone por los familiares y amigos y nos invita a pedir por su salud de cuerpo y alma suplicando al Señor, a la vez, que tenga clemencia para con ellos, esperando que le amen con todas sus fuerzas y le den gusto en su ser y quehacer. Me llama la atención, de entrada, que la oración inicie su súplica con implorar la clemencia de Dios, y es que la definición de clemente hace alusión al que el Señor tiene misericordia, piedad y compasión. 

Nuestro Padre Dios es un Padre de amor, un Padre justo. En la Sagrada Escritura encontramos que Él dice que a quien ama corrige (Prov 3,12 y Heb 12,6-11) pero se presenta también como un Dios que «es clemente». En Éxodo 33,19, se menciona que Dios es clemente con quien él quiere serlo. En el salmo 103,8-18, el salmista dice que el Señor es clemente y misericordioso, lento para la ira, y grande en misericordia. Y por su parte, el salmo 103, anota que Dios es tan bueno con los que lo respetan como un padre con sus hijos. La palabra clemente significa benevolente, benigno, compasivo, indulgente, misericordioso, piadoso, bondadoso, caritativo, tolerante... ¡y todo eso es nuestro Dios!

Hoy, al reflexionar en el contenido de la oración colecta del día, bien le podemos pedir al Señor que su clemencia envuelva siempre a nuestros familiares y amigo como una constante invitación a abrirse a su amor. Le pedimos que toque siempre a la puerta de sus corazones, pidiendo ser recibido como un huésped delicado, querido y bienvenido. Si nosotros también, al hacer esta súplica, le abrimos las puertas a la clemencia divina para con nosotros, ella entrará y se establecerá en nuestro corazón, convirtiéndolo en un trono de la gracia de Dios. Entonces su gracia nos guía y modela todo en nosotros conforme a la sabiduría de la voluntad divina. Que María santísima, que también es Madre de clemencia nos ayude. Bien decimos en la oración: ¡Oh clemente!, ¡Oh piadosa!, ¡Oh dulce siempre Virgen María!, ruega por nosotros, Santa Madre de Dios. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 29 de octubre de 2024

«En medio del mundo y para salvar al mundo»... Un pequeño pensamiento para hoy


En medio de esta Experiencia Jubilar Sacerdotal en la que llevo ya una de tres semanas, me encontré ayer en el lugar que ocupo en el salón sonde tenemos las conferencias con un sobre con mi nombre en el cual venían algunas «palancas» de feligreses, entre ellos la de Marthita la esposa de nuestro querido diácono Juan Quintanilla y por supuesto la suya. ¡Qué reconfortante es para uno, como sacerdote, ver el cariño y la fuerza de oración de sus feligreses, los laicos, los que, caminando como familia en la fe construyen y mantienen la vida parroquial! Siempre, en las diversas etapas de mi vida en las que me ha tocado estar al frente de una comunidad, he tratado de inculcar a la gente que ellos hacen, como laicos, la comunidad parroquial, porque el sacerdote un día está y otro ya no, sea porque ha muerto o porque ya lo cambiaron.

Me da gusto que, en este marco de esta maravillosa experiencia, hoy la liturgia nos sugiera celebrar la misa por los laicos y la Oración Colecta sea una súplica al buen Dios para que los fieles que han sido llamados a vivir en el mundo, en medio de las ocupaciones terrenales, colaboren sin cesar en la instauración de su Reino. Y es que yo me siento feliz con la comunidad parroquial que, como párroco, inmerecidamente me ha sido encomendada. No terminaría de citar nombre de hombres y mujeres de toda clase y condición, que a diario ponen su ser y quehacer para edificar una congregación de fieles que, junto a los dos sacerdotes y al diácono permanente, da testimonio de los valores que Jesucristo ha venido a traernos, de parte de nuestro Padre misericordioso para ser felices y para hacer felices a los demás. Desde el principio de los tiempos, Dios creó al hombre para que viviera en comunidad con los demás. Desde que Adán recibió una ayuda idónea para él y que Moisés recibió la compañía de Aarón, hasta que Jesús eligió a doce discípulos para que vivieran con Él y aprendieran de Él. 

Desafortunadamente, la mente occidental de hoy aprecia la autonomía y valora la privacidad, pero, esto ha afectado en gran medida la forma en que muchos católicos piensan acerca de sus relaciones con los miembros de sus comunidades parroquiales. No entienden que la vida de fe es personal pero no privada, y eso es una tragedia. Los cristianos en el mundo están llamados a salir de sí mismos y a unirse a una familia nueva en la que todos los hermanos tienen el mismo Padre. Se aprenden los nombres de los demás, toman las cargas de los demás, aprenden de las vidas de los demás y se animan mutuamente a esforzarse aún más por «el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús» (Flp 3,14). Por eso a mí, y no solamente por las cartitas que recibí, sino por su testimonio de vida, agradezco a Dios por los laicos que forman parte de mi comunidad parroquial y por todos aquellos que han entrelazado sus vidas con la mía en Sierra Leona, en Roma, en Costa Rica, en California, en Irlanda, en España, en Alemania y en tantas otras partes de mi México lindo y querido y otras partes del mundo. Que la Virgen, que se encaminó presurosa, que veló por los que le faltaba el vino y que oró con los discípulos cuando Jesús ya había regresado a la derecha del Padre los aliente. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

domingo, 20 de octubre de 2024

«Para el DOMUND 2024»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy es la fiesta del DOMUND. El día en que la Iglesia universal reza por los misioneros y colabora con la labor evangelizadora. Esta Jornada Mundial de las Misiones se celebra en todo el mundo. El DOMUND es una llamada de atención sobre la responsabilidad de todos los cristianos en la evangelización e invita a amar y apoyar la causa misionera. Los misioneros dan a conocer a todos el mensaje de Jesús, especialmente en aquellos lugares del mundo donde el Evangelio está en sus comienzos y la Iglesia aún no está asentada. Estos lugares, como nuestra misión en Sierra Leona, dependen en gran medida de la labor de los misioneros y de las Obras Misionales Pontificias. 

La Iglesia, cuya naturaleza es misionera desde sus inicios, tiene una amplia labor social y educativa en todo el mundo: atiende a 117.119 instituciones sociales: hospitales, residencias de ancianos, orfanatos y comedores para personas necesitadas en todo el mundo. Se encarga de 209.688 instituciones educativas: guarderías, escuelas, universidades y centros de formación profesional. En los Territorios de Misión la Iglesia atiende a 26.711 instituciones sociales. Esto significa que el 22,81% de las instituciones sociales del mundo están en la Misión. La Iglesia en estos territorios también se encarga de 99.045 instituciones educativas, lo que representa el 47,23% del total de instituciones educativas que tiene la Iglesia. Muchas de las parroquias que están en los diversos territorios de misión están a cargo de instituciones fundadas por grandes misioneros, como la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, fundadora de la Familia Inesiana, presente en 16 países del mundo. Las misiones siguen necesitando nuestra ayuda en oraciones, sacrificios y economía, por eso muy necesaria toda nuestra colaboración.

La Oración Colecta de este domingo nos recuerda que los bautizados, los que hemos recibido gratuitamente el regalo de la fe, debemos servir al Señor con un corazón sincero. Y es que Dios, en toda la Biblia, apela siempre al corazón de una persona para evaluar su sinceridad y verdadero compromiso con Él. La misma salvación nace en un corazón sincero: «Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Ro 10.9). Cuando hablamos de salvación, hablamos de la misma base, cimiento o plataforma. Si mi plataforma es sólida y sincera, podré vivir consciente y comprometidamente la condición de misionero que he recibido en el bautismo, porque todos, por la gracia de este sacramento que nos abrió las puertas de la Iglesia, nos hemos convertido en misioneros. Pidámosle a María santísima que nos preste su corazón para que, con sinceridad, amemos al Señor y le hagamos amar del mundo entero. ¡Bendecido DOMUND!

Padre Alfredo.

sábado, 19 de octubre de 2024

«Que la virgen interceda para alcanzar la paz»... Un pequeño pensamiento para hoy

Todos los sábados del año litúrgico la Iglesia destina un detalle especial para la santísima Virgen María invitando a los sacerdotes a elegir alguna de las misas que el Misal Romano presenta en honor de María. Este sábado no es la excepción y la Oración Colecta nos lleva a pedir que nos asista la venerable intercesión de santa María siempre Virgen y que, librándonos de los peligros, nos haga gozar de la paz de Dios. Estamos, como todos lo sabemos, con la paz en un hilo. El Papa Francisco ha afirmado ya varias veces, en los últimos tiempos que la «tercera guerra mundial a pedazos» se está transformando en un «verdadero conflicto global». En enero de este año, el Papa ha afirmado que «las guerras modernas ya no se desarrollan sólo en los campos de batalla delimitados, ni afectan solamente a los soldados. 

En un contexto en el que ya no parece observarse una distinción entre los objetivos militares y civiles, no hay conflicto que no termine de algún modo por golpear indiscriminadamente a la población civil... la guerra —dice el Santo Padre—es tan sólo una inmensa tragedia y una inútil masacre que golpea la dignidad de cada persona sobre esta tierra. De un modo singular, María, que es es imagen de Dios en cuanto ella representa la generosidad de la realeza del Señor en la tierra, es admirada como “Reina de la Paz». Dependiendo de Jesucristo y en colaboración con Él, que es la imagen suprema de Dios (Colosenses 1,15), ella personifica y hace presente la magnanimidad de Dios, que se entregó con tan extraordinaria humildad y desinterés para hacerse uno de nosotros y llenar nuestros corazones de paz. 

¡Cuánto tenemos que pedirle a ella, a la portadora de la paz, que es el mismo Dios, que interceda por esta dura situación que a todos nos lleva de encuentro! Hace unos días, visitando el santuario de María la que desata los nudos me vino a la mente un pensamiento de san Irineo que dice: «San Ireneo de Lyon dice: “el nudo que hizo Eva con su desobediencia lo deshizo María con su obediencia». Creo que, el nudo de las guerras, que viene desde aquellos tiempos de Caín y Abel a causa del nudo que trabó Eva y que acabó con la paz de la convivencia humana, María lo puede desatar. Que ella interceda y alcancemos nuevamente la paz. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

domingo, 29 de septiembre de 2024

«En búsqueda de la misericordia y la bendición de Dios»... Un pequeño pensamiento para hoy

Dios, no cabe duda, siempre se hace presente en nuestras vidas, en las vidas de todos, aunque eso solamente sea percibido por los hombres y mujeres de fe. Si prestamos un poco más de atención y nos detenemos a pensar un instante, podemos darnos cuenta que efectivamente, en cada paso que damos, en cada situación que vivimos, buena o mala, Dios está ahí, sobre todo, como recalca la Oración Colecta de este domingo, ejerciendo su misericordia. Dios siempre está presente, incluso cuando no lo esperamos y, cuando lo necesitamos, se hace encontradizo hasta en las situaciones menos inesperadas.

Hace unos días, el miércoles pasado, allá en mi «Selva de Cemento», caminando entre la confusión en medio de la manifestación por el caso de Ayotzinapa, que por cierto no tiene trazas de aclararse, para ir al hospital a acompañar un rato al padre Abundio, que gracias a Dios ya está en casa, se me acercó un hombre joven, se quitó la gorra y me dijo: «padrecito, Dios me lo puso en el camino porque lo necesito... ¡deme su bendición! De la misma manera, el viernes, en el gimnasio, casi al terminar mi rutina del día, se me acerca una señora, cuyo nombre no recuerdo ahora y me pidió su bendición. En el caso del hombre yo traía mi camisa clerical, fue entonces fácil identificarme; en el caso de la mujer, ella sabe, como casi todos los socios del gimnasio que, aunque me ven siempre en camiseta de tirantes, shorts, tenis y gorra, con mis audífonos puestos, soy sacerdote y soy, de una o de otra manera, portador de los intereses del Señor. 

En el 2021, en medio aún de la histórica pandemia que atravesamos, el Papa Francisco expresó que «Dios siempre encuentra la manera de hacerse presente en nuestras vidas, incluso cuando sentimos que está lejos o nos sentimos abandonados. Esta es nuestra fuerza». Y a mí me da mucho gusto cuando me suceden cosas como estas, porque me hacen ver que, en un mundo que cada vez, como sociedad, desconoce más a Dios porque vive lejos de él, hay quienes buscan el perdón, la misericordia, la bendición de un Dios que no abandona, que siempre nos acompaña, que siempre está con nosotros. Seguro que, al volver la vista atrás en la propia vida y en la propia historia personal, muchos podemos redescubrir esta presencia divina que nos acompaña y nos cuida con mano de Padre. Que María, nuestra fiel compañera, nos haga siempre atentos a esa presencia de Dios. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 31 de agosto de 2024

«Misioneros con un corazón sin fronteras»... Un pequeño pensamiento para hoy


Llegamos ya al final de agosto. Por supuesto es un mes muy querido para mí porque en agosto ingresé al seminario, en agosto me ordené sacerdote y en agosto celebro mi cumpleaños. Doy gracias a Dios por que hoy, precisamente, al llegar de Zacatecas casi a mediodía, terminé una serie de viajes que parecían interminables desde los primeros días de mayo y que me hacían estar cambiando de canal prácticamente cada semana según el motivo de cada estancia aquí, allá y acullá. ¡Bendito sea Dios que me permite vivir con alegría el espíritu misionero! Espero que ahora pueda volver a ser constante en este compartir que por gusto hago en el pequeño pensamiento de cada día. Por lo pronto hoy quiero agradecer especialmente al equipo formador del seminario de Zacatecas por su valioso testimonio de sacerdotes con un corazón sin fronteras en esta semana e invito a mis siete lectores a tenerlos en sus oraciones.

Ciertamente que viajar no me cuesta, porque tengo, desde pequeñito, como ustedes saben, un espíritu andariego gracias a mi padre; aunque eso implique desmañadas, esperas en centrales, estaciones de tren y aeropuertos, turbulencias y frenones, empujones, retrasos, desveladas y uno que otro sinsabor inesperado. A cambio de esto tengo siempre el gozo de vivir en la presencia de Dios impartiendo ejercicios espirituales, asistiendo a congresos y cursos de actualización, celebrando misas, confesando y compartiendo de una u otra manera el gozo de la fe con obispos, sacerdotes, religiosos y laicos de todos colores y sabores. Como he afirmado en varias ocasiones: «Los misioneros somos hombres de aventuras que quisiéramos volar hasta los últimos rincones del mundo para gritar a los cuatro vientos que ¡Dios nos ama y es la razón de nuestro existir! »

Hoy culminamos este octavo mes del año celebrando la misa de santa María en sábado, como muchos sábados lo hacemos, y en la Oración Colecta contemplamos a la llena de gracia rogando su intercesión para que nosotros también, con su auxilio y la práctica de las virtudes en un corazón que no conozca de fronteras y que se haga cada día más amigo de Jesús el Misionero del Padre para hacerle más amigos cada día. Que ella siga activa motivando nuestro «sí», el «sí» del compromiso misionero que abrazamos como bautizados. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 30 de agosto de 2024

«Vivir en gracia como santa Rosa de Lima»... Un pequeño pensamiento para hoy


Este viernes la Iglesia celebra la fiesta de santa Rosa de Lima, la primera santa del continente americano, una mujer que supo vivir, desde la intimidad de su hogar, la vida contemplativa con una gran proyección apostólica. La historia de su vida narra que un día, mientras ella rezaba ante una imagen de la Virgen María, sintió que Jesús le decía: «Rosa, dedícame a mí todo tu amor». En un primer momento quiso ingresar en algún convento pero fue entendiendo, poco a poco, que la voluntad de Dios era que se quedara entre los suyos.

Santa Rosa, permaneciendo en su casa, se vinculó con la Orden Terciaria Dominicana y tomó a santa Catalina de Siena como modelo. Allí, en el seno de su hogar familiar, se entregó virginalmente al Señor, trabajando en el huerto de la casa y realizando labores de costura experimentando el gozo de la unión esponsal con Jesús y viviendo con alegría las exigencias —en su caso, las espinas— de la vida familiar y social. La Oración Colecta de su fiesta nos invita a imitarla en la búsqueda de la vida verdadera para vivir en gracia en el lugar en donde nos encontremos y en la vocación a la que hayamos sido llamados. 

Ella exclamaba: «Ojalá que todos los mortales conocieran el gran valor de la divina gracia, su belleza, su nobleza. Nadie se quejaría, entonces, de sus cruces y sufrimientos». Hoy, entonces, es un buen día para meditar y encontrar la manera de crecer en la gracia de Dios desde lo concretos de nuestros días. Que ella y la Virgen santísima, a quien tanto amó, intercedan para que alcancemos este regalo. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 29 de agosto de 2024

«En el martirio de Juan el Bautista»... Un pequeño pensamiento para hoy


La Oración Colecta de hoy, en la misa de la memoria del martirio de Juan el Bautista, nos invita a luchar con valentía para hacer que prevalezca siempre la verdad. Y es que Juan el Bautista fue un hombre de palabra no solamente en el momento de su martirio, sino desde que con gallardía, pregonaba que había que convertirse por que el mesías anhelado estaba por llegar.

En nuestros días, cuando el ideal de comunión y fraternidad universal proclamado por Jesús se ve cada vez más socavado por un orden mundial que crea cada vez más injusticia y privación de derechos y hace verlo cada día más lejano, tratar de identificar «profetas valientes» en nuestro mundo o en nuestra Iglesia es cada vez más difícil. Hoy se busca, incluso dentro de la Iglesia, el protagonismo, la autoreferencialidad, el acomodo. Juan el Bautista, el profeta valiente. viene a interpelarnos... ¿qué nos falta para saber defender la verdad? ¿qué nos falta a los católicos de hoy en las diversas vocaciones en las diversas esferas de la sociedad para proclamar la verdad.

Hay que dejarnos interpelar por Juan el Bautista, porque todos, sin excepción, tenemos la obligación de cumplir la misma misión profética de Cristo en nuestras vidas. Y si es necesario, pagar el precio, como hizo Juan el Bautista. Que nada ni nadie nos tenga enredándonos en ideologías de modas pasajeras... Como dice la beata María Inés: «la única realidad eres tú Jesús» y él es la Verdad. Que este santo varón, junto a María, interceda por nosotros. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 28 de agosto de 2024

«En mi cumple número 63»... Un pequeño pensamiento para hoy

Cuando uno cumple años, pasando ya uno más de los llamados «de la tercera edad» y con pronósticos de salud que desde recién nacido a los 9 meses y tres semanas auxiliado por los llamados «fórceps» que tanto se usaban en los años cincuentas y setentas, con el cordón umbilical enredado dos veces y la membrana de las vías respiratorias midiendo la mitad de lo que debe ser... no deja de ser una hazaña y una gran bendición del Señor. Yo nací así, hace 63 años, siempre con el recuerdo de que, según me cuentan, mi madre luchaba entre la vida y la muerte en el quirófano y mi padre, rogando la intervención de Nuestra Señora del Guadalupe, rezaba llorando en el cuarto de la maternidad Conchita esperando el milagro de que tanto la madre como el bebé se salvaran. Aún conservo en mi cabeza, que tenía forma de piloncillo al nacer, las marcas de los dichosos fórceps. Nací, además de la colección de achaques, con la hiperactividad que todos conocen unida a la desatención característica de las personas con algo de TDAH, pero en un ambiente lleno de Dios que se convirtió en el nido de mi vocación sacerdotal, religiosa y misionera.

En este día venturoso para mí y para muchos, la Iglesia celebra a san Agustín, el santo al que tanto apreció mi padre y cuyo nombre quería agregar a la letanía que me identifica en mi credencial del INAPAM como Alfredo Leonel Guadalupe y que gracias a la recomendación del juez al registrarme no añadió. De otra manera me hubiera llamado Alfredo Leonel Guadalupe Agustín... ¡ni la realeza de Europa lleva tanto nombre! El caso es que desde pequeño me he identificado con san Agustín, porque, como expresa la madre Martha Gabriela: «¡Dicen que todos nos parecemos a san Agustín, ya sea antes o después de su conversión!

La Oración Colecta de esta memoria de san Agustín nos invita a experimentar una sed de Dios tan grande como la tuvo el santo, que lo buscó por mar y tierra hasta que lo encontró en su presencia de Dios amor, Dios misericordia, Dios perdón y que lo llevó a una vida de plenitud en santidad. Con esto me viene a la mente una de las oraciones más famosas de san Agustín que toca el tema precisamente de la santidad a la que todos somos llamados y que hoy podemos rezar: «Sopla en mí, oh Espíritu Santo, para que también mi obra sea santa. Atrae mi corazón, oh Espíritu Santo, que amo solo lo que es santo». ¡Grande tarea nos deja san Agustín, no solamente a los que nacimos en este día sino a todos! Que él, junto a María, la Madre del Amor hermoso, Reina de los santos interceda por nosotros. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 27 de agosto de 2024

Oración, ayuno y lágrimas de una madre... Un pequeño pensamiento para hoy


La figura de santa Mónica siempre ha sido muy importante para mí, pues tengo mucho aprecio por las mamás que, abnegadas y llenas de fe como ella, mujer de oración, alcanzan la conversión de sus hijos. Los casos que conozco son innumerables y no dejo de alentar siempre a las que viven estos procesos que les acarrean a veces cortos o largos años de espera para ver volver a sus hijos a la fe. Hoy la Iglesia la celebra y en la Oración Colecta la recuerda contemplando las lágrimas que derramó rogando por la conversión de su hijo, el famosísimo doctor de la Iglesia Agustín de Hipona, a quien celebraremos mañana.

Una de las escenas más impresionantes de la vida esta santa mujer narra que Mónica no dejó de orar, ayunar y llorar por la conversión de su hijo Agustín. Un obispo, que había sido antes un hereje le dijo: «Tu hijo está actualmente obstinado en el error, pero ya vendrá la hora de Dios... estate tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas». La respuesta del obispo y el recuerdo de la visión eran el único consuelo de Mónica, pues Agustín no daba la menor señal de conversión. Años más tarde, Agustín, en Milán, conoció al gran obispo san Ambrosio, que años más tarde lo bautizó. Mónica pudo ver, entonces, los frutos de sus oraciones, ayunos y lágrimas. Años después los dos, madre e hijo, serán canonizados.

Si todas las mamás cristianas comprendiesen la importancia de su misión, de sus oraciones, de sus ayunos, de sus lágrimas, como santa Mónica, pasarían mucho tiempo en oración secreta, para presentar a sus hijos a Jesús, implorar su bendición sobre ellos y solicitar sabiduría para cumplir correctamente sus deberes sagrados. Cuántas mamás de hoy, con sus hijos pequeños, dejan pasar de largo tantas oportunidades que tienen de formarlos en la fe, atrapadas por la mundanidad que impera en nuestra sociedad. Toda oportunidad para modelar la disposición y los hábitos de sus hijos es irrepetible y no se debe dejar escapar. Pidamos a santa Mónica y por supuesto a María Madre, que interceda por todas ellas y vean el fruto de su ser de madres en la fe viva de sus hijos. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 26 de agosto de 2024

Incansables, como san Junípero Serra... Un pequeño pensamiento para hoy


Recordando el día de hoy a san Junípero Serra, el apóstol evangelizador de California, la Oración Colecta nos invita a contemplar la inefable misericordia de nuestro Dios y a pedirle que nuestros corazones estén todos unidos a él por intercesión de este fraile maravilloso que, incansablemente, recorrió en la época del 1700 gran parte del territorio mexicano hasta llegar a las tierras cálidas de la Baja California y la costa oeste de los Estados Unidos para evangelizar a los nativos e integrar a su cultura a los españoles que, como él, iban llegando del viejo continente.

Fray Junípero se preocupó siempre de que la imagen de Cristo, como Unigénito del Padre llegara a todos y eso, eso debe ser también para nosotros un anhelo a alcanzar. Todos hemos recibido, desde nuestro bautismo, una especial condición de discípulos–misioneros que nos hace no quedarnos con los brazos cruzados ante la ausencia de Cristo en muchos corazones. No podemos quedar indiferentes ante tanta ausencia de Dios que nos va dejando un mundo vacío, unas vidas sin sentido, jóvenes y adolescentes, incluso, sin ilusión de vivir, sin sueños qué realizar. Si este fraile franciscano se aventuró a pie y a caballo para llevar la Buena Nueva, qué no podremos hacer nosotros que tenemos, entre otras cosas, los medios electrónicos que nos permiten accesar a las redes sociales y compartir en ellas el gozo de la fe que nos hace «uno» con Cristo.

El ejemplo de misioneros incansables, como él, nos debe animar a no dejar pasar ninguna oportunidad para compartir la riqueza de la fe que Cristo nos ha traído. En la canonización de san Junípero Serra, el 23 de septiembre de 2015, el papa Francisco expresó unas palabras que deben quedar grabadas en nuestros corazones. El papa exclamó: «No queremos que la resignación sea el motor de nuestra vida, ¿o lo queremos?; no queremos que el acostumbramiento se apodere de nuestros días, ¿o sí? Por eso podemos preguntarnos, ¿cómo hacer para que no se nos anestesie el corazón? ¿Cómo profundizar la alegría del Evangelio en las diferentes situaciones de nuestra vida? Jesús lo dijo a los discípulos de ayer y nos lo dice a nosotros: ¡vayan!, ¡anuncien! La alegría del evangelio se experimenta, se conoce y se vive solamente dándola, dándose.» Que san Junípero, junto con la Virgen santísima a quien tanto amó, intercedan por nosotros. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 25 de agosto de 2024

HOMILÍA EN MI 35 ANIVERSARIO DE ORDENACIÓN SACERDOTAL...

Queridos hermanos, queridas hermanas:

Quiero empezar mi extensa y anestesiante homilía con unas palabras sobre el sacerdocio que, a lo largo de mi caminar vocacional, me he topado en varias ocasiones y que ciertamente en mucho me retrata a mí y a mis hermanos sacerdotes.

El escrito es anónimo y data de muchos años. Dice así: Si el sacerdote es gordo, lo quieren flaco. Si es feo, no les agrada. Si es guapo, es una lástima que esté allí. Si es alegre y chistoso, lo quieren serio. Si es negro, lo quieren blanco. Si es muy simpático, lo critican por eso. Si es muy observante, lo llaman puritano. Si fuma, es un vicioso. Si no fuma, es poco hombre. Si canta mal, sobra tema para burlarse. Si canta muy bien, es un hombre vanidoso. Si es suave, lo quieren de más carácter. Si es serio, lo critican de áspero. Si predica mucho, es un rollero. Si predica poco, no se prepara bien. Si habla en voz alta, regaña. Si lo hace en tono natural, nadie lo puede oír. Si tiene coche grande, anda buscando lujos. Si tiene un carro pequeño, no tiene aspiraciones. Si visita a sus feligreses, le gusta el chisme. Si se queda en la parroquia, no se interesa por la gente. Si es sedentario lo quieren movido. Si practica algún deporte es que le gusta lucirse. Si no sabe de deportes, sabrá Dios en qué se entretenga. Si solicita ayuda, es un dinerero. Si no organiza eventos sociales, no sabe hacer vida parroquial. Si los organiza, es que quiere ser el centro. Si se tarda al confesar, le gusta enterarse de todo. Si despacha rápido en la confesión, rehuye a los problemas. Si es puntual en misa, seguro su reloj está adelantado. Si empieza tarde la misa, hace perder el tiempo a todos. Si arregla la iglesia, está malgastando el dinero. Si no le hace nada a la iglesia, no cuida la Casa de Dios. Si es joven, le falta experiencia. Si es viejo, ya debería retirarse...

Pero, si no hubiera sacerdotes... ¿quién pudiera traer a nuestra existencia a Cristo el Pan de Vida en la Eucaristía? 

El 4 de agosto de 1989, hace 35 años, fui ordenado sacerdote en la Basílica de Guadalupe de esta ciudad de Monterrey por el señor obispo Rafael Bello Ruiz, de feliz memoria. En aquel entonces tenía 27 años y la verdad nunca me imaginé que llegaría a la llamada «tercera edad». Recuerdo que casi recién ordenado, luego de que había celebrado aquí mismo, en este templo del que años después fui el primer párroco, mi primera misa al día siguiente de mi ordenación, un sacerdote cercano celebró sus bodas de plata y yo pensé... con lo achacoso que soy, a ver si llego. ¡Pues nada, aquí me tienen celebrando estas bodas de coral! 

La sociedad llama bodas de coral a los aniversarios de 35 años debido a la durabilidad que tienen los corales en el océano, su resistencia y fortaleza. Yo entiendo esto desde la misericordia de Dios, pues a lo largo de todos estos años, han sido no pocas las veces en que este coral ha sido reparado por la ciencia y sobre todo por la gracia. Por eso he querido celebrar con todos ustedes esta Santa Eucaristía, de tal manera que a luz del misterio pascual, el don tan extraordinario que aquel dichoso día he recibido se renueve, se fortalezca y recobre la unción propia del Espíritu de Dios. Consciente que sin los auxilios divinos que proceden de su benevolencia, la vocación sacerdotal puede perder el vigor y la frescura que le son propios. 

El Evangelio de este domingo, día de san Juan María Vianney, el santo cura de Ars, patrono de todos los sacerdotes y en especial de los párrocos, me ofrece tres pautas en torno al sacerdocio para compartir con ustedes una breve reflexión que luego de este preámbulo ya no pinta que sea breve, pero que creo que vale la pena, incluso en el contexto del año sacerdotal que estamos celebrando en esta querida arquidiócesis de Monterrey en donde con motivo de los 350 años de las apariciones del Sagrado Corazón a santa Margarita María de Alacoque, la parroquia del Sagrado Corazón —la de las bodas y quince años, en el centro— ha sido elevada a santuario sacerdotal.

Aquí van los tres aspectos que quiero compartir:

1. El primero: «El sacerdocio, es fruto de la oración y entrega de Jesús, el Pan de Vida». No cabe duda que la entera vida de Jesús se distinguió por una vida de oración y de servicio. Especialmente en los momentos claves de su ministerio, Jesús mantenía un dialogo siempre íntimo con el Padre del cielo que le llevaba de inmediato a la acción. En la oración, Jesús vive un contacto ininterrumpido con el Padre para realizar hasta las últimas consecuencias el proyecto de amor por los hombres siendo él mismo, alimento para todos. En este sentido podemos afirmar que el sacerdote debe ser, como dice la beata María Inés Teresa, «otro Cristo en la plenitud sacerdotal». Otro Cristo que se hace alimento para todos. Por eso, en el momento de la consagración, resuenan en su corazón, en este clima íntimo de oración, con una fuerza tremenda, las palabras: «Tomen y coman, todos de él porque este, es mi cuerpo».  Los sacerdotes hoy estamos llamados a ser «pan», como Cristo y un pan que se reparte incluso hasta en las últimas migajas. 

2. El segundo aspecto: «El sacerdocio, tiene una misión muy específica: la apostolicidad para repartir el pan». El evangelio narra que el Señor llamó a doce, y les dio el nombre de apóstoles. Este nombre corresponde al arameo shalihá y significa: «el que recibe una misión determinada». En este caso la misión es triple: que le acompañen; que se sepan enviados por él a predicar la doctrina del reino y, que ejerzan el poder compartido por Cristo para expulsar los demonios. El sacerdocio no puede ni debe entenderse de otra manera, ni con una misión diferente. 

3. Finalmente el tercer aspecto: «El sacerdocio, tiene una metodología: la imitación de cercanía de Cristo, Pan de vida eterna». Para los sacerdotes este es el método que debemos emplear: salir de la intimidad con el Pan de Vida al terminar la celebración de la santa misa, convencidos de que somos portadores de ese Pan para todos en una Iglesia de puertas abiertas. Nunca debemos dejar ir a la gente con las manos vacías sin haberles dado el pan, el pan de la palabra, el pan de la eucaristía, el pan de la sonrisa, el pan de la atención, el pan de la escucha. Muchas veces quizá no podremos decir nada o hacer algo, sin embargo, bastará con solo sonreír. A lo largo de estos 35 años, salvo los periodos de enfermedad, estoy siempre en la puerta del templo a la entrada para recibirlos y a la salida para despedirlos. Estoy convencido que, si los sacerdotes no seguimos este camino estaremos lejos de poder hacer vida lo que realmente el Señor quiere. 

Pero... ¿saben qué?, no he terminado aún, pues me falta un poco más por decir. Durante todo este peregrinar como sacerdote, he tenido la oportunidad de estar muy cerca de tres papas: san Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. En ellos he podido encontrar el modelo para ser pan partido y repartido, aunque soy consciente de que mucho me falta. El Papa Francisco, que en 2016 me nombró Misionero de la Misericordia dice: «Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los desconocidos… Teniendo la disposición permanente de llevar a otros el amor de Jesús y eso se produce espontáneamente en cualquier lugar: en la calle, en la plaza, en el trabajo, en un camino» (cf. EG, 127).

Queridos hermanos y hermanas, durante estos 35 años, en el templo, en la calle, en el gym, en el coche, en el avión; aquí en muchas partes de México, en Costa Rica, en Estados Unidos, en Sierra Leona, en Roma y en muchos otros rincones del mundo, he podido constatar que las cosas son así. Un sacerdocio sin fijar la mirada en Jesús el Pan de Vida, termina abandonando la genuinidad del mensaje evangélico. Un sacerdocio sin alegría y sencillez, pierde la razón de su quehacer. Un sacerdocio sin cercanía, se desvincula del método que el Señor nos ha marcado.

Les pido que me ayuden a darle gracias a Dios por este don, y que continúen sosteniéndome con su oración. 

Se que tanto en el mundo, como en la Iglesia y en nuestro instituto de Misioneros de Cristo pasamos ahora por momentos muy difíciles que nos invitan a no desfallecer. Sepan que mi ministerio sacerdotal sin el sostén de su oración se volvería pesado, se pondría en riesgo —a pesar de que soy, en algunos aspectos, un viejo lobo de mar— expuesto muchas veces a la desventura, a la enfermedad y al fracaso.

Que a todos los sacerdotes y por supuesto a los seminaristas, nos ampare la poderosa intercesión de la Santísima Virgen María, la Dulce Morenita del Tepeyac que, junto con santa Teresita el Niño Jesús —quien se hace presente de alguna manera cada día— nunca me ha dejado, para que con su protección nos veamos libres de abandonar y perder la genuinidad de nuestra vocación. Aquí, en este templo hermoso que luego de tantos años me ha vuelto a recibir como párroco, la mismísima Guadalupana, vestida ahora de Nuestra Señora del Rosario, nos dice: «Hagan lo que él les diga».

Padre Alfredo.

4 de agosto de 2024.

sábado, 22 de junio de 2024

En la fiesta de la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento...

Yo creo que imaginan el gustazo que me da llegar a este día en que la Iglesia celebra a la beata María Inés Teresa del Santísima Sacramento, a quien muchos de nosotros, de cariño le decimos: «nuestra madre». El recuerdo de su mirada transparente vuelve a mi mente y a mi corazón y sobre todo el testimonio de su vida que marcó mi vida y sobre todo mi camino vocacional hacia la misión sin fronteras. Esta maravillosa mujer que, en las diversas etapas de su vida como seglar y como religiosa fue una enamorada del Evangelio, se nutrió desde el día de su primera comunión de la eucaristía caminando siempre de la mano de la Virgen María en su advocación de Guadalupe, con quien mantenía profundos diálogos que parecía interminables y la llevaban más a buscar las mil y una formas de que todos se encontraran con Cristo.

La Oración Colecta de esta celebración, se dirige al Padre de misericordia recordando que en la beata nos ha dado un modelo de ardor misionero para la extensión del Reino de Cristo y le pide que nos conceda que por su intercesión y siguiendo su ejemplo, podamos nosotros también proclamar el Evangelio con sencillez y alegría hasta los confines de la tierra. La sencillez y la alegría, fueron siempre dos aspectos que brillaron en la madre María Inés. Con su caridad evangélica, gracias a estas dos características, llegó a todos. Dejando atrás su hogar, su familia, la comodidad de su entorno familiar, respondió a la llamada a salir, a hablar de Cristo dondequiera que fuera para que todos le conozcan y le amen. Ella decía que esta era su única recompensa.


No cabe duda de que la santa madre Iglesia no se equivoca al seleccionar la figura imitable de hombres y mujeres que, como la beata María Inés, hayan gastado su vida en conquistar el mundo para Cristo. Estamos llamados a salir con el mismo celo, el mismo ardor, la misma sencillez y alegría, pero también con su sensibilidad, su respeto por los demás, su deseo de compartir con ellos esa palabra de gracia (cf. Hch 20,32), que tiene el poder de edificar y llevar a todos hacia la Eucaristía bajo la mirada de María. Que con la Guadalupana, la beata María Inés nos recuerde el día de hoy que todos somos discípulos–misioneros y que no hay tiempo que perder porque «urge que Cristo reine» (1 Cor 15,25). ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.