El Evangelio de hoy nos lleva a la escena de la segunda multiplicación de los panes que narra san Mateo (Mt 15,29-37). A diferencia de San Lucas, que solamente relata un solo acontecimiento en torno a esto, San Mateo y San Marcos registran dos milagros similares en los que se alimenta a una multitud. En este relato, el Señor Jesús, con siete panes y unos cuantos pescados da de comer a una multitud. Y, aunque el relato del sultán que he compartido, además de llamar la atención por la sagacidad del anciano, llama ciertamente también por la generosidad del sultán que, conmovido por la actitud del anciano, casi se queda con la bolsa de su dinero vacía. No sucede así con el Señor, cuando él ve que actuamos y buscamos el bien —como los Apóstoles y toda la gente que seguía a Jesús— no se deja ganar en generosidad y multiplica los bienes sin temor a quedarse sin nada. ÉL siempre tiene para repartir a todos a manos llenas. Y ese Dios, que todo lo da, es al que esperamos en este tiempo de Adviento.
Jesús nos invita, con estos milagros que no son de curación, a no ser indiferentes ante las necesidades de los demás, ya sean espirituales o materiales, y a ser generosos sin temor a quedarnos sin nada. Ante esto podemos cuestionarnos con estas u otras preguntas: ¿Yo solo me preocupo por mi en este caminito a la Navidad, o también pienso en los demás? Jesús les pregunta a sus discípulos: «¿Cuántos panes tienen?» Esto nos invita a revisarnos, ¿Qué tengo yo? ¿Cuáles son mis virtudes, talentos y cualidades que tengo para que sea capaz de compartirlas con los demás? ¿Cuál es mi actitud o sentimientos cuando me desprendo de algo que me pertenece para dárselo a alguien más en esta época marcada siempre por el compartir? El Adviento nos invita a vaciarnos, a compartir, a darnos. Que María Santísima, acompañada por José rumbo a Belén, nos aliente con su ejemplo de vida, toda marcada por una generosidad que todo lo da. ¡Bendecido miércoles desde el aeropuerto de Monterrey, esperando mi vuelo a mi querida Selva de Cemento a varios asuntos de una de las causas de beatificación y canonización!
Padre Alfredo.
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